Basada en la novela de mismo nombre de John le Carré, antiguo agente secreto británico, con la autenticidad y verosimilitud que dicho pasado le confiere a sus relatos, El espía que surgió del frío (Martin Ritt, 1965) respeta muy fielmente el original y se nos presenta como una interesante película donde el punto fuerte es, sin duda, la excelente trama argumental, inteligente y sorprendente.
Alec Leamas (Richard Burton) está pasando una mala racha. Sus agentes en la Alemania comunista están siendo desenmascarados y eliminados uno tras otro. Para intentar poner fin a esa situación, la inteligencia británica idea un plan en el que Alec debe desertar a Alemania Oriental y hacer que colabora con el enemigo para, en realidad, tender una trampa al jefe del espionaje alemán (Peter Van Eyck) responsable del mal momento del espionaje británico.
El mundo del espionaje que retrata John le Carré en sus novelas es gris, desencantado y lleno de sombras y sus personajes tienen más de perdedores que de glamorosos espías estilo James Bond. Martin Ritt ha sabido recoger estas premisas y plasmarlas en esta primera adaptación al cine de una novela de John le Carré, creando una película triste y sórdida poblada de personajes solitarios, desencantados y tristes que han perdido la fe en casi todo. En este sentido, la elección del blanco y negro se antoja perfecta, remarcando la vida gris de los personajes así como la decrepitud de los ambientes en que se mueven. La banda sonora, sin embargo, no termina de convencerme. Creo que uno de los problemas de los films de los años sesenta es precisamente la elección de las bandas sonoras, demasiado "chirriantes", y culpables de que muchas obras de aquellos años no hayan envejicido muy bien.
La interpretación de Richard Burton es otro de los puntos fuertes de la película. Con una actuación muy parca en gestos, con un aire de agotamiento y desilusión abrumadores, Burton nos transmite a la perfección el desencanto y derrotismo de su personaje. Por desgracia, el resto del reparto, si bien resulta correcto, carece realmente de atractivo y se limitan a cumplir sin más.
Pero el verdadero punto fuerte de la cinta es su argumento: una trama ciertamente enrevesada, muy inteligente, sorprendente y, lo más importante de todo, absolutamente creíble de principio a fin. Aquí reside la fuerza de El espía que surgió del frío, en todo momento tenemos la certeza de que es así como realmente debía de ser el mundo del espionaje durante la guerra fría, lleno de mentiras, de crueldad, de traiciones, de luchas oscuras y sin gloria donde la victoria tenía a menudo un sabor en verdad muy amargo.
Quizá donde flojea un poco la película es en el ritmo. Ritt no ha sabido darle al desarrollo la dosis necesaria de emoción y de agilidad, con lo que el film transcurre sin el nervio necesario. Parece como si Ritt se hubiera contagiado del desencanto de la historia y se le hubiera filtrado el mismo en la manera de plasmarlo en imágenes. Es por ello que hay momentos en que la historia nos deja algo fríos, no llegamos a involucrarnos como hubiera sido deseable e incluso al final, cuando el argumento da un giro inesperado y sorprendente, falta la intensidad necesaria. Hasta el instante final se presenta sin mucho nervio y echamos de menos algo más de carga dramática.
A pesar de ello, El espía que surgió del frío es un film muy recomendable para hacernos una idea fidedigna del mundo de los agents secretos, para disfrutar de una trama sorprendente y muy inteligente y para disfrutar de un retrato de unos personajes y una época donde se dejan de lado las hermosas teorías para mostrarnos la triste relidad de un mundo de mentiras y engaños, despiadado y terriblemente gris.
Richard Burton recibió una nominación al Oscar como mejor actor y la película otra a la mejor dirección artística en blanco y negro, pero no ganó en ninguno de estos apartados.
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