El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 15 de octubre de 2012

Toro salvaje



Dirección:  Martin Scorsese.
Guión: Paul Schrader & Mardik Martin (Basado en la autobiografía de Jake la Motta Raging Bull: My Story).
Música: Varios.
Fotografía: Michael Chapman (B&W).
Reparto: Robert De Niro, Cathy Moriarty, Joe Pesci, Frank Vincent, Nicholas Colasanto, Theresa Saldana, Mario Gallo, John Turturro.

Jake La Motta (Robert De Niro) es un joven boxeador que se entrena duramente con la ayuda de su hermano y mánager Joey (Joe Pesci). Su sueño es convertirse en el campeón de los pesos medios. Pero Jake es un paranoico muy violento que descarga su agresividad tanto dentro como fuera del ring.

Toro salvaje (1980) nació por un empeño personal de Robert De Niro, que veía las grandes posibilidades de hacer un film sobre el campeón de los pesos medios Jake La Motta. Finalmente, logró convencer a Martin Scorsese y a Paul Schrader, con quienes había hecho Taxi Driver (1976).

Toro salvaje se situa en las antípodas de Rocky (John G. Avildsen, 1976), la película que había marcado un antes y un después en los films sobre boxeo con su tremendo éxito de taquilla. Scorsese no nos va a contar aquí un cuento de hadas con final feliz. El retrato de Jake La Motta tiene muchas más sombras que luces y tampoco la visión que nos brinda del mundo del boxeo es muy gratificante.

Jake La Motta no es el típico héroe que esperamos encontrarnos en un film biográfico sobre un campeón del mundo. Al revés, desde el primer plano, con La Motta ensayando su monólogo, comprendemos que algo no concuerda con los films biográficos a que estamos acostumbrados. El magnífico guión de Paul Schrader se adentra en el alma del boxeador y nos lo presenta como una persona tremendamente insegura, violenta, irracional, dominado por unos celos incontrolables hacia su esposa Vickie (Cathy Moriarty), fruto de todos sus miedos e inseguridades. Es en el cuadrilátero donde puede dar rienda suelta a toda la violencia que lleva dentro, donde La Motta puede intentar arreglar las cosas, a veces ensañándose con sus rivales, a veces imponiéndose una penitencia que lo redima de sus pecados. Sin embargo, nada consigue salvarle. Su propia ignorancia, la brutalidad de este italoamericano del Bronx, serán un lastre demasiado importante que le va a impedir arreglar nada. Su matrimonio, la relación con su hermano Joey, que es su mánager, su propia autoestima se van deteriorando sin remedio hasta saltar por los aires. Jake acabará solo, arruinado física y moralmente, intentado sobrevivir como cómico que parece seguir recurriendo a la violencia, esta vez verbal, de igual manera que antes utilizaba sus puños. No tiene remedio y no hay esperanza.

Pero si el guión es prodigioso, el trabajo de Scorsese tras la cámara es sobresaliente. Hay que agradecerle, primero, la elección del blanco y negro, aunque parece ser que él preferia el uso del color en un primer momento, lo que le otorga al film un aire de autenticidad y clasicismo perfectos. Pero además, Martin Scorsese filma los combates de un modo perfecto, metiendo la cámara en el mismo cuadrilátero, mirando de frente a los boxeadores y sacando toda la brutalidad a los golpes con algunos momentos en que nos vemos obligados a cerrar los ojos e incluso a apartarnos temiendo que la sangre nos salpique a nosotros al igual que a los espectadores del combate. También nos sorprende el director con el acertado montaje del ascenso de La Motta en su carrera a base de planos fijos e imágenes ralentizadas y también con el uso del color imitando un video casero para resumir algunos momentos importantes en la vida de Jake. De este modo, Scorsese condensa aquellos momentos en los que no desea extenderse demasiado para no alargar en exceso el film. Sin embargo, a pesar de todos los elogios que merece la película, reconozco que en algunos momentos concretos se nota un pequeño bajón en el ritmo. Es el único pero que le puedo hacer a la película.

En cuanto al reparto, decir que es perfecto. El trabajo de De Niro es colosal. Su empeño por encarnar al mejor La Motta posible le llevó a engordar nada menos que cerca de treinta kilos, lo que le acarreó algunos problemas de salud. Su Oscar como mejor actor está más que justificado. Hoy en día, su interpretación aparece como una de las diez mejores de la historia del cine. Joe Pesci hace un soberbio trabajo también, el mejor que le he visto. Y también me sorprendió mucho Cathy Moriarty, debutando con este papel, y que me parece perfecta, transmitiendo de un modo genial una cierta superioridad ante su marido, la dignidad en medio de los golpes y una elegancia y una belleza exquisitas.

Con algunas escenas impresionantes, como el último de los combates contra Sugar Ray Robinson, de una violencia extrema, me gustaría destacar la última, cuando Jake ensaya el discurso de Marlon Brando en La ley del silencio (Elia Kazan, 1954), donde entendemos que los reproches se los dirige La Motta a sí mismo y que constituye un hermoso homenaje a un film muy admirado tanto por Scorsese como por De Niro. 

Toro salvaje es, a día de hoy, la mejor película sobre el mundo del boxeo y una obra maestra indiscutible. Nominada en ocho categorías, incomprensiblemente sólo se llevó dos premios: el Oscar para Robert De Niro y otro al mejor monetaje.

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