Dirección: Joseph Ruben.
Guión: Ronald Bass (Novela: Nancy Price).
Música: Jerry Goldsmith.
Fotografía: John W. Lindley.
Reparto: Julia Roberts, Patrick Bergin, Kevin Anderson, Elizabeth Lawrence, Kyle Secor.
Para poder escapar de Martin (Patrick Bergin), un marido maniático y posesivo que la maltrata, Laura (Julia Roberts) finge su propia muerte.
Un año antes de estrenarse Durmiendo con su enemigo (1991), Julia Roberts había arrasado con Pretty Woman (Garry Marshall), por lo que se entiende el tirón en taquilla de esta cinta de suspense que, bien mirada, tiene más de serie B que de producción consistente.
La historia es bastante sencilla: Laura no soporta más a su marido, un maltratador obsesivo. Sabe que su esposo nunca la dejará marcharse, por lo que no le queda más solución que simular su muerte para librarse de una vez por todas de Martin. Y en ese plan y su ejecución tenemos en realidad lo mejor de la película, con unos minutos bastante intensos.
El problema es que a partir de ahí la historia decae bastante, especialmente toda la parte en que Laura intenta empezar una nueva vida y conoce a un joven, Ben (Kevin Anderson), que se interesa por ella. Toda esta parte, con Laura intentando vencer sus miedos y desconfianza hacia los hombres resulta bastante plana y repetitiva.
Solamente cuando Martin descubre que Laura está viva y empieza a acercarse a ella, el interés parece volver a subir algo, pero tampoco demasiado, porque en el fondo descubrimos que el guión es bastante limitado y en toda la parte central lo único que intenta es alargar como pueda la historia para poder llegar al desenlace. Desenlace tan descolorido y precipitado que ni con mucho llega a compensar todo el tiempo que hemos tenido que soportar antes para llegar a ese momento.
Durmiendo con su enemigo es tan poca cosa que hasta las trampas del guión, porque el guión además de pobre es tramposo, son pequeñas: al principio, en la escena de la playa, queriendo sugerir que Laura es feliz al lado de Martin, y al final, con la "resurrección" de Martin buscando un último toque dramático.
Incluso el reparto denota la escasa ambición que parece poseer la cinta. Es verdad que Patrick Bergin resulta inquietante y aporta una frialdad a su personaje muy eficaz, pero en realidad Martin es un personaje muy plano y sus detalles de crueldad resultan casi gratuitos por la simplicidad del guión a la hora de perfilarlo. Por su parte, Kevin Anderson me pareció una elección muy mala para jugar el papel del vecino que enamora a Laura. Es un actor sin carisma y muy limitado en su trabajo, palideciendo ostentosamente al lado de Julia Roberts.
De hecho, ella es la única nota de calidad de la cinta y solo por su presencia merece la pena verla. Sin ella podríamos estar hablando tranquilamente de uno de esos telefilms estereotipados que parecen hechos en serie para las tardes de domingo. Es más, podríamos preguntarnos cómo aceptó Julia Roberts participar en un proyecto tan pobre.
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