El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 30 de mayo de 2024

Redención



Dirección: Steven Knight.

Guión: Steven Knight.

Música: Dario Marianelli.

Fotografía: Chris Menges.

Reparto: Jason Statham, Agata Buzek, Vicky McClure, Benedict Wong, Ger Ryan, Victoria Bewick, Christian Brassington. 

Joey Smith (Jason Statham) era soldado de las Fuerzas Especiales que tras un incidente en Afganistán desertó para librarse de un consejo de guerra. Ahora malvive en las calles de Londres.

Redención (2013) es una película bastante extraña. La culpa proviene de un guión que no atina a profundizar en lo que nos quiere contar, que son muchas cosas, y al final se queda más en meras intenciones, bastante moralistas y torpes, que en hechos consumados.

La historia gira en torno a Joey, un tipo atormentado por su pasado militar que vive como un vagabundo en Londres, bebiendo para escapar de sí mismo y de sus fantasmas. Pero lo único que consigue es recibir palizas y vivir de la caridad de las monjas.

Un día, tiene un golpe de suerte y consigue dinero y un piso en el que alojarse. Entonces decide dejar la bebida y empezar a hacer algo de provecho con su vida. Empieza a trabajar para la mafia china y así reúne el dinero suficiente para ayudar a su hija y para devolver a la hermana Cristina (Agata Buzek) algo de la ayuda que ella le brindó en el pasado.

Joey se convertirá en una especie de justiciero al tiempo que, en lo más extraño del film, inicia un tímido romance con la monja. Aunque resulte extraño, es en esta relación donde encontramos algunos momentos salvables de la cinta, pues al menos se sale de los caminos trillados de la venganza y nos muestra algo de profundidad psicológica y momentos de cierta hermosura en la relación entre la monja y Joey. Por desgracia, son breves detalles que no logran elevar mucho el nivel tan flojo de un guión plagado de tópicos y con un tufillo moralizador bastante insoportable. Porque Joey ha de redimirse impartiendo justicia, pero también ayudando a su ex y a su hija y, finalmente, llegando a rendir cuentas ante el ejército, algo que no llegamos a ver en la película, afortunadamente.

La evidencia más clara de la vacuidad del guión son los primeros minutos de la historia, donde apenas sucede nada y tenemos que esperar mucho tiempo y varias secuencias repetitivas y vacías de contenido hasta que el director se decide a entrar en materia. Y la verdad, es que no hay tampoco mucho que contar en cuanto se mete de lleno en la historia, que transcurre por senderos muy poco originales, salvo el detalle de la monja que es lo único realmente novedoso y, también, algo desconcertante.

Lo que queda claro es que contar con Jason Statham para el papel protagonista es lo mejor de la cinta. El actor encaja a la perfección en su papel además de ser un tipo que cae bien al instante, haga lo que haga. Tiene cierto carisma innegable y aunque se ha encasillado en un tipo muy concreto de papeles, siempre resulta convincente.

Por lo demás, Redención, como decía, es un film sin transcendencia, vulgar en su planteamiento y sin nada en su desarrollo que merezca realmente la pena.

martes, 28 de mayo de 2024

Jinetes de la justicia



Dirección: Anders Thomas Jensen.

Guión: Anders Thomas Jensen.

Música: Jeppe Kaas.

Fotografía: Kasper Andersen.

Reparto: Mads Mikkelsen, Nikolaj Lie Kaas, Andrea Heick Gadeberg, Lars Brygmann, Nicolas Bro, Gustav Lindh, Roland Möller, Albert Rudbeck Lindhardt, Anne Birgitte Lind, Omar Shargawi.

Emma Hansen (Anne Birgitte Lind) muere en un accidente de tren. Pero Otto (Nicolaj Lie Kaas), otro pasajero que sobrevive al accidente, cree poder demostrar que el accidente en realidad ha sido provocado.

Hay otro cine más allá del actual estereotipado de Hollywood, donde las películas más taquilleras se suceden como si fuesen fruto de una producción en cadena. Por suerte, a este lado del Atlántico aún se encuentran a veces pequeñas obras de arte en un cine menos conocido, menos publicitado y menos premiado, pero con la autenticidad de las cosas bien pensadas. Es el caso de Jinetes de la justicia (2020), un film danés original y sorprendente. 

