El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 6 de noviembre de 2022

La vida en un hilo



Dirección: Edgar Neville.

Guión: Edgar Neville.

Música: José Muñoz Molleda.

Fotografía: Henri Barreyre (B&W).

Reparto: Conchita Montes, Rafael Durán, Guillermo Marín, Julia Lajos, María Brú, Alicia Romay, Eloísa Muro, Juanita Mansó, Julia Pachelo, Joaquina Maroto, María Saco, Joaquín Roa, Manuel París.

Mercedes (Conchita Montes), una joven viuda, abandona el que fuera su hogar con su marido en el norte y regresa a Madrid. En el viaje, conoce a una vidente (Julia Lajos) que le cuenta cómo habría podido ser su vida si en lugar de casarse con Ramón (Guillermo Marín) lo hubiera hecho con Miguel Ángel (Rafael Durán), su verdadero gran amor.

En unos años oscuros del cine español, La vida en un hilo (1945) se presenta como un film moderno y novedoso. 

La historia plantea cómo puede cambiar la vida de una persona, Mercedes en este caso, simplemente por motivos del azar: tomar un camino u otro, salir de casa en un momento determinado o aceptar la ayuda de un caballero o de otro. Este planteamiento, lo qué habría poder pasado, que veremos al año siguiente en ¡Qué bello es vivir! (Frank Capra, 1946), por ejemplo, da pie a una amable comedia donde Neville sabe jugar con los saltos en el tiempo creando un simpático cuento donde alterna con habilidad el pasado real de Mercedes con el que habría podido vivir al lado de Miguel Ángel.

Este juego, que seguramente todo el mundo se imaginó en algún momento de su vida, le sirve también al director para realizar un agudo repaso de las costumbres y la moralidad de la época, al tiempo que critica sin disimulos a esa burguesía celosa de su estatus, pero ignorante y mezquina, apegada a tradiciones que les dan una fachada de respetabilidad tras la que se oculta cierta crueldad derivada de un mal entendimiento de la decencia y carente del espíritu caritativo de una religión que esgrimen con orgullo pero sin entenderla. Especialmente, Neville se ceba en las personas de bien de provincias, encerradas en un mundo pequeño y falso, de críticas y juicios contra todo lo que resulte diferente, y donde la mentira y los rumores infundados corren como verdades incuestionables sin reparar en daños.

Pero, al tratarse de una comedia, esta visión crítica, con ser bastante certera, se presenta sin demasiada crudeza, aunque la andanada esté servida.

Sin restar méritos a la cinta, es verdad que le falta algo más de dinamismo en algunas secuencias, tal vez alargando demasiado el juego de contrastes entre el pasado real y el posible, con lo que hacia la mitad de la película el ritmo desciende por momentos.

El trío protagonista me pareció bastante acertado, destacado Rafael Durán gracias a su personaje, sin duda el mejor de los tres, con un guión muy atinado que le aporta a Miguel Ángel un punto de surrealismo realmente refrescante. Conchita Montes, a la que se relacionó sentimentalmente con Edgar Neville, tampoco desentona en absoluto, brillando más cuando está en pantalla con Durán, pues es la parte más interesante de la historia.

En cuanto al final, es verdad que resulta un tanto forzado y bastante improbable. Pienso que no era necesario juntar de ese modo a los protagonistas, aunque en defensa del espíritu romántico es un final que supongo que muchos espectadores firmarían para sí mismos si pudieran y que refuerza la idea de cuento amable de la película.

 La vida en un hilo, a pesar del tiempo transcurrido, me ha parecido una comedia que sigue resultando válida en la actualidad y que al lado de algunas actuales, nacionales o extranjeras, defiende sus valores con orgullo.

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