Dirección: M. J. Bassett.
Guión: M. J. Bassett e Isabelle Bassett.
Música: Jack Halama y Scott Shields.
Fotografía: Brendan Barnes.
Reparto: Megan Fox, Philip Winchester, Adam Deacon, Jessica Sutton, Isabelle Bassett, Greg Kriek, Sisanda Henna, Brandon Auret, Kenneth Fok, Calli Taylor, Lee-Anne Liebennerg.
Sam O'Hara (Megan Fox) lidera un grupo de mercenarios encargados de liberar a Asilia (Jessica Sutton), la hija del gobernador, secuestrada por Zalaam (Adam Deacon), un terrorista adscrito a la organización islamista al-Shabaad. El grupo de Sam logra el rescate, pero la huída se complicará seriamente.
La mercenaria (2020) sigue un esquema bastante parecido a muchas películas de acción del estilo de Arnold Schwarzenegger. En concreto, hay ciertas similitudes con Depredador (John McTiernan, 1987), pero ni Megan Fox es Schwarzenegger, ni M. J. Bassett es John McTiernan. Y es que Megan Fox en ningún momento me pareció encajar en su personaje, además de mostrar cierta torpeza en las escenas de acción, con lo que parte del posible atractivo de la cinta se pierde sin remedio.
El comienzo de la película es interesante, especialmente por cómo se van torciendo las cosas para el equipo de Sam desde la misma huída, perdiendo a compañeros y quedándose sin munición. Para colmo, en un giro tan inesperado como interesante, en cuanto encuentran refugio en una granja abandonada empiezan a ser masacrados por una temible leona. Por cierto, en el intento de hacerla realmente terrorífica, los efectos especiales terminan por convertirla en algo demasiado artificial. Para eso, habría sido mejor recurrir a planos rápidos que no permitieran que la viéramos con tanto detalle.
Hasta ese momento, la cinta transcurre con agilidad, tiene escenas de acción bien resueltas y la situación de los protagonistas, acosados por el animal y perseguidos por la gente de Zalaam, crea interesantes expectativas. Pero justo entonces, cuando Bassett parecía tener todos los ases en la mano para mantener un buen tono, es cuando la historia empieza a hacer aguas.
En primer lugar, la estancia en la granja, intentando pedir que los rescaten, se hace demasiado larga. El primer ataque de la leona sorprende, pero el resto resultan repetitivos además de ser totalmente previsibles, por lo que se pierde el factor sorpresa, cayendo el relato en la rutina.
Por otra parte, en esos momentos de calma es cuando el guión (escrito por el director y su hija) aprovecha para adentrarse en los personajes, sus motivaciones, sus miedos o sus traumas. Y aquí, tristemente, comprobamos la banalidad del escrito, incapaz de conmovernos y de hacer creíbles a los personajes. Los diálogos no tienen suficiente fuerza y la sensación es más de relleno que otra cosa. El ritmo de la película, que había empezado con gran dinamismo, se estanca y hasta el desenlace vivimos momentos en que cuesta mantener el interés.
Sin embargo, cuando al fin llegan los matones de Zalaam a la granja y se avecina lo que esperamos sea el climax de la historia, M. J. Bassett muestra una inoperancia alarmante. El ataque resulta inconexo, resuelto con una torpeza inconcebible, con momentos casi cómicos y un desarrollo totalmente incomprensible, con los asaltantes desapareciendo de repente para volver a salir a la palestra muy bien situados para que los maten ordenadamente. Es todo tan arbitrario y ridículo que pocas veces, incluso en películas de serie B, he visto tal cúmulo de errores.
Es una pena ver como una historia como esta, no excesivamente original, pero que apuntaba cierta intriga y emoción, se arruina por errores infantiles difíciles de entender. Un film, finalmente, sin interés.
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