El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

viernes, 11 de noviembre de 2022

Los productores



Dirección: Mel Brooks.

Guión: Mel Brooks.

Música: John Morris.

Fotografía: Joseph Coffey.

Reparto: Zero Mostel, Gene Wilder, Estelle Winwood, Christopher Hewett, Kenneth Mars, Lee Meredith, Renee Taylor, Andreas Voutsinas, Bill Hickey, David Patch, Dick Shawn.

Un productor arruinado, Max Bialystock (Zero Mostel), con la ayuda de Leo Bloom (Gene Wilder), un aburrido contable, pone en marcha un plan para hacerse ricos con el fracaso de una obra teatral.

Primer largometraje de Mel Brooks, que firma también el guión, Los productores (1967) es una comedia un tanto chabacana, típico ejemplo de un humor nada refinado.

Hacer una buena comedia es tal vez uno de los retos más complicados del mundo del arte. Se requiere ingenio, buen gusto e imaginación, todo de lo que parece carecer el bueno de Mel Brooks, cuyo sentido del humor es bastante primitivo, como nos muestra esta película con meridiana claridad.

El argumento pasa a un segundo plano y parece cumplir la mera función de servir de base para el despliegue de todo el arsenal de bromas que el director debió considerar desternillantes, pero que provocan más pena que risa.

Los personajes, por ejemplo, son realmente caricaturas groseras, rozando el esperpento. Se comportan como neuróticos y la supuesta comicidad reside en gritos desmedidos, diálogos absurdos y actitudes extravagantes. Y al igual que el argumento, son figuras sin profundidad, elementales, en una concepción muy básica a la que no le importa dotarlos ni de profundidad ni de verosimilitud.

Al tiempo que personajes rocambolescos, el humor de Mel Brooks se asienta en tópicos un tanto infantiles y demasiado vistos como para que sorprendan, como el sexo o la homosexualidad, por ejemplo.

Es un tipo de comedia que ha tenido éxito entre amplios sectores del público, por lo que no dudo que Los productores pueda resultar graciosa para determinado tipo de espectadores pero, sinceramente, a mí me pareció vulgar, aburrida, predecible y llena de tópicos evidentes y poco sutiles.

Lo mejor, sin lugar a dudas, es el trabajo del elenco. Es cierto que sus interpretaciones son aparatosas, muy teatrales, pero se corresponden lógicamente con el estilo de humor de la propuesta de Mel Brooks, por lo que dentro de su artificiosidad resultan consecuentes y funcionan bien, en especial Zero Mostel que logra dar cierta gracia a su explosivo personaje. Gene Wilder, fiel a su estilo menos aparatoso, da el punto de pausa a la pareja protagonista. 

Más adelante, Mel Brooks se fue especializando en realizar parodias de películas de éxito, dejándonos títulos como El jovencito Frankenstein (1974), su mejor película con diferencia,  Soy o no soy (1983), La loca historia de las galaxias (1987) o Las locas, locas aventuras de Robin Hood (1993).

Curiosamente, Los productores se llevó el Oscar al mejor guión original, lo cual no deja de asombrarme.

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