Dirección: Stuart Heisler.
Guión: Nunnally Johnson (Novela: Alan LeMay).
Música: Arthur Lange.
Fotografía: Milton Krasner (W&B).
Reparto: Gary Cooper, Loretta Young, William Demarest, Dan Duryea, Frank Sully, Don Costello, Walter Sande, Russell Simpson, Arthur Loft, Willard Robertson, Ray Teal.
Melody Jones (Gary Cooper) y su amigo George Fury (William Demarest) llegan a un pequeño pueblo donde Melody es confundido con un peligroso forajido, Monte Jarrad (Dan Duryea).
El caballero del Oeste (1945) es uno de los westerns más atípicos que he visto. A medio camino entre un film del oeste tradicional y una comedia, el guión tiene puntos surrealistas que no sabes bien como encajar. Resumiendo un poco, el argumento va sobre un vaquero que, al ser confundido con un pistolero, acepta la suplantación para ayudar a la atractiva Cherry (Loretta Young), amiga del forajido, de la que se ha quedado prendado nada más verla. El enredo es ya de por sí un tanto curioso, pero tal y como se desenvuelve la historia, el asunto no para de ganar en extrañeza hasta el punto de que algunas escenas son realmente sorprendentes.
Incluso, a veces tenemos la impresión de que el guión avanza un poco a trompicones, con un desarrollo de la trama entre ilógico y chapucero, con momentos que parece que han quedado incompletos, personajes que desaparecen de la escena sin ninguna explicación lógica, duelos extraños..., en definitiva, un cúmulo de situaciones tan sorprendentes que te dejan boquiabierto.
No es pues por el argumento por donde El caballero del Oeste va a convencernos, simplemente debemos aceptarlo como algo curioso al que no podemos analizar con mucha profundidad, pues nos encontraríamos en un callejón sin salida. Y sin embargo, la película no deja de tener cierto encanto. Tal vez por la presencia de Gary Cooper, con su innegable atractivo, o por su curiosa historia de amor con Loretta Young, una mujer que, sin ser la mayor belleza de Hollywood, poseía algo que te mantenía pendiente de ella, una mezcla de fuerza y atractivo muy peculiares.
Otro punto muy interesante es la maravillosa fotografía de Milton Krasner que explota muy hábilmente los juegos de luces y sombras y nos proporciona algunas escenas de una belleza incontestable.
En definitiva, una película con un argumento extraño, que no termina de funcionar, pero que se deja ver con agrado, pues hay tantos giros curiosos que logran mantenerte en vilo, disfrutando de un film tan original como atípico.
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