El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 15 de noviembre de 2022

Slow West



Dirección: John Maclean.

Guión: John Maclean.

Música: Jed Kurzel.

Fotografía: Robbie Ryan.

Reparto: Kodi Smit-McPhee, Michael Fassbender, Ben Mendelsohn, Caren Pistorius, Rory McCann, Andrew Robert, Edwin Wright, Kalani Queypo.

Jay Cavendish (Kodi Smit-McPhee), un joven escocés, viaja a Estados Unidos en busca de su amada Rose Ross (Caren Pistorius). En el camino, se encuentra con Silas (Michael Fassbender), un pistolero que le ofrece ser su guía.

En una época en la que el western es un género residual, el músico John Maclean, debutando como director, nos ofrece una peculiar película que, sin reinventar el género, ofrece un punto de vista original.

Maclean, quizá consciente de que los grandes temas del western ya han sido exprimidos hasta la saciedad, opta por un planteamiento decididamente estético, quedando el argumento, muy sencillo, en segundo plano. Así, la impresión que tenemos viendo Slow West (2015) es que se trata de un ejercicio casi pictórico, con una evidente elección por la belleza formal reflejada en hermosos paisajes, una fotografía preciosa y algunos planos que podrían enmarcarse por la belleza de las luces, los contrastes o los colores. Desde este punto de vista es necesario aplaudir el buen gusto del director en su puesta en escena.

Pero, como decía, el argumento parece el gran sacrificado. No es que el relato carezca de interés, pues el viaje de Jay nos permite apreciar la visión de un recién llegado a un mundo nuevo para él y a la vez vamos conociendo también al inmaduro Jay, movido por una pasión amorosa tan fuerte como idealista, como solo puede prender en los adolescentes. Jay es puro aún, confiado, aunque en el viaje sufrirá experiencias que le irán dejando huella.

Sin embargo, este proceso de maduración, lo mismo que la figura de Rose y el mismo Silas, no terminan de adquirir la nitidez suficiente para que argumento se equipare en belleza e intensidad con la parte plástica de la película. Para que Slow West tuviera un peso específico más contundente hubiera sido necesario que tanto la historia como sus personajes tuvieran más profundidad, de manera que los diálogos, concisos y a menudo inteligentes, no quedaran como juegos intelectuales un tanto extraños, al recitarlos personajes que no resultan tan consistentes como sus discursos.

Hay quién puede reprocharle también a Maclean el ritmo tan pausado con que nos cuenta la historia, aunque creo que por este aspecto no tengo nada que objetar y considero que es del todo coherente con su elección estética. Slow West es una película para disfrutar con calma, casi paladeándola. 

En cuanto a los actores, Kodi Smith-McPhee logra transmitir su ingenuidad y su inmadurez con total naturalidad, de manera que resulta del todo sencillo comprender sus miedos o su necesidad de confiar en el prójimo. Michael Fassbender, por su parte, parece hecho a la justa medida de su personaje: un tipo duro, de pasado oscuro y buen corazón.

Slow West no pasará a la historia del western como una de sus mejores películas, eso es evidente; pero seguramente los amantes del género, como es mi caso, agradecerán que lo mantengan vivo con obras que, si bien son modestas en líneas generales, se acercan al cine del Oeste desde el respeto a sus códigos y ofrecen visiones renovadas y personales que pueden gustar más o menos, pero resultan honestas.

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