La base de la historia es la venganza, ante lo cuál sería perdonable pensar que estamos ante un nuevo film de violencia al uso y argumento raquítico. Nada más lejos de la verdad, porque precisamente lo fuerte de Jinetes de la justicia es su sólido guión que ofrece un relato tan humano, sensible y certero de sus personajes que el tema principal pasa a un segundo plano, funcionando casi como una excusa para adentrarnos en la realidad de unos personajes muy peculiares o, como en el caso de Marcus (Mads Mikkelsen), una persona incapaz de digerir el dolor de la muerte de su esposa, aunque él cree que lo ha asimilado correctamente.

Todo gira en torno a la casualidad, a las probabilidades, al azar. Así, una serie de sucesos fortuitos acaba llevando a la venganza de Marcus, un militar que encuentra en la violencia la única salida a su dolor. Una venganza desencadenada por Otto y sus dos amigos, Lennart (Lars Brygmann) y Emmenthaler (Nicolas Bro), tres inadaptados, tres genios incapaces de relacionarse con normalidad con los demás, traumatizados por su pasado o por su aspecto, que convencen a Marcus de que la muerte de su esposa fue provocada, no accidental, como sostiene la policía. 

Pero como decía, al final ello es solo la excusa para mostrarnos a unos personajes un tanto patéticos, pero entrañables. Son los típicos perdedores, gente que no encaja y que terminan juntándose porque solo tipos como ellos pueden entenderse, tolerarse y quererse. 

Porque Jinetes de la justicia es una película sobre el amor, la soledad, la necesidad de ayudar al prójimo para ayudarse también a uno mismo. Sobre la tolerancia, los miedos, la necesidad de tener el valor a mirarse al espejo, sobre la manera de afrontar el dolor. Es una película que nos habla de consuelo, de ternura y de perdón. Pero en el fondo, es una historia sobre la vida, que nunca es predecible, que no sucede como queremos, sino que se muestra caprichosa o cruel, pero también es capaz de ofrecernos momentos buenos, personas bondadosas, sentimientos puros.

Al final, lo que queda, por encima de la venganza, es esa reflexión sobre la vida y la muerte. Como intentamos consolarnos como podemos, como superamos una pérdida o no. Lo interesante, el acierto de Jensen, es que logra trasmitir el mensaje con inteligencia, sin grandes momentos, sin abusar para nada de la emotividad. Todo resulta ligero, como si pasara de puntillas sobre los grandes termas. En realidad, no lo hace. Los afronta con mano izquierda, con un humor muy preciso, nada evidente, pero presente siempre, y con inteligencia, mucha inteligencia. Jensen demuestra un talento especial para no caer en lo banal ni lo obvio y afrontar todo ese repertorio de temas tan profundos y serios con una delicadeza y una precisión admirables. No sentimos que nos esté adoctrinando, no es un film moralizador, aunque sus enseñanzas son evidentes. En la sutileza del relato, tan certero que hasta nos olvidamos con frecuencia que no es más que una película, reside su eficacia y su belleza.

Sin duda, toda una sorpresa. Una de esas películas que nos reconcilian con el cine profundo, con mensaje y, a la vez, entretenido, divertido, ligero pero riguroso.  

lunes, 20 de mayo de 2024

El largo y cálido verano



Dirección: Martin Ritt.

Guión: Irving Ravetch y Harriet Frank, Jr. (Relatos: William Faulkner). 

Música: Alex North.

Fotografía: Joseph LaShelle.

Reparto: Paul Newman, Joanne Woodward, Anthony Franciosa, Orson Welles, Lee Remick, Angela Lansbury, Richard Anderson, Sarah Marshall, Mabel Albertson, J. Pat O'Malley, William Walker.

Ben Quick (Paul Newman) es expulsado del pueblo donde vivía acusado de incendiario. El azar quiere que llegue a un pequeño pueblo dominado por el viejo Will Varner (Orson Welles), con quien no tardará en hacer negocios. 

A partir de varios relatos de William Faulkner, ambientados en ese peculiar y genuino Sur de los Estados Unidos, Martin Ritt nos brinda un drama de corte clásico donde sin duda lo que más destaca es el enfrentamiento entre los personajes de Paul Newman y Joanne Woodward que, junto con el interpretado por Orson Welles, son el alma de la historia.

