Dirección: Lasse Hallström.
Guión: Mark Spragg y Virginia Korus Spragg.
Música: Deborah Lurie.
Fotografía: Oliver Stapleton.
Reparto: Robert Redford, Jennifer López, Morgan Freeman, Becca Gardner, Josh Lucas, Damian Lewis, Camryn Manheim, Lynda Boyd, Rob Hayter.
Harta de los malos tratos de su pareja (Damian Lewis), Jean Gilkyson (Jennifer López) abandona su hogar con su hija Griff (Becca Gardner) y busca refugio en la granja de su suegro, Einar (Robert Redford), a pesar de que él la culpa por la muerte de su hijo.
Una vida por delante (2005) es una de esas películas pretenciosas que intentan construir un drama intenso y profundo y lo único que ofrecen es algo más vulgar y previsible.
Todas las piezas están presentes ahí con el fin de crear un melodrama conmovedor y ese es precisamente el problema de la película: no disimula sus pretensiones, lo que hace que tengamos la impresión de que no es un relato espontáneo, fresco, sino algo elaborado con sumo cuidado con un fin evidente.
Está la joven viuda a la que la vida la sigue castigando, ahora con una pareja violenta que la muele a palos. Por otro lado, tenemos a Einar, amargado por la muerte de su hijo, el marido de Jean, a quién culpa de su muerte, pues ella se quedó dormida la volante, lo que provocó el accidente en el que falleció su esposo. ¿Porqué no aclararon las circunstancias del accidente en su momento? Pues para poder implantar el conflicto entre ambos que sabemos de antemano que se resolverá convenientemente a su debido tiempo.
Para que no falte de nada se incluye a Mitch (Morgan Freeman), trabajador a las órdenes de Einar, la voz de su conciencia en realidad, que le señala a su amigo sus fallos y cómo debería reconducir su vida. Además, Mitch se recupera del ataque de un oso, ataque que Einar no pudo evitar al estar borracho. Otro elemento más para completar el cuadro.
En principio, no tengo nada en contra de este tipo de historias, creo que ofrecen un mensaje positivo de superación, de perdón y de intentar rehacer la vida a pesar de las dificultades. Las intenciones son inmejorables.
El problema de Una vida por delante es que no es una historia profunda, resulta demasiado superficial, tanto en las situaciones que plantea como en la resolución de las mismas. Precisamente ahí reside su mayor debilidad: todo se soluciona demasiado fácilmente, además de resultar muy previsible. No hay escenas de cierta intensidad, incluso cuando el maltratador aparece en el pueblo donde vive ahora Jean. Esperamos algo de emoción, pero el problema se resuelve con demasiada facilidad.
Todo en la historia pasa sin llegar al centro de los problemas. Incluso los diálogos carecen de fuerza, de manera que pasamos por las diversas situaciones sin llegar a sentir su urgencia, sin emocionarnos. Y en un relato que se basa en el dolor y la amargura, el que no llegue a implicarnos a fondo es la mejor prueba de su falta de autenticidad.
Para conmover al espectador, hay que ser muy preciso y a la vez prudente. Una vida por delante delata nada más empezar sus intenciones melodramáticas, pero sin verdadera convicción. Es todo como prefabricado. Con ello no quiero decir que sea una mala película, pues la puesta en escena es elegante y el fondo de los problemas abordados resulta muy interesante, pero no llega a parecer del todo auténtica.
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