El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Los contrabandistas de Moonfleet



Dirección: Fritz Lang.

Guión: Margaret Fitts (Novela: J. Meade Falkner).

Música: Miklós Rózsa.

Fotografía: Robert H. Planck.

Reparto: Stewart Granger, George Sanders, Joan Greenwood, Viveca Lindfors, John Whiteley, Melville Cooper, Jack Elam, Ian Wolfe, Dan Seymour.

Los contrabandistas de Moonfleet (1955) es la segunda película que realiza el director alemán para la Metro. Un film de aventuras un tanto atípico que deja un tanto de lado la acción para centrarse más en la relación de un adulto y un niño.

Cuando siente que va a morir, la madre de John Mohune (Jon Whiteley), un niño de ocho años,  lo envía  al encuentro de Jeremy Fox (Stewart Granger), un antiguo novio de juventud, para que cuide del muchacho. Pero Jeremy Fox intentará deshacerse del niño, que le trae recuerdos que no desea rememorar.

Película de encargo basada en la novela Moonfleet de John Meade Falkner donde Lang utiliza por primera vez el cinemascope. No era un proyecto ambicioso, más bien se trató de un film de limitado presupuesto que delataba las escasas ambiciones del encargo. El resultado fue una película no muy bien acogida por la crítica en su día, aunque rescatada posteriormente por los incondicionales de Fritz Lang.

La verdad es que Los contrabandistas de Moonfleet tiene sus luces, pero también sus sombras. Podría decirse que en conjunto es un film un tanto extraño, como si al montarlo le hubieran cortado algunos momentos importantes de la historia. Por ejemplo, la relación de Fox con su banda o con su futuro socio, Lord James Ashwood (George Sanders), no está bien definida. Los personajes son presentados sin una justificación conveniente y se quedan un tanto difusos. Tampoco abundan las escenas de acción, con lo que la película carece de la épica o el dinamismo que se podría esperar de un film de aventuras. Y tal vez aquí resida en parte el error: clasificado como de aventuras, este film parece no encajar del todo bien por la noción que solemos asociar a esta adscripción. Por ejemplo, el propio personaje de Fox resulta desconcertante. Sabemos que es un contrabandista, pero al ser el protagonista esperamos de él cierta nobleza, pero carece por completo de ella hasta los últimos momentos de la trama. O quizá es que Lang no supo profundizar más en sus sentimientos. Con lo cuál, lo más interesante de la historia, que es la relación del pequeño con Fox, no se explota de todo convenientemente. El niño le trae de pronto todo su pasado y Fox descubre que no lo ha superado y que siempre estará enamorado de la madre de John. Pero Lang no entra de lleno en la corazón de esa relación; la adivinamos, pero nada más. No nos muestra con detalle la transformación que se va produciendo en Fox a medida que se va encariñando con el pequeño. Tal vez por tener que encajarla en un marco de cine de aventuras, pero el caso es que esa relación daba mucho más de sí.

La película se nos queda un tanto fría y los momentos de cierta intensidad se quedan reducidos a un par de escenas (la del pequeño cantando la canción sería quizá la más bonita de todas). Ese distanciamiento, la frialdad general del film, es lo que termina perjundicando verdaderamente a la historia. Como, por ejemplo, la escena de la despedida del niño y Fox, quizá el momento cumbre, me parece un tanto desperdiciada, narrada sin toda la pasión que necesitaba.

En cambio, la película tiene una espléndida fotografía y en general una puesta en escena bastante convincente. A pesar del limitado presupesto y de rodarse en decorados, visualmente es brillante.

En cuanto al reparto, la verdad es que Stewart Granger, sin ser un actor demasiado expresivo, sí que al menos tiene una presencia poderosa, realzada por un vestuario magnífico, elegante y colorido. También es muy meritorio el trabajo del pequeño Jon Whiteley que, dentro de las lógicas limitaciones de un niño, resulta bastante convincente. No hay una actriz de peso por contra, tanto Joan Greenwood (Lady Clarista Ashwood) como Viveca Lindfors (Mrs. Minton) están en un segundo plano casi siempre. George Sanders cumple sin más en un papel que tampoco se encuentra del todo bien definido. En general, los personajes secundarios no están del todo bien dibujados y por aquí flojea un poco toda la historia.

Así pues, Los contrabandistas de Moonfleet resulta un film un tanto falto de definición. Posee elementos interesantes pero da la impresión que la historia no se trabajó todo lo bien que hubiera sido deseable, quedando demasiadas lagunas en la misma. No deja de ser una película salpicada de buenos momentos, pero se queda un tanto lejos de las mejores obras de Fritz Lang.

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