El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 8 de diciembre de 2016

La duda



Dirección: John Patrick Shanley.
Guión: John Patrick Shanley (Obra: John Patrick Shanley).
Música: Howard Shore.
Fotografía: Roger Deakins.
Reparto: Meryl Streep, Philip Seymour Hoffman, Amy Adams, Viola Davis, Lloyd Clay Brown, Joseph Foster, Bridget Megan Clark, Lydia Jordan.

Aloysius Beauvier (Meryl Streep) es la estricta directora de un colegio católico en el Bronx, a cuya parroquia llega el padre Flynn (Philip Seymour Hoffman), un párroco cercano y comprensivo que pronto despierta las sospechas de Beauvier.

En una época dominada por el cine de acción, de super héroes y de terror macabro llama poderosamente la atención un film como La duda (2008) que, lejos de caer en efectismo fáciles, juega la baza de la reflexión, obligando al espectador a pensar y deducir por su cuenta qué es lo que ha visto y de qué lado se inclina.

La historia es sencilla: la directora de un colegio, una religiosa estricta y un tanto anticuada, sospecha de la honestidad del sacerdote de la parroquia, el padre Flynn. No tiene pruebas de sus sospechas, sólo su intuición, que se verá reforzada cuando la hermana James (Amy Adams) le informe del comportamiento extraño de un alumno al que el padre Flynn dedica especial atención. Esta es la excusa que necesitaba para confirmarse en sus sospechas. El único inconveniente es que no posee prueba alguna y el padre Flynn logra dar una explicación comprensible a su comportamiento, que parece del todo natural e inocente. A pesar de lo cuál, Beauvier sigue en sus trece. Y se plantea entonces el tema de la calumnia, de cómo se puede destruir la reputación de cualquiera sin nada que lo demuestre, de lo perversa que puede ser una mente obcecada e intransigente como parece ser la de la hermana Beauvier.

Pero no esperemos que el guión nos resuelva las dudas. Nada está claro en esta historia. El director no nos va a resolver el misterio. La clave está en que seamos nosotros los que decidamos, si podemos, quién tiene razón y quién no. Al final, Flynn solicita el traslado de parroquia, quizá por miedo, quizá para evitar males mayores o ¿es esa huída una especie de confesión de su culpabilidad? Las certezas de Beauvier, ¿son fruto de una mente maliciosa y retorcida o su intuición es correcta? No lo podremos afirmar terminantemente. Intuitivamente, tendemos a mostrarnos a favor del sacerdote, un personaje mucho más amable y caritativo que la estricta directora, que suscita nuestra antipatía en todo momento. Es otro de los aciertos del guión: hacernos dudar entre los sentimientos naturales por los protagonistas o la fría razón de lo que pudo pasar. Y cuando parece que empezamos a decantarnos por un bando, Shanley cierra la obra con más dudas. Y es que el director no quiere certezas, no se trata de algo tan sencillo después de todo. El film solamente plantea una posibilidad y con inteligencia deja indicios a favor de ambos lados. Y es que, en contra de la sencillez con la que en el cine se suelen definir los buenos y los malos, la virtud de esta película es dejarlo todo en el aire, permitir que seamos nosotros los jueces, y siempre teniendo claro que en los dos protagonistas hay tantas sombras como luces, tantas verdades como dudas.

Otro punto a favor del guión es la elegancia como está expuesto un tema tan escabroso como el de los abusos sexuales, posibles, eso sí. Y es que no se trata de hacer un alegato contra ellos, lo que está fuera de toda duda, sino de plantear hasta donde se puede o debe llegar para salvaguardar la integridad de un menor o si es lícito arruinar la reputación de alguien sin pruebas claras.

Destacar la elegancia también del director con una puesta en escena muy cuidada y un relato ágil y preciso, sin estridencias ni salidas de tono, dejando que la historia sea la protagonista. Y además, consiguiendo que un film basado en los diálogos y con un desarrollo pausado transcurra con una fluidez increíble.

Uno de los puntos fuertes de La duda es su reparto. No vamos a descubrir ahora a Meryl Streep, una mujer cuya sola mirada es capaz de decir más que un discurso. La película es sin duda un maravilloso juego de actores, pues a su lado está el fallecido Hoffman, impecable, y también la fantástica Amy Adams, logrando contagiarnos su debilidad y su ternura, y una espléndida Viola Davis, en su breve pero intensa aparición.

Es cierto, eso sí, que cuando llega el final nos quedamos un tanto aturdidos. Tenía la impresión de que faltaba algo. Es como si todo lo visto hasta entonces fuera una especie de prolongada presentación de los hechos y parecía que la película quedaba como inconclusa. Supongo que ello se debe a la costumbre de las películas ofrecer un final cerrado, un desenlace que despeja dudas y sella el relato. Y aquí, como decía anteriormente, eso no sucede. No hay una verdad absoluta, de ahí esa sensación de desconcierto que nos deja el final.

La duda obtuvo cinco nominaciones a los Oscars, sin lograr ningún premio finalmente.

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