El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 20 de abril de 2024

Bodas reales



Dirección: Stanley Donen.

Guión: Alan Jay Lerner.

Música: Burton Lane.

Fotografía: Robert Planck.

Reparto: Fred Astaire, Jane Powell, Peter Lawford, Sarah Churchill, Keenan Wynn, Albert Sharpe, Viola Roche.

Tom Bowen (Fred Astaire) y su hermana Ellen (Jane Powell) son invitados a montar su exitoso espectáculo en Londres con motivo del inminente enlace entre Elizabeth y Phillip Mountbatten.

Dentro de la carrera de Stanley Donen, uno de los directores de musicales por excelencia, a quien debemos obras como Un día en Nueva York (1949), Cantando bajo la lluvia (1952) o Siete novias para siete hermanos (1954), Bodas reales (1951) no deja de ser un film menor, una amable comedia romántica de corte clásico pero lejos de los mejores logros de Donen, que tuvieron lugar al lado de su amigo Gene Kelly.

Normalmente, los musicales suelen asentarse en sus números de cante y baile, lo que es lógico. Por ello, el argumento a veces peca de simplista, como es el caso en Bodas reales, que cuenta cómo los hermanos Bowen, ella amante de conquistas intrascendentes y él entregado a su trabajo y renegando del matrimonio, encuentran a la vez el amor, lo que le obligará a reconsiderar las prioridades de sus vidas.

Nada realmente memorable, por lo que el interés de la película son los números musicales a dúo entre Fred Astaire y Jane Powell, que resultan alegres, frescos, algunos con partituras pegadizas aunque nada realmente sorprendente... salvo el número "You're All the World to Me" donde vemos a Fred Astaire bailando en la habitación de su hotel en el suelo, en las paredes y hasta en el techo. Número prodigioso que encaja con el afán innovador del director, que revolucionó el concepto de los números de baile en el cine, y que se rodó en una habitación que giraba sobre sí misma, lo que le otorga a la escena una continuidad fantástica y elimina la necesidad de trucajes, limitándose Fred Astaire a seguir el giro de las paredes para bailar por toda la estancia como por arte de magia.

Precisamente, es la presencia de Fred Astaire la que le confiere un interés especial a esta película cuyo argumento además se inspira en lo que le sucedió realmente a Fred Astaire, que al principio de su carrera formó pareja con su hermana Adele, la cuál dejó la actuación para casarse con el hijo de un duque.

Un Fred Astaire ya maduro cuando rodó Bodas reales pero conservando esa elegancia y talento únicos, lo que convierte sus números de baile en un espectáculo maravilloso. Nunca me ha gustado este género y su manera de interrumpir el desarrollo de la historia con los números musicales, pero no puedo escapar a la magia que desprende este actor cuando se pone a bailar. Tiene algo que no puedo explicar, pero imagino que es solamente un talento descomunal que te hipnotiza en cuando mueve los pies.

Por los demás, estamos ante la típica comedia clásica positiva, donde todo el mundo encuentra la felicidad, donde no hay malas personas y que, aunque sepamos que es todo simple ficción, te deja al terminar una sensación de bienestar en el cuerpo. Aunque no sea real, te imaginas que la vida podría llegar a ser tan maravillosa... y armoniosa.

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