El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 27 de julio de 2011

Medianoche en el jardín del bien y del mal


Medianoche en el jardín del bien y del mal (Clint Eastwood, 1997), basada en el best-seller del mismo título de 1994 de John Berendt, nos adentra en el Sur profundo de los Estados Unidos y es una nueva demostración de la maestría de Eastwood tras la cámara. Sin embargo, a pesar de la elegante puesta en escena, la película se queda un paso por detrás de lo que nos tiene acostumbrados el brillante director.

Un joven escritor, John Kelso (John Cusack), es enviado por una revista a Savannah para escribir un reportaje sobre la prestigiosa fiesta de Navidad que cada año organiza Jim Williams (Kevin Spacey), un excéntrico millonario local. La visita, sin embargo, se verá alterada drásticamente cuando el señor Williams es detenido acusado de asesinar a un joven empleado suyo, Billy Hanson (Jude Law), quién resulta que era su amante.

No siempre las novelas de gran éxito se convierten en grandes películas. Y este es el caso ahora. Medianoche en el jardín del bien y del mal es quizá una de las películas menos exitosas de su director y, sin duda, de las que menos favores del público ha suscitado. Por un lado, tenemos una trama un tanto complicada, más que por la historia central, que se puede resumir en un par de líneas (millonario acusado de asesinato y el correspondiente juicio con cierta dosis de intriga e incertidumbre), por las pequeñas historias paralelas que van naciendo como ramas en un árbol. Y es esta complicación, que el buen hacer de Clint Eastwood resuelve con cierta facilidad, al menos narrativamente, de pequeñas historias lo que termina por debilitar el ritmo de la película y la prolonga de manera un tanto innecesaria. El resultado es que el film se hace un tanto largo, pesado incluso en algún momento, y hasta me ha parecido ver pequeños saltos en el hilo narrativo o en el encadenamiento de secuencias tal vez provocados por algunos cortes no muy bien resueltos, pero quizá motivados por la intención de no extender demasiado la película.

Las historias a las que me refiero son las que implican a Minerva (Irma P. Hall), la practicante de vudú, y al travesti Chablis Deveau (The Lady Chablis), que en realidad es una conocida drag-queen de Savannah que se interpreta a sí misma en la película. Ambas ramificaciones parecen estar traídas de manera un tanto forzada a la historia principal y, si bien la enriquecen en cierta medida, evitando una trama un tanto plana y más convencional, no terminan de resultar del todo convincentes pero, sobre todo, tienen el pernicioso efecto de alargar en exceso la duración del film. Y ello podría no ser malo si la trama principal  tuviera el peso y la emoción necesarios, pero el principal problema de la película es que hay algo en la historia del crimen y el juicio que no termina de engancharnos.

Puede que parte del problema es que la película arranca con un tono un tanto ligero, rondando la comedia por momentos, lo que nos distancia un tanto de los personajes. Luego, cuando empieza la parte seria, Eastwood sigue sin dramatizar la historia en la medida de lo necesario para que nos involucremos más intensamente. El resultado es que vamos siguiendo el desarrollo de la trama de manera distante, algo fría, con lo que se pierde toda la emoción, la incertidumbre, el deseo de descubrir la verdad. Es como si nada nos importase de manera realmente seria. Al menos es lo que me sucedió a mí: estaba viendo la película a una considerable distancia, con cierta curiosidad, pero sin implicarme, sin vivirla. Y aquí radica precisamente la gran virtud de la mayor parte de los films de Eastwood, que tienen una carga humana muy intensa y nos hacen vivir los problemas de los personajes casi como si fueran nuestros; algo que en este caso brilla por su ausencia.

¿Puede ser que la historia resulte increíble desde el principio? Es posible que haya algo de eso. Es posible también que la sorpresa que invade a John Kelso desde su llegada a Savannah nos contagie a nosotros y no terminemos de centrarnos. Pienso que el problema de fondo es la densidad de la historia y su complejidad para resumirla en un film de duración más o menos estandar. Pienso que el tono utilizado no es el apropiado. Pero pienso también que no es del todo un film fallido.

El reparto, por ejemplo, me gustó mucho. Tanto Kevin Spacey como John Cusack me parecen muy buenos actores y el resto de secundarios considero que cumplen muy bien. Lo mejor de todo, sin embargo, está en la puesta en escena: iluminación, vestuarios, decoración, la manera elegante en que está contada la película...para mí son estos aspectos lo más sobresaliente del film. Por el contrario, los diálogos carecen de brillantez y el final me pareció un tanto forzado, demasiado moralista, en una línea que no suelo esperarme en películas de Eastwood.

El problema, en definitiva, de Medianoche en el jardín del bien y del mal es que está dirigida por Clint Eastwood, lo que hace que esperemos mucho más de una película suya. Lo que hubiera sido una buena obra de estar dirigida por otro director, en manos de Eastwood no pasa tan holgadamente el filtro, porque nos tiene acostumbrados a mucho más y esperamos siempre la excelencia en cada uno de sus trabajos. Así que puedo decir que me decepcionó un poco, aunque insisto en que no es un mal film, sólo que no tiene un acabado tan brillante como uno hubiera querido y esperado.

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