El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 13 de noviembre de 2022

Alaska, tierra de oro



Dirección: Henry Hathaway.

Guión: John Lee Mahin, Martin Rackin y Claude Binyon  (Obra: Laszlo Fodor).

Música: Lionel Newman.

Fotografía: Leon Shamroy.

Reparto: John Wayne, Stewart Granger, Ernie Kovacs, Fabian, Capucine, Mickey Shaughnessy, Karl Swenson, Joe Sawyer, Kathleen Freeman, John Qualen, Stanley Adams. 

Año 1900, Sam McCord (John Wayne) y su socio George Pratt (Stewart Granger) encuentran oro en Alaska. Mientras George se queda vigilando su mina, Sam viaja a Seattle para comprar maquinaria y llevarle a George a su novia para que puedan casarse.

La comedia es un género que no creo que case demasiado bien con el western, de ahí que Alaska, tierra de oro (1960) no me resulte de entrada un film demasiado atractivo. Pero ese no es el principal problema de la película, pues reconozco que esta mezcla puede dar buenos resultados dependiendo del material, pero en este caso la parte de comedia, comedia romántica en realidad, no está demasiado lograda, con lo que el conjunto presenta más sombras que luces.

Básicamente, el problema más serio de la cinta es que como comedia su nivel es bastante básico, asentando la supuesta gracia en tópicos y un humor poco elaborado, como peleas multitudinarias, una al principio y otra al final, que nos recuerdan a lo más casposo del género, remitiéndonos a Terence Hill y Bud Spencer, por poner un ejemplo que todos entenderemos. Incluso la amistad entre Sam y George parece expresarse a base de mamporros que ambos aceptan con naturalidad, en un encasillamiento un tanto tosco de las relaciones personales basadas en un concepto de la hombría un tanto primitiva.

Alaska, tierra de oro tiene, en resumidas cuentas, un tipo de humor más apropiado para niños que para adultos, con bromas demasiado burdas que denotan un nivel bastante pobre. 

Y tampoco en la parte romántica la historia consigue remontar el vuelo. Cualquiera puede adivinar desde el primer encuentro entre Sam y Michelle (Capucine) que la cosa va a terminar con el emparejamiento de ambos, con lo que no hay la mínima intriga en el desarrollo accidentado de su relación. Pero para que el romance funcionara realmente haría falta una mayor profundidad en el planteamiento, cosa que no se da, siguiendo el nivel superficial con que se dibujan los personajes y se desarrollan sus relaciones. De ahí que este romance funcione a un nivel demasiado elemental como para emocionarnos e implicarnos en sus problemas.

El tercer elemento que perjudica la historia es su excesiva duración teniendo en cuenta lo poco que llega a contarnos y la falta de emoción en su desarrollo, con lo que hay momentos en que sentimos cierto cansancio ante escenas que no aportan demasiado a la historia.

Quizá el reparto sea lo más destacable de Alaska, tierra de oro. John Wayne, a pesar de tratarse de una comedia, tiene un rol bastante identificable con otros westerns suyos, representado al hombre rudo, varonil, cabezota y noble que tantas veces encarnó; de ahí que se mueva con naturalidad en su papel y nos ofrezca lo que es de esperar de él. Stewart Granger, con un papel más secundario, cumple también con soltura y mantiene el buen nivel de Wayne. Y en cuanto a Capucine, es verdad que su elegancia natural choca un poco con su papel de cabaretera, pero la encuentro lo suficientemente atractiva como para que nos olvidemos de ese detalle y disfrutemos de su belleza.

Con un final lamentablemente precipitado y sin originalidad, Alaska, tierra de oro se nos queda en un entretenimiento sin demasiada chispa, apto sobre todo para públicos poco exigentes que se conformen con pasar un rato sin buscarle demasiadas vueltas a la película. 

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