El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 13 de diciembre de 2016

Shutter Island



Dirección: Martin Scorsese.
Guión: Laeta Kalogridis (Novela: Dennis Lehane).
Música: Robbie Robertson.
Fotografía: Robert Richardson.
Reparto: Leonardo DiCaprio, Mark Ruffalo, Ben Kingsley, Emily Mortimer, Michelle Williams, Patricia Clarkson, Max von Sydow, Jackie Earle Haley, Elias Koteas.

En 1954, los agentes judiciales Teddy Daniels (Leonardo DiCaprio) y Chuck Aule (Mark Ruffalo) acuden a una remota isla, sede de un centro psiquiátrico para dementes peligrosos, para investigar la misteriosa desaparición de una paciente.

Es complicado hacer una crítica equilibrada de Shutter Island (2010), pues Martin Scorsese demuestra que es capaz de mantenernos en vilo durante gran parte del film, al tiempo que el desenlace es como un jarro de agua fría que te deja, pues eso, helado.

El film tiene un comienzo prometedor, con una isla alejada del mundo que, más que un centro psiquiátrico, da la impresión de ser más un centro de alta seguridad con unos guardias que dan más miedo que los pacientes. Scorsese maneja con habilidad estos primeros minutos metiéndonos el miedo en el cuerpo con el sombrío lugar y también dejando entrever que el agente Daniels arrastra un pasado que parece que no le va a dejar en paz.

Y con estas dos premisas, la película sigue subiendo en intensidad, con detalles del centro desconcertantes y las más que justificadas dudas de Daniels sobre lo que se oculta allí; al tiempo que los indicios sobre los problemas mentales del agente se van convirtiendo en certezas, con pesadillas cada vez más vívidas y más escalofriantes. Y además, se introduce un nuevo elemento inquietante: ¿está Daniels siendo drogado por el director del centro, Cawley (Ben Kingsley) o en realidad su salud mental empieza a peligrar?

Y todo ello filmado con gran acierto por Scorsese, apoyado en una banda sonora inquietante y unos decorados sombríos, claustrofóbicos y amenazadores. Sin duda, la película camina con firmeza y nos mantiene en alerta máxima y con la cabeza barajando todas las posibilidades que se insinúan.

Pero aparte de la estupenda puesta en escena, Scorsese cuenta con la ayuda inestimable de Leonardo DiCaprio, con una interpretación magistral, llena de matices, angustiada y angustiosa; pero también me gustaría resaltar el trabajo de Ben Kingsley, grandísimo actor cuya sola presencia provoca un mar de dudas y la promesa de no sé que peligros, pues su fisonomía por sí sola ya es suficiente para crear un gran desasosiego e infinidad de dudas sobre su personaje. Su elección para el papel de director del Psiquiátrico me parece de los más acertada.

El problema viene cuando el guión desvela sus cartas y nos descubre la verdad al desnudo. Y sucede entonces que comprendemos las trampas del argumento, la gran mentira en que se ha basado todo lo visto hasta ese momento. Y nos damos cuenta que nada en la historia tiene mucho sentido y no admite un mínimo análisis lógico. Todo ha sido como un juego, un engaño tramado para crear una intriga irreal y muy poco creíble. Es más, el desenlace podría haber sido cualquier otro, cualquier disparate que se les hubiera ocurrido, hasta el sueño de un domador de elefantes de resaca.

¿Es suficiente la más de hora y media de suspense logrado por Scorsese hasta el momento en que descubre su juego para perdonar el despropósito del final? Aquí cada uno valorará la película de diferente manera. Por mi parte, creo que el planteamiento inicial y las dosis de intriga y miedo tan hábilmente planificadas se merecían un desenlace mucho más digno. No vale cualquier cosa. Se podría haber sido mucho más serio. Así que me quedo con una sensación agridulce y cierto enfado por lo que pudo ser y se quedó medias.

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