A través del relato de la lucha por prosperar de un vividor descarado y sin escrúpulos, Ben Quick, se va mostrando la sociedad sureña, con sus ritos, sus costumbres ancestrales y, sobre todo, la rigidez de sus normas, donde la clase social impone unas restricciones y unas obligaciones que pueden llegar a ser asfixiantes, como demuestra Clara Varner, obligada a tener que despreciar a todo hombre que no pertenezca a su clase social.

Pero por encima de la visión de una comunidad atada a su historia, El largo y cálido verano (1958) es un retrato de los tres protagonistas. Primero, Ben: un vagabundo, sin hogar ni familia, perseguido por la etiqueta de incendiario y al que la vida le ha obligado a aferrarse a cualquier oportunidad que se le presente. Es un tipo descarado, arrogante y duro por fuera y ello no le acarrea las simpatías de los demás. Algo parecido a Will Varner, un hombre luchador, hecho a sí mismo, tremendamente autoritario y déspota con sus hijos, Clara y Jody (Anthony Franciosa), al que ha anulado por completo. Clara, sin embargo, es testaruda y tiene una voluntad de hierro, lo que provoca constantes enfrentamientos con su padre. El punto débil de Clara es que cree haberse enamorado de un vecino (Richard Anderson) del que espera que le pida la mano sin darse cuenta de que no es correspondida.

De la interacción de los tres protagonistas, sin duda la parte más interesante es la relación entre Clara y Ben. Atraídos mutuamente desde que se conocieron, ella recela de un desconocido que además es un don nadie grosero y arrogante, pero eso es precisamente lo que la atrae de él. Su lucha por no enamorarse de Ben, con las escenas y los diálogos más interesantes de la cinta, es realmente la parte más interesante del relato, con esa tensión sexual entre Joanne Woodward y Paul Newman que resulta absolutamente palpable. De hecho, ambos se enamoraron durante el rodaje y antes de estrenarse la cinta ella ya esperaba un hijo de Paul.

En cambio, el personaje de Orson Welles resulta hoy en día menos convincente, marcado por unos rasgos demasiado teatrales aunque sin duda es su hijo Jody donde la artificialidad y los tópicos parecen más evidentes, convirtiendo al personaje en el menos creíble de todos. Y es que la película no puede evitar los excesos propios de su origen literario, con esa tendencia al melodrama y la exageración de ciertos escritores norteamericanos de mediados del siglo XX.

Sin embargo, a pesar de los defectos o de esos detalles menos convincentes, El largo y cálido verano posee cierto empaque innegable, fruto también, como los excesos, de su origen literario: la historia ofrece mucho más recorrido que los hechos narrados y detrás de cada personaje y de cada frase se vislumbra un pozo mucho más profundo, con detalles, insinuaciones y destellos de un análisis certero de la naturaleza humana, sus anhelos, sus miedos, sus odios, sus miserias y sus grandezas. Un cine que es ya difícil de repetirse porque la industria se mueve por otros derroteros y el esfuerzo y la inteligencia de los guionistas clásicos parece haberse esfumado.

jueves, 16 de mayo de 2024

The Old Man & the Gun



Dirección: David Lowery.

Guión: David Lowery (Artículo: David Grann).

Música: Daniel Hart.

Fotografía: Joe Anderson.

Reparto: Robert Redford, Casey Affleck, Sissy Spacek, Danny Glover, Tika Sumpter, Keith Carradine, Tom Waits, Isiah Whitlock Jr., John David Washington, Elisabeth Moss.

Forrest Tucker (Robert Redford) se dedica a robar bancos. Es lo que ha hecho toda su vida y, a pesar de que ya tiene más de setenta años, no entiende la vida de otra manera.

