El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 2 de octubre de 2012

En honor a la verdad



Dirección: Edward Zwick.
Guión: Patrick Sheane Duncan.
Música: James Horner.
Fotografía: Roger Deakins.
Reparto: Denzel Washington, Meg Ryan, Lou Diamond Phillips, Scott Glenn, Michael Moriarty, Matt Damon, Seth Gilliam, Bronson Pinchot.

Durante una operación en la Guerra de Irak el teniente coronel Nathan Serling (Denzel Washington) dispara accidentalmente sobre uno de sus propios tanques, matando a su mejor amigo. De vuelta a casa, el Ejército oculta el incidente y asigna a Serling la misión de investigar a la capitán Karen Walden (Meg Ryan), una piloto de helicóptero que, a título póstumo, está a punto de convertirse en la primera mujer héroe de guerra que recibe la medalla al honor por una acción en combate.

En honor a la verdad (1996) tiene el honor de ser la primera película norteamericana en tratar el tema de la Guerra del Golfo y fue recompensada por ello con unos muy buenos datos de taquilla. Detalles aparte, el film plantea interesantes problemas éticos o de conciencia, aunque opta por lo más sencillo y por lo que mejor funcione de cara al público.

Para empezar, hemos de reconocer que En honor a la verdad tiene unas hechuras impecables. El film puede presumir de una gran fotografía, un ritmo perfecto que mantiene la tensión y el interés constantemente y una puesta en escena sin mácula alguna. Además, el guión es lo bastante inteligente como para unir dos historias: la trama principal es la investigación sobre lo ocurrido en la última misión de la capitán Walden, pero hábilmente se crea una segunda historia, la de los remordimientos del teniente coronel Serling, para darle peso y sustancia al personaje de Denzel Washington por un lado, y dar pie a unas interesantes reflexiones sobre la verdad, la ética o el honor. Esta parte del relato termina siendo la verdaderamente interesante. La investigación sobre la capitán Walden añade interés, a modo de investigación policial o de film de misterio, pero es la parte menos jugosa, la más convencional y hasta cierto punto bastante previsible. Incluso, es la parte menos creíble del film. Las vueltas que da la historia de la tripulación del helicóptero abatido parecen un tanto forzadas para mantener la emoción y la intriga a toda costa, pero terminan por parecer un tanto teatrales.

Pero la figura de Serling, verdadero eje y motor del drama, es lo que eleva el tono de la historia. Un soldado atormentado por un error y que observa como sus superiores se dedican a mentir para salvar la reputación del ejército. Sin embargo, este personaje daba para mucho más juego del que al final saca el guión, que vuelve a pecar de demasiado conservador y elude comprometerse más. También aquí el desenlace es más que previsible. Pero así todo, es la historia más interesante y la que ofrece los mejores momentos de la película.. Película que, aunque parezca que critica abiertamente a los militares, al final resulta ser todo lo contrario. Hollywood, aunque vierta algunas críticas directas al ejército de los Estados Unidos, al final se las arregla para volver a dejar una imagen bastante positiva de sus fuerzas armadas. 

Y es que el final feliz parecía obligatorio y, lamentablemente, es aquí donde En honor a la verdad nos deja peor sabor de boca. Como no hay sitio para cobardes o malas personas, el guión ya se encarga de dar buena cuenta de los soldados Monfriez (Lou Diamond Phillips), que se suicida, Ilario (Matt Damon), drogadicto, y Altameyer (Seth Gilliam), con cáncer terminal, que son los que no supieron estar a la altura de su deber. Pero donde se riza el rizo es en la suceción de finales concatenados en los que asistimos al desenmarascamiento de las mentiras del general Hershberg (Michael Moriarty), la redención de Serling, la condecoración de la hija de la capitán Walden y el regreso al hogar del teniente coronel. Escenas de una puesta en escena meticulosa. Todo demasiado bonito, demasiado perfecto y demasiado feliz.

En cuanto al reparto, la película es de Denzel Washington por entero. Si no os gusta este actor, mejor no veáis la película. A mí personalmente me resulta bastante creíble y creo que hace un muy buen trabajo. Meg Ryan tiene un papel bastante más secundario de lo que puede intuirse por los títulos de crédito; es una oportunidad para verla lejos de la comedia romántica a la estaba abonada, pero no es que destaque especialmente. En cambio, sí que destaca Lou Diamond Phillips; en las escenas con Denzel Whasington no sólo mantiene el tipo, sino que destaca positivamente. También Matt Damon, con un cambio físico impresionante, está bastante bien. Quién no terminó de convencerme es Michael Moriarty, al que noté bastante inexpresivo. Por suerte, su papel era breve.

En honor a la verdad es una película entretenida, pero bastante convencional y previsible. Es decididamente un genuino producto made in Hollywood, con todo lo que ello implica: buena presentación, buena dosis de patriotismo, pequeñas críticas que no dañen al conjunto y un desenlace reconfortante donde los buenos vuelven a salir triunfadores. Todo muy correcto. Demasiado.

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