El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

viernes, 28 de diciembre de 2012

La carrera del siglo



Dirección: Blake Edwards.
Guión: Arthur A. Ross (Historia: Blake Edwards).
Música: Henry Mancini.
Fotografía: Russell Harlan.
Reparto: Tony Curtis, Jack Lemmon, Natalie Wood, Peter Falk, Vivian Vance, Keenan Wynn, Arthur O'Connell, Dorothy Provine, Larry Storch.

El Profesor Fate (Jack Lemmon) siente una envidia enfermiza por el Gran Leslie (Tony Curtis), un aventurero dedicado a batir records en varias disciplinas, lo que le lleva a sabotear sus hazañas y a intentar superarlas. Cuando Leslie propone a un fabricante de automóviles organizar una gran carrera para demostrar las excelencias de un coche americano, Fate no duda en construir su propio vehículo para derrotar a Leslie en la competición.

La carrera del siglo (1965) viene a demostrar una vez más el especial talento de Blake Edwards para la comedia. No es que se trate de una comedia sofisticada, ni mucho menos. Edwards es un director más próximo al humor un tanto bruto que al refinamiento de Howard Hawks o Ernst Lubitsch, por ejemplo. Pero incluso para este tipo de entretenimientos no vale cualquier cosa y Edwards demuestra que conoce los mecanismos para hacernos reir con bromas muy elementales pero muy bien llevadas a la pantalla.

La prueba más evidente de las fuentes en que bebe el director está en la dedicatoria de esta película a Stan Laurel y Oliver Hardy y la verdad es que el estilo del cine cómico mudo del primer Hollywood está bastante claro en muchas de las secuencias del film, aunque especialmente en la de la pastelería, una brillante escena que no por previsible deja de estar maravillosamente resuelta. Y es en esta eficacia del director donde reside en gran parte el éxito del film. Porque, bien mirada, la película no es ni especialmente original ni sus bromas son un prodigio. Se trata de situaciones bastante previsibles en su mayoría pero que, a pesar de ello y su sencilla comicidad, nos sacan un risa incluso contra toda lógica. Y es que Blake Edwards sabe filmarlas con absoluta maestría, como dosificarlas, como mantener el ritmo y como sacar el máximo partido de los elementos con los que dispone.

Además, el guión está perfectamente trabajado, creando una historia muy atractiva y especialmente dibujando unos personajes excesivos, más próximos a la caricatura que a otros registros, y que funcionan de maravilla. Además, tiene el acierto de no limitarse exclusivamente a la carrera que está en la base de la historia, sino que sabe aderezarla con temas y tramas secundarias que ayudan a que la película sea más variada y mucho más entretenida. Así se toca el tema de la lucha de las mujeres por la igualdad con los hombres, siempre en clave de humor, y en el que se deja ver una mentalidad no muy liberal que muestra que el tema de la igualdad se veía como una pequeña utopía. También se enriquece el argumento con una subtrama que nos recuerda a El prisionero de Zenda y que Edwards resuelve con brillantez, encajándola de manera perfecta en la historia y haciendo de este inciso uno de los momentos más brillantes de la película.

Y donde se demuestra sin ninguna duda el gran saber hacer del director es al comprobar que los ciento cincuenta minutos del film se pasan volando. En ningún momento tenemos la impresión que sobre ningún fotograma del mismo. Y ésto no es nada sencillo de conseguir y mucho menos en un film de humor. Pero vuelvo a insistir: la clave es un guión muy bien trabajado y el oficio de Blake Edwards en este tipo de propuestas, donde se mueve como pez en el agua, sacando petróleo de pequeñas situaciones de lo más elementales.

Parte indiscutible de la buena marcha de la película reside en el reparto, que vuelve a reunir a los protagonistas masculinos de Con faldas y a lo loco (Billy Wilder, 1959). Es cierto que Tony Curtis resulta un tanto relamido y no es un actor que me caiga simpático, pero da el tipo de héroe guaperas y su porte estirado y excesivamente pulcro le van como anillo al dedo. Pero los que lo bordan son Peter Falk, famoso poco después por encarnar al detective televisivo Colombo, y en especial Jack Lemmon porque sus dos papeles (el Prosefor Fate y Príncipe Frederick Hoepnick) parecen estar escritos especialmente para él. Con estos personajes, excesivos e histriónicos, puede sobreactuar todo lo que le apetezca sin miedo, pues es lo que se necesita en este caso. Completa el plantel una hermosa Natalie Wood, radiante como nunca.

No es que estemos tampoco ante una obra maestra. Se trata de un film sencillo pero que logra salir airoso de su principal objetivo: hacernos pasar un buen rato y sacarnos unas cuantas risas, lo cuál es de agradecer. La carrera del siglo no tuvo en taquilla demasiado éxito, a pesar de recibir nada menos que cinco nominaciones, aunque se quedó sólo con el Oscar a los mejores efectos de sonido.

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