El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

viernes, 30 de diciembre de 2016

El gran hotel Budapest



Dirección: Wes Anderson.
Guión: Wes Anderson (Historia: Wes Anderson y Hugo Guinness).
Música: Alexandre Desplat.
Fotografía: Robert D. Yeoman.
Reparto: Ralph Fiennes, Tony Revolori, Saoirse Ronan, Edward Norton, Jeff Goldblum, Jude Law, Willem Dafoe, F. Murray Abraham, Adrien Brody, Tilda Swinton, Harvey Keitel, Bill Murray, Owen Wilson.

Zero Moustafa (F. Murray Abrahams) es el propietario del gran hotel Budapest, un legendario establecimiento venido a menos. Una noche, durante una cena, Moustafa le cuenta a uno de sus huéspedes, un joven escritor (Jude Law), cómo llegó a convertirse en el dueño del establecimiento, tras ser contratado de joven por el legendario conserje Gustave H. (Ralph Fiennes).

El gran hotel Budapest (2014) es una de esas películas que no pasan desapercibidas. Wes Anderson parece querer desmarcarse de la tónica general y nos propone un film muy, muy personal. Puede gustarte a rabiar su propuesta o no convencerte, en todo caso, no te dejará indiferente. Y eso, de alguna manera, ya es algo.

La película, para empezar, es de esas que te enganchan ya desde el principio: es un relato contado a través de un par de flash-backs que nos abren las puertas a una historia con tintes casi legendarios. De alguna manera, es como cuando nos adentrábamos, de niños, en las páginas de un apasionante relato de aventuras. El comienzo de la historia es pues muy prometedor.

Y la verdad es que el desarrollo de la misma no nos defrauda. Se trata de una trama rica en personajes y acontecimientos que nunca discurre por caminos conocidos, con lo que las sorpresas están aseguradas. Además, dentro de un tono de comedia, el guión nos depara no pocas sorpresas, algunas con tintes de un humor muy negro, lo que viene a ser como la pimienta de un relato entre fantástico, sórdido y extravagante.

Precisamente, por las promesas iniciales de un relato intenso, misterioso y apasionante, es por lo que el tratamiento ligero, a veces rozando lo surrealista y lo fantástico, no llegó a convencerme del todo. Es algo muy personal, pero me hubiera gustado una historia más ortodoxa, dramática y seria como vehículo de un argumento muy rico y prometedor. Wes Anderson optó por darle un enfoque más ligero y original y seguramente tendrá a muchos espectadores que aplaudan su elección.

Pero sin duda lo que más sorprende es la puesta en escena de Anderson, a medio camino entre un relato de casa de muñecas y un snobismo chillón. Los decorados son especiales, con un gusto por los colores fuertes y donde la cámara juega con los encuadres, siempre en busca de un efecto casi pictórico, algo afectado y a veces, dentro de la sencillez, cercano a la cursilería. Es una opción estética afectada y forzada, no apta para todos los gustos.

Otro aspecto que sin duda merece destacarse es el reparto inflado de actores colosales, al estilo de las producciones de los años setenta del cine de aventuras, donde solían atraer la atención del público con repartos llenos de grandes nombres. Aquí no se trata solo de nombres, sino de grandes actores, como Jude Law, F. Murray Abraham, un genial Ralph Fiennes y, también, el sorprendente Tony Revolori.

El gran hotel Budapest es un film rico, apasionante en muchos momentos, extraño, sin duda, y capaz de engancharte a su historia de un modo casi magnético. Merece la pena adentrarse en ese universo casi imaginario y que, como decía, no te dejará indiferente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario