El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 23 de abril de 2024

Código fuente



Dirección: Duncan Jones.

Guión: Ben Ripley.

Música: Chris Bacon.

Fotografía: Don Burgess.

Reparto: Jake Gyllenhaal, Michelle Monaghan, Vera Farmiga, Jeffrey Wright, Michael Arden, Cas Anvar, Russell Peters. 

El capitán Stevens (Jake Gyllenhaal) despierta en un tren en el cuerpo de otra persona. Ha sido enviado ahí por un programa experimental para que intente averiguar la identidad de un terrorista y evitar un atentado devastador.

Para algunos una película maravillosa y original, para otros un film pesado, en todo caso Código fuente (2011) es una historia que no te dejaría indiferente. Pienso que la idea es interesante, pero su realización no del todo brillante.

Código fuente parte de una premisa imposible: poder enviar a alguien al pasado en repetidas ocasiones para evitar un atentado. No es algo nuevo, de hecho enseguida pensamos en Atrapado en el tiempo (Harold Ramis, 1993) y ya estamos obligados a un ejercicio de complicidad desde el principio. Lo interesante es ver si el guión y la puesta en escena consiguen hacernos olvidar de alguna manera la imposibilidad de lo que se nos cuenta y que lo vivamos con la intensidad de algo posible.

Y aquí es donde el trabajo de Duncan Jones no logra el éxito. Porque al final en la historia hay dos tramas paralelas: la misión de Stevens de encontrar al terrorista y su intento de comprender qué hace él en ese proyecto. Si lo normal sería esperar que la misión fuera la parte más emocionante, en realidad es la otra historia la que resulta algo más intrigante y con ello se demuestra la debilidad del guión a la hora de intentar implicarnos en la intriga.

Porque los distintos intentos de Stevens de neutralizar la bomba del tren y descubrir al terrorista carecen de la fuerza necesaria para que los vivamos con nervios y con miedo. Son episodios a veces demasiado idiotas, con Stevens tomándola con algún pasajero gratuitamente, sin ningún indicio lógico, de manera que sus actos caen en lo ridículo. Además, sabemos de antemano que logrará su propósito, lo que resta también algo de emoción, pero la manera de resolverse finalmente la misión vuelve a incidir gravemente en los errores anteriores, cayendo de nuevo en la precipitación con un desenlace de baja intensidad.

Más sorpresas depara la otra trama, pues descubrimos que el capitán en realidad ha fallecido y es gracias a un complicado programa, que ni vale la pena intentar comprender, por el que está siendo utilizado su cerebro para enviarlo al tren suplantando la identidad de un pasajero real. Dejando de lado lo inverosímil de la idea, al menos en esta parte del film tenemos algo más de profundidad emocional, pues asistimos al dolor del capitán al conocer su estado y cómo va asumiendo su papel y entabla una bonita relación con Collen Goodwin (Vera Farmiga), que supervisa su misión. No es que la película alcance grandes cotas de profundidad, pero al menos asistimos a ciertos diálogos con sentido, si bien el guión no puede eludir el tono patriótico con la llamada al deber de un militar, el sacrificio y el valor.

Pero es en el final donde el argumento se muestra más convencional, intentando cuadrarlo todo con un final feliz donde todos encuentran su recompensa, por muy extraña que resulte la idea. Aunque, bien mirado, una vez que hemos tragado con todo lo anterior, el final ya no debería sorprendernos demasiado.

Código fuente es una de esas películas en que parece que cabe todo. Su falta de rigor permite un guión lleno de giros que se justifican porque todo es una mera ficción. Pero lo verdaderamente importante es la intensidad, la fuerza de lo que se cuenta y aquí la cinta flojea bastante.

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