El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 27 de enero de 2018

Blade Runner 2049



Dirección: Denis Villeneuve.
Guión: Hampton Fancher y Michael Green (Historia: Hampton Fancher).
Música: Hans Zimmer y Benjamin Wallfisch.
Fotografía: Roger Deakins.
Reparto: Ryan Gosling, Harrison Ford, Ana de Armas, Jared Leto, Sylvia Hoeks, Robin Wright, Mackenzie Davis, Carla Juri, Lennie James, Dave Bautista, Edward James Olmos.

Año 2049. Una nueva generación de replicantes se ha integrado perfectamente en la sociedad. Los nuevos blade runners, también replicantes, programados para obedecer, se dedican ahora a intentar erradicar a los viejos Nexus-8.

A veces cuesta entender el por qué Hollywood se empeña en hacer nuevas versiones o, como en este caso, continuaciones de grandes clásicos del cine porque el resultado, salvo muy contadas excepciones, suele resultar frustrante. Bueno, el por qué está claro: el dinero. Otra cosa es que me cueste entenderlo.

En el caso de Blade Runner 2049 (2017), la tarea que tenía ante sí Denis Villeneuve era un imposible. La película de Ridley Scott no solo era perfecta, sino que tenía algo imposible de copiar: era original. Por lo tanto, cualquier secuela iba a partir de la premisa de que no podría sorprender como lo hizo el film de 1982 y, además, las comparaciones serían inevitables.

Quizá la mejor recomendación que puedo hacer a aquellos que no vieron aún Blade Runner, es que no la vean a propósito antes de ver la película de Villeneuve. Será la única manera de poder tener una valoración sin condicionamientos del film que nos ocupa.

En mi caso, he visto y admirado varias veces la obra de Ridley Scott pero, animado por las buenas críticas sobre esta entrega, me esperaba una digna continuación de aquella obra maestra. Quizá algo inferior, pero digna. Por desgracia, la película de Villeneuve me ha defraudado bastante.

Para empezar, había que conservar la estética de la primera entrega. Eso parecía obvio. El problema es que me ha parecido que Villeneuve se ha cegado por los aspectos visuales de su obra, creando un film impactante en el terreno formal, con una cuidada fotografía, unos planos cargados de belleza, coloridos, con una banda sonora que intenta conseguir la misma fuerza que la de Vangelis en la película de 1982, pero perdiendo quizá el alma que debía albergar ese preciosismo visual. Y es que Blade Runner 2019 es apabullante visualmente, pero fría y un tanto artificial. Si con Ridley Scott parecíamos sumergirnos en un mundo futurista casi palpable, con Villeneuve cuesta pensar que ese universo colorido sea algo más que un lujoso decorado.

Pero quizá lo peor de todo sea el contenido, el argumento de esta película. Y la manera de desarrollarlo. También aquí la obra de Villeneuve me pareció rebuscada, pretenciosa y terriblemente lenta y fría. Una historia se puede contar con parsimonia, es cierto, pero ha de conseguir engancharnos, hacer que vibremos con los personajes. Y eso no me ha sucedido aquí. Tampoco ayuda  el jugar durante demasiado tiempo al despiste, con personajes y situaciones que hasta bien entrada la película no descubrimos su papel en la historia. Incluso, en algunos momentos, me sentí desfallecido ante un espectáculo tan frío. Y es que entre, la parsimonia del relato y su desproporcionada duración, había momentos que me costaba no tirar la toalla. Solo cierta cabezonería me mantuvo firme hasta el final.

Es cierto que el último tercio de la película se anima un poco. Esa parte final, sin ser excepcional, al menos planeta algunas reflexiones que entroncan con las de la primera entrega. También el desenlace aporta algo más de acción. Pero aún así, la historia no terminó de convencerme. Tuve la sensación de que, mientras Blade Runner era un film coherente, con un mundo con su propia vida, con personajes con algo que aportar y que creaban un universo completo, en esta ocasión me parecía que todo se centraba en unos personajes como ajenos a todo, un duelo de unos pocos protagonistas que estaban como aislados en su mundo, independientes de todo cuanto les rodeaba.

En cuanto al reparto, creo que Ryan Goslin es una buena elección, aunque la frialdad que imprime el director a toda la película lastra un poco a su personaje, de una pasividad por momentos difícil de asumir. Harrison Ford y Edward James Olmos establecen la conexión con la película original, aunque me hubiera gustado que su papel no fuera tan secundario, pues quizá tirando más del hilo de la obra de Scott se hubiera ganado algo más de profundidad en esta historia.

En definitiva, puede que la película haya cosechado grandes críticas. No niego que formalmente la propuesta sea impecable, con la ayuda inestimable de la tecnología actual. Pero la esencia de una película no está en su estética ni en los deslumbraste de sus efectos especiales. Está en contar algo interesante, con sentido. Y Blade Runner 2049 carece de esa fuerza interior.

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