The Old Man & the Gun (2018) se parece más a un homenaje a Robert Redford que a una película de atracos al uso. De hecho, aquellos que piensen que van a presenciar un film de acción o donde asistimos a elaborados planes para atracar bancos se llevarán una decepción. Porque David Lowery, que se basó en un artículo sobre la figura del protagonista, un atracador real, aunque en la película parece que se toman ciertas libertades, afirmando el director que la historia es "en gran parte, real", ha construido una película donde todo gira en torno a Robert Redford, entroncando con papeles legendarios de su carrera para mostrar a un protagonista anciano pero que continúa terco con la "profesión" que ha dado sentido a su vida. Incluso Lowery enfatiza ese vínculo del personaje de Forrest con la carrera de Redford incluyendo imágenes de La jauría humana (Arthur Penn, 1966), donde precisamente el personaje interpretado por nuestro protagonista escapaba de una prisión.

La cinta tiene pues todo el aroma de un tributo sencillo hacia la carrera de un actor que está al final de su vida. Lowery nos ofrece un discurso intimista, recreándose en un rito pausado y construyendo un personaje con el que no nos cuesta nada encariñarnos, porque Forrest es un anciano educado, elegante y sensible que no roba para dañar a nadie o para hacerse rico y vivir a lo grande. Sencillamente le gusta su trabajo, es feliz robando bancos y no le importan los riesgos o la cárcel, porque para él la vida sin esa ocupación no tiene sentido. Parece extraño, pero así funciona la mente humana: con contradicciones y absurdos que nos mantienen en pie.

Aunque evidentemente muy envejecido, Robert Redford sigue destilando cierto encanto que nunca ha perdido del todo. No es el apuesto galán de hace décadas, pero es un actor con aplomo y su sonrisa sigue siendo encantadora. A su lado, otra veterana, Sissy Spacek, con la que Forrest vivirá un pausado y tranquilo romance. Casey Affleck completa el trío protagonista con un papel también especial: es el policía que intenta apresar a Forrest pero, cuanto más lo va conociendo, más teme apresarlo porque, en el fondo, acaba por comprenderlo y respetarlo, hasta el punto que se alegra de no ser él el que finalmente detenga a Forrest cuando sea delatado por uno de sus compinches (Danny Glover).

The Old Man & the Gun no es una gran película en sí misma. Es más, cuando debería ofrecernos los mejores minutos, al final de la misma, precisamente es cuando se muestra menos certera. Pero es un film diferente, hecho con cierto cariño. No disimula sus carencias, sobre todo argumentales, pero es honesta, directa, cariñosa y hermosa a su manera, sin grandes alardes. Y para aquellos que disfrutamos del cine clásico y que crecimos viendo El golpe (George Roy Hill, 1973) o Los tres días del cóndor (Sydney Pollack, 1975), es un placer difícil de describir poder disfrutar de nuevo con la presencia de Robert Redford. 

miércoles, 15 de mayo de 2024

Un diamante al rojo vivo



Dirección: Peter Yates.

Guión: William Goldman (Novela: Donald E. Westlake).

Música: Quincy Jones.

Fotografía: Edward R. Brown.

Reparto: Robert Redford, George Segal, Ron Leibman, Paul Sand, Moses Gunn, Zero Mostel, William Redfield, Topo Swope.

En cuanto John Dortmunder (Robert Redford) sale en libertad de una de sus frecuentes visitas a la cárcel, su cuñado Kelp (George Segal) lo está esperando para proponerle un nuevo trabajo: robar un valioso diamante.

Viendo la carrera de Robert Redford y sabiendo que antes de Un diamante al rojo vivo (1972) había protagonizado películas como La jauría humana (Arthur Penn, 1966), Descalzos por el parque (Gene Sacks, 1967) o Dos hombres y un destino (George Roy Hill, 1969), cuesta verlo interpretando esta obra menor.

La verdad es que la comedia norteamericana sufrió un bajón tremendo una vez que fueron desapareciendo los grandes maestros, como Ernst Lubitsch o Billy Wilder, por citar a dos de los clásicos más reconocibles, y las décadas de 1960 y 1970 no se libraron de la crisis.

Los principales problemas de Un diamante al rojo vivo son dos: el guión y la dirección.

El primero me pareció demasiado infantil y muy blando, de manera que las bromas no resultan especialmente ingeniosas y tampoco hay suficiente mala leche como para proporcionar un film con toques trasgresores, de manera que todo transcurre con cierta inocente superficialidad, alargando el tema de hacerse con el diamante objeto del deseo de los ladrones sin aportar nada reseñable en el intento.

Otro defecto del guión es el tratamiento bastante superficial de los personajes, que no pasan de meros esbozos sin mucha profundidad, lo que termina perjudicando tanto el desarrollo como las posibilidades cómicas, pues los protagonistas resultan demasiado básicos como para poder empatizar con ellos u ofrecer posibilidades más allá de las bromas superficiales que pueblan el guión.

Pero si el guión no presenta demasiadas posibilidades, el trabajo de Peter Yates tampoco aporta gran cosa. Procedente de la televisión, en el cine logró sus mejores trabajos con Bullitt (1968) y La sombra del actor (1983), donde incluso fue nominado al Oscar. Pero en esta comedia parece como si Yates no supiera agilizar el desarrollo de la historia, cayendo en múltiples momentos en que se alargan las secuencias de una manera poco natural, como si se intentara estirar la duración de la cinta que, yendo directamente a lo esencial, no parece que tuviera mucho recorrido. Así, la secuencia del robo o el vuelo en helicóptero, por ejemplo, se alargan hasta el punto de que pierden frescura y terminan resultando pesadas.

Sin un reparto sólido, salvo el propio Robert Redford o el original Zero Mostel, cuyo personaje es el más interesante y simpático de la película, Un diamante al rojo vivo desprende un aire de serie B muy marcado, lo que tampoco obra a su favor en cuanto al aspecto meramente visual y técnico. Eso sí, cuenta con Quincy Jones en el apartado musical, lo que no es para nada despreciable. Pero en conjunto, la película resulta una comedia no muy inspirada que es cierto que se deja ver con agrado, pero cuyas carencias son tan evidentes que se queda muy lejos de resultar recomendable.

lunes, 13 de mayo de 2024

Cuando ruge la marabunta



Dirección: Byron Haskin.

Guión: Philip Yordan y Ranald MacDougall (Historia: Carl Stephenson).

Música: Daniele Amfitheatrof.

Fotografía: Ernest Laszlo.

Reparto: Eleanor Parker, Charkton Heston, Abraham Sofaer, William Conrad, Romo Vincent, Douglas Fowley, John Dierkes, Leonard Strong, Norma Calderon. 

Christopher Leiningen (Charlton Heston) posee una plantación de cacao en Brasil que ha construido con su esfuerzo personal. Deseando tener hijos que hereden sus propiedades, decide casarse por poderes con Joanna (Eleanor Parker), una mujer de Nueva Orleans.

Algo tiene el cine clásico, si bien Cuando ruge la marabunta es de 1954, que sigue fascinando a pesar de su teatralidad típica propia de una concepción del cine muy diferente a lo que se estila hoy en día. Sin pretender decir qué es mejor y qué es peor, reconozco que las películas del Hollywood clásico siguen teniendo un encanto especial y esta típica cinta de aventuras no escapa a esa percepción.

Si nos atenemos al guión, tenemos que reconocer que el tema del matrimonio por poderes resulta algo chocante, sobre todo cuando vemos a la hermosa y culta Eleanor Parker, con lo que nos cuesta entender que dejara su vida en la civilización yendo al encuentro de un desconocido en medio de la selva amazónica.

Como también es un poco peliculero el desenlace, con los protagonistas plantando cara a una invasión de hormigas devastadora con una sangre fría realmente increíble. 

Pero por encima de las arbitrariedades del guión o de su enfoque un tanto teatral, Cuando ruge la marabunta tiene un encanto indudable en su sencillez, o tal vez en la ingenuidad del dibujo de los personajes, con Christopher rozando los clichés más elementales y una Joanna tan decidida como fascinante. Lo que está claro es que la elección de Charlton Heston para el papel del hombre rudo y hecho a sí mismo es perfecta; dentro de su tendencia a la sobre actuación, el actor encarna como pocos a ese macho arrogante y orgulloso, haciendo su personaje totalmente convincente. 

Pero es Eleanor Parker la que nos sorprende, no solamente por una belleza deslumbrante, sino por la manera en que afronta su desgracia al conocer a Christopher, con dignidad, elegancia y un sentido del humor maravilloso.

Es la relación de enfrentamiento entre ambos lo más potente de la cinta. Al lado de sus tiras y aflojas, de sus pullas e insinuaciones, la marabunta me pareció muy poca cosa. El choque entre Christopher y Joanna está repleto de momentos sugestivos, de frases memorables, de dobles sentidos épicos, como la alusión a que un piano suena mejor cuando ya ha sido tocado con anterioridad. Y es que parte del encanto que tienen los films clásicos es que, como no podían aludir a ciertos temas abiertamente, por problemas de censura y pudor, utilizaban las metáforas, insinuaban más que mostrar abiertamente, y con ello lograban una poesía y una magia que me fascinan. El ejemplo perfecto es cuando Joanna le pide a su marido que le unte la loción contra los mosquitos; pocas veces de puede disfrutar de un momento tan erótico sin mostrar nada más que unas manos frotando la delicada piel de una Eleanor Parker deslumbrante.

Lógicamente, el momento estelar es el de la lucha contra la marabunta, con unos efectos especiales realmente logrados. Son los momentos más dramáticos y la lucha contra las hormigas ofrece momentos espeluznantes y heroicos, pero sin el duelo entre marido y mujer, entre el orgullo y la entereza, tendríamos un film mucho más mediocre. En el drama humano hay mucha más fuerza que en el ejército de insectos.

sábado, 11 de mayo de 2024

Estallido



Dirección: Wolfgang Petersen.

Guión: Laurence Dworet y Robert Roy Pool.

Música: James Newton Howard.

Fotografía: Michael Ballhaus.

Reparto: Dustin Hoffman, Rene Russo, Morgan Freeman, Cuba Gooding Jr., Donald Sutherland, Kevin Spacey, Patrick Dempsey, Malick Bowens, Zakes Mokae.

A pesar de los intentos de las autoridades norteamericanas de erradicar en el pasado un peligroso virus, éste vuelve a aparecer años después otra vez en África, pero esta vez consigue llegar a los Estados Unidos, poniendo en peligro a millones de personas. 

Estallido (1995) podría haber sido un film interesante sobre el peligro de un virus para el que no se conoce la cura y que es tan letal que puede causar una verdadera sangría mundial, algo que desgraciadamente sucedió años después con el Covid, demostrándose una vez más que la realidad supera a la ficción.

Pero la idea de los padres de la película no era crear un film riguroso, ni profundo. Estallido no deja de ser un producción del género de catástrofes orientada descaradamente hacia la acción sin importar prácticamente nada más: ni rigor, ni credibilidad, ni sentido común.

Y eso que al principio la historia arranca con cierto interés con la aniquilación de un campamento militar infectado para evitar la propagación de la enfermedad, lo que plantea una interesante reflexión: ¿es lícito sacrificar a unos pocos por el bien de muchos?; reflexión que siempre plantea cuestiones éticas importantes, como quién decide qué número de víctimas es aceptable y si las decisiones tan drásticas las toma siempre la persona o personas apropiadas.

Sin embargo, no es esa la intención de la cinta y pronto vemos como empieza a derivar a un enfoque mucho más tradicional, orientado sin disimulo al espectáculo, sea del tipo que sea, incluyendo la manipulación sentimental perfectamente planificada en torno al equipo médico que combate el virus.

Así, al problema global del virus, que afecta a una población anónima, el guión se encarga de aportar la dosis de individualización precisa para que no pasemos por el relato de puntillas. Se escenifica el conflicto matrimonial entre Sam (Dustin Hoffman), el responsable del equipo médico que combate el virus, y su exmujer Robby (Rene Russo), incidiendo en el amor incondicional que se profesan y anunciando claramente la reconciliación final. Y conste que aunque todo esto suene un poco melodramático y escasamente original, hay que admitir que esta parte del relato ofrece algunos momentos bastante logrados merced al buen trabajo de ambos actores y unos diálogos que logran transmitir sus sentimientos sin caer en lo empalagoso.

Tampoco puede faltar alguna muerte más dramática que el resto, para que el espectador sienta de cerca el drama narrado, algo que desde el Covid hace que no podamos tomarnos en broma nada de lo que se cuenta. Desde este punto de vista, la realidad de la pandemia le ha dado la dosis de autenticidad a Estallido que su guión peliculero le hurtaba por momentos.

Pero aún con un enfoque poco riguroso, la película iba funcionando con acierto en su mezcla de thriller y drama personal hasta que el excesivo énfasis final por cargar las tintas con la trama militar y política, con un malvado Donald Sutherland cuyo personaje es tan excesivo que cuesta tomarlo en serio, termina por dejarnos un amargo sabor de boca. Y es que el guión descarrila en el desenlace sin remedio en busca del espectáculo y la tensión llevados a un extremo casi ridículo. Sin ese afán sensacionalista, Estallido podría tener un pase, pero los últimos minutos arruinan parte de la eficacia de lo narrado anteriormente y convierten el tema del virus en una pantomima que cuesta tomar en serio. Hasta que la realidad entró en acción. 

jueves, 9 de mayo de 2024

El tesoro de la montaña



Dirección: Jason R. Goode.

Guión: Andre Harden.

Música: Alain Mayrand.

Fotografía: Jan Kiesser.

Reparto: Jamie Bamber, Marie Avgeropoulos, Aleks Paunovic, Stefanie von Pfetten, Colin Cunningham, Gina Chiarelli, John Hainsworth. 

Will (Jamie Bamber) y Dawn (Stefanie von Pfetten) están pasando por serias dificultades económicas cuando en cuentan por casualidad las coordenadas de lo que podría ser el escondite del botín de un robo cometido veinte años atrás. Junto a Cheryl (Marie Avgeropoulos) y Lee (Aleks Paunovic), a los que acaban de conocer, emprenden su búsqueda.

El tesoro de la montaña (2015) es un thriller con un toque novedoso y el atractivo de una propuesta canadiense que parece salirse de los caminos tan vistos en las producciones norteamericanas, aportando sobre todo un final inesperado que nos dejará una sensación de sorpresa por su originalidad pero, sobre todo, por no querer ceñirse a lo que podríamos esperar, que es el arreglo final satisfactorio para los protagonistas. En esta ocasión, el guión de Andre Harden juega la baza de la sorpresa y resulta mucho más potente y consecuente con lo visto, siendo sin duda el mejor elemento a destacar de esta cinta.

Porque en el resto, la verdad es que El tesoro de la montaña, a pesar de empezar de manera interesante, termina por caer en la repetición de la misma situación: los cuatro protagonistas adentrándose en un paraje inhóspito en busca del dinero que los sacará de la miseria y les permitirá empezar de nuevo. Con unos diálogos poco inspirados, la película entra en una dinámica un tanto soporífera que se extiende demasiados minutos, llegando a lograr que casi perdamos el interés por los problemas de los personajes.

Solamente se intenta aderezar algo la historia con la aparición del dueño de una cabaña aislada (Colin Cunningham) donde se refugian los cuatro aventureros, pero es poca cosa para cambiar un rumbo un tanto monótono que enseguida se retoma con la continuación de la búsqueda del tesoro.

Lo que sí que queda claro es hasta dónde es capaz de llegar una persona cuando le puede la avaricia, nublándole el juicio hasta el extremo de despreciar los obstáculos, por serios que sean, como les pasa a los protagonistas. Solamente Will conservará algo de sentido común, frente a la locura de sus compañeros.

Sin embargo, este mensaje pierde fuerza al no estar acompañado de un desarrollo más potente. Falta una mejor definición de los personajes, especialmente Lee, que no termina de definirse con claridad. Falta también un mayor dramatismo, pues ni los diálogos ni las situaciones terminan por acompañar convenientemente a la idea inicial, dejando un desarrollo demasiado simple y con escaso nervio que solo se salva por el novedoso final.

El resultado es un film que sentimos desaprovechado y que no acaba de funcionar como debería. Se parece más a un telefilm rutinario que a un thriller elaborado y complejo. Pasable.

sábado, 4 de mayo de 2024

Con derecho a roce



Dirección: Will Gluck.

Guión: Keith Merryman, David A. Newman y Will Gluck.

Música: Cliff Eidelman.

Fotografía: Michael Grady.

Reparto: Mila Kunis, Justin Timberlake, Patricia Clarkson, Jenna Elfman, Richard Jenkins, Woody Harrelson, Bryan Greenberg, Nolan Gould, Emma Stone. 

Jamie (Mila Kunis), que trabaja como cazatalentos en Nueva York, consigue convencer a Dylan (Justin Timberlake), que dirige una pequeña empresa de internet, para que acepte un trabajo en la revista GQ. Pronto, lo que era una relación profesional da paso a una buena amistad.

El cine se basa en la empatía: conseguir que el espectador se identifique con los protagonistas para participar activa y emocionalmente de lo narrado en la película. Ello es sobre todo muy evidente cuando somos niños, que es cuando de verdad vivimos la ficción de la pantalla como una auténtica realidad. Con los años, esa magia se va diluyendo, pero nunca llega a desaparecer del todo. Por eso seguimos amando el cine, o la literatura; todo aquello que nos haga soñar con un mundo mejor, con una vida con algo de magia.

Las comedias románticas funcionan, a pesar de seguir un patrón repetitivo y ser predecibles y bastante improbables, porque siguen conectando con la parte íntima del espectador, con la necesidad de vivir algo hermoso, idílico. Y Con derecho a roce (2011) funciona porque, al menos en mi caso, consigue que participe de las aventuras y desventuras de Jamie y Dylan. Y lo consigue básicamente porque tanto Mila Kunis como Justin Timberlake derrochan energía, frescura, encanto y atractivo. Bueno, como soy un hombre me ha llegado mucho más Mila Kunis, pues además de atractiva su personaje me parece maravilloso. Es una chica desinhibida, alegre, con detalles inesperados, divertida. Es de esas personas con las que parece imposible aburrirse, que pueden conseguir convertir cualquier momento en algo especial. De esa manera resulta muy fácil enamorarse de su personaje y de eso se trata.

Pero además, Con derecho a roce tiene detalles bastante interesantes fruto de un guión que, si bien es verdad que se mueve dentro de los esquemas típicos del género y no ofrece nada realmente original, sabe encontrar los momentos graciosos de manera natural, sin tener que caer en el chiste fácil o forzar tanto las situaciones que lleguen a parecer artificiales. Solo el personaje de la madre de Jamie (Patricia Clarkson) roza algo lo grotesco, pero se contiene lo suficiente para evitar el ridículo y además, cuando ha de tener el momento importante con su hija, logra tener un tono maduro e inteligente que despeja los miedos por completo y le da una fuerza muy necesaria al personaje.

Pero además del tono divertido, especialmente en una primera parte de la cinta que para mí es la mejor con diferencia, cuando el argumento ha de tomar un nivel más serio, la historia no cae en banalidades ni en lecciones moralizadoras caducas, sino que mantiene un nivel más que aceptable, dando una visión de los problemas de pareja bastante interesante, señalando los miedos, dudas, inseguridades y barreras entre hombres y mujeres con coherencia y seriedad. No es que sea un discurso demasiado profundo, estamos en una comedia, pero al menos parece tomarse en serio lo que cuenta y eso ayuda mucho a que sigamos conectados a Jamie y Dylan y a sus dudas y miedos.

Seguramente el final resulta demasiado peliculero, es cierto, pero creo que se puede perdonar esa caída en algo demasiado artificial teniendo en cuenta lo atinado de todo el desarrollo anterior. Y si nos dejamos de exquisiteces, he de confesar que la escena tiene el toque romántico casi indispensable en este tipo de historias. Es como una concesión a cierto romanticismo de postal, pero a mí no me molestó demasiado.

En definitiva, Con derecho a roce no es una película romántica realmente original, pero creo que funciona gracias a un guión bastante notable y, especialmente, gracias a la pareja protagonista. Al final, no hay mucho más, todo reside en conectar con el público, entretenerlo y seducirlo. 

viernes, 3 de mayo de 2024

Verano en Brooklyn



Dirección: Ira Sachs.

Guión: Mauricio Zacharias e Ira Sachs.

Música: Dickon Hinchliffe.

Fotografía: Óscar Durán.

Reparto: Greg Kinnear, Jennifer Ehle, Paulina García, Michael Barbieri, Theo Taplitz, Talia Balsam, Maliq Johnson, Anthony Angelo Flamminio, Alfred Molina. 

Al morir su padre, Brian Jardine (Greg Kinnear) se traslada con su familia al piso que les dejó en herencia en Brooklyn. Allí, su hijo Jake (Theo Taplitz) conocerá a Tony (Michael Barbieri), el hijo de Leonor (Paulina García