El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 9 de septiembre de 2010

La intérprete


Dirección: Sydney Pollack.
Guión: Steven Zaillian, Charles Randolph, Scott Frank (Historia: Martin Stellman, Brian Ward).
Música: James Newton Howard.
Fotografía: Darius Khondji.
Reparto: Nicole Kidman, Sean Penn, Catherine Keener, Sydney Pollack, Jesper Christensen, Yvan Attal, Earl Cameron, George Harris, Michael Wright.

Seguramente Sydney Pollack es recordado especialmente por Memorias de África (1985), un film espléndido y hermoso que sobresale como un faro entre su amplia filmografía. Pero hay un género que intuyo le era grato a Pollack y en el que dirigió alguno de los mejores films de su carrera. Me refiero al cine de intriga, donde nos dejó películas tan geniales como Los tres días del Cóndor (1975) o La tapadera (1993), y en el que podemos incluir esta película que, por desgracia, no está al mismo nivel que las anteriores.
Una de las normas más elementales del arte cinematográfico consiste en mostrar las cosas antes que narrarlas. Estamos ante una forma de expresión gráfica y la palabra, si bien necesaria, debe ceder el peso de la narración a las imágenes. Lo mejor es, siempre, la sencillez. Cuanto más compliquemos el mensaje o la forma de contarlo, más tenderemos a confundir y distraer.
Y no es que Sydney Pollack sea un narrador confuso. Dentro de una historia como la presente, el buen hacer del director evita sin duda lo farragoso y presenta la acción del modo más clásico y lineal. Pero el problema no está en la manera de contar la película, sino en una trama demasiado enrevesada y que se alarga demasiado en la parte central con algunos momentos en que uno se pierde un poco o se relaja en exceso ante minutos que se antojan intrascendentes. Así, cuando la trama vuelve con fuerza hacia el desenlace, tal vez por previsible o por llegar muy tarde, nos pilla algo cansados.
La intérprete, film del año 2005, nos cuenta como Silvia Broome (Nicole Kidman), una intérprete que trabaja en la sede de las Naciones Unidas, escucha accidentalmente una conversación en la que se planea asesinar a Edmond Zuwanie, presidente de la república africana donde nació Silvia, el día en que acuda a dicha sede para pronunciar un importante discurso.
La trama, que arranca con esta prometedora perspectiva, recuerda inevitablemente a El hombre que sabía demasiado (1956) o incluso a Con la muerte en los talones (1959) por la presencia en ambos del edificio de las Naciones Unidas de Nueva York. En esta ocasión, no como el caso del director inglés, Pollack pudo rodar en el interior del edificio de la ONU. La tensión está, por lo tanto, presente desde el principio y parece prometernos un film intenso y cautivador, máxime cuando este director, como decía más arriba, ha realizado un par de films de intriga de lo mejorcito de las últimas décadas.
Sin embargo, la historia de la intriga va dejando paso a la de las relaciones personales que se crean entre la intérprete y el agente de la policía que investigará el caso, Tobin Keller (Sean Penn), en un declinar de la emoción y las promesas del arranque del film hacia un juego de desconfianzas y atracciones que se vuelve ya demasiado clásico y que desvía por demasiado tiempo la atención de lo que debería ser el eje central de la historia. Esta parte de la historia es demasiado convencional, en especial la parte que atañe a Keller y por lo tanto no termina de cuajar del todo. Es algo que se antoja necesario pero que ni emociona ni aporta demasiado y resulta demasiado típico y tópico.
Además, la intriga se enfocaba hacia el tema de la conspiración política y ahí residían las espectativas de tensión; pero Pollack aparca todo el tema para basar la intriga en la investigación de las supuestas intenciones de la intérprete, algo que no acaba de resultar del toco creíble, no sé si por el aspecto angelical de Nicole Kidman (de nuevo su presencia nos remite a Hitchcock y su predilección por las mujeres rubias y hermosas) o porque no es bueno abrir demasiados frentes sin dedicarles el tiempo y la profundidad necesaria.
Cuando Pollack retoma la parte de la conspiración contra el jefe de estado ya es un poco tarde. La parte central se ha prolongado excesivamente con lo que nos hemos descentrado tanto que el desenlace nos pilla fríos, a lo que tampoco ayuda demasiado que éste sea del todo previsible e incluso bastante improvable. La escena de Nicole Kidman en su cara a cara con Zuwanie resulta del todo increíble. ¿Como se puede dejar completamente solo a un dirigente contra el que acaban de atentar? Pero es que, además, el comportamiento de ella no casa demasiado bien con la imagen que nos han dado durante todo el film. Encima, sabemos demasiado bien que no será capaz de llevar a término su amenaza, con lo esa escena (por lo demás demasiado larga para mi gusto) termina siendo un añadido absurdo que culmina un desenlace bastante tosco y resuelto, al contrario que el resto de la película, de manera precipitada.
Y no es que La intérprete sea una mala película. Pollack tiene tablas suficientes para hacer un film decente. El problema es que, por su pasado, sabemos que este director es capaz de muchísimo más, de ahí las espectativas creadas y la tristeza al ver que se queda todo a medio cocinar.

Curiosidades.
Si bien el país africano de la película (República Democrática de Matobo) como su presidente (Edmond Zuwanie) son ficticios, muchas de sus características apuntan al Zimbabwe de Robert Mugabe, un político que, como el del film, llegó a la presidencia aclamado por su pueblo para terminar convirtiéndose en un cáncer para su país y vinculándosele con limpiezas étnicas, corrupción y fraude.
Matobo, el nombre del país imaginario de la película, es también el nombre de un parque natural de Zimbabwe.
El Ku, idioma de Matobo en el film, es un idioma inventado expresamente para la película.

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