El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 3 de mayo de 2012

El ojo de la aguja



Dirección: Richard Marquand.
Guión: Stanley Mann (Novela: Ken Follett).
Música: Miklós Rózsa.
Fotografía: Alan Hume.
Reparto: Donald Sutherland, Kate Nelligan, Stephen MacKenna, Christopher Cazanove, Philip Martin Brown, George Belbin, Faith Brook, Barbara Graley.

Adaptación de la novela homónima de Ken Follett, El ojo de la aguja (1981) es un film de espionaje donde lo mejor, sin duda, es el interesante argumento, lleno de tensión, que no nos dará un respiro de principio a fin.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Henry Faber (Donald Sutherland) parece un civil más inglés que trabaja para la Administración inglesa. Pero en realidad es un astuto espía alemán que intenta prevenir a los nazis de los movimientos de tropas inglesas y para ello no dudará en quitarse de en medio a cualquiera que pueda descubrir su verdadera identidad. Su nombre en clave es La Aguja.

Si en los años sesenta las novelas de espionaje se centraron principalmente en la Guerra Fría, sobre todo a partir de la famosa crisis de los misiles cubanos, los setenta supusieron una vuelta atrás en cuanto a los argumentos de este tipo de obras. Los malos de turno volvieron a ser los nazis, recurso eficaz que seguía dando mucho juego. De ahí que el argumento de la novela de Ken Follet se centre en la Segunda Guerra Mundial y su protagonista sea un espía despiadado. Porque, como bien decía Hitchcock, cuanto más perverso y odioso resulte el malo de turno, mejor funcionará la historia.

Y la verdad es que El ojo de la aguja nos presenta a un espía impasible y muy eficaz. Faber parece tener siempre a mano su navaja para salir airoso de cualquier contratiempo. El acierto del planteamiento es que vamos a conocer la verdadera identidad de Faber desde el principio, con lo que anticipamos y tememos cada uno de sus movimientos. Sin duda, este personaje es el alma de la historia. Y por eso la película funciona tan bien, porque Faber parece imparable, es frío, muy astuto, un punto desalmado y no comete errores.

La historia poco a poco va ganando en intensidad a medida que el servicio de contraespionaje inglés va cerrando el círculo en torno a Faber. Pero la mejor parte es, sin duda, a partir de la llegada del espía a la Isla de las Tormentas, donde sólo viven el matrimonio formado por un paralítico, David (Christopher Cazenove), su esposa Lucy (Kate Nelligan) y su hijo pequeño Jo (Jonathan Nocholas Haley) y un viejo farero alcohólico. Además de sentir el peligro que se cierne sobre ellos, asistimos al breve romance de Faber y Lucy, que cambiará el curso de los acontecimientos. Es entonces cuando veremos por fin un punto débil en Faber, al no ser capaz de matar a Lucy, por la que parece sentir un afecto sincero. Y es este giro en la historia un elemento que enriquece sin duda la trama, aportando un punto de humanidad y de cierta ternura a la figura del espía alemán. La escena en que Faber, apesadumbrado, se despide de Lucy es maravillosa: La guerra nos ha enfrentado a ti y a mí. ¿No lo comprendes? Yo sólo cumplía con mi deber, no podía hacer otra cosa. Lo siento. Adiós.

Sin embargo, a pesar de contar con un argumento muy bueno, tengo la impresión que el trabajo de Richard Marquand no es todo lo eficaz que debiera. Por un lado, la manera de contarnos la historia es un poco fría y da la sensación de que los medios con los que contaba tampoco eran los mejores. Se nota la limitación de presupuesto y ello se hace muy evidente en algunas escenas filmadas en estudio y que no están del todo logradas. En especial, me viene a la mente la carrera de Donal Sutherland persiguiendo a la esposa hacia el faro; los primeros planos del actor resultan muy malos y es algo que hubiera podido evitarse porque, de hecho, cuando se filma a Kate Nelligan corriendo se hace en un plano lejano que resulta mucho más convincente.

Donald Sutherland, sin hacer el papel de su vida, resulta un espía bastante creíble y realmente inspira mucho miedo, sobre todo cuando saca su navaja, e igualmente está muy bien cuando los sentimientos por Lucy sacan a relucir su lado más sensible. Kate Nelligan está muy guapa y del todo convincente, tanto en su faceta de mujer deprimida por la frialdad de su marido como asustada al descubrir los crímenes de Faber. Y también me gustó el trabajo de Christopher Cazenove. En general, creo se trata de un buen reparto formado por actores no demasiado conocidos pero que funciona correctamente.

Así pues, tenemos un film bastante interesante, con una buena dosis de intriga e incertidumbre que no defraudará a los amantes del género. ¿Que podría haber dado algo más de juego? pues sí pero, dentro de su modestia y salvando algunos detalles menores, es una película que funciona muy bien y nos da lo que le debemos pedir a un film de estas características: mucha tensión y un buen entretenimiento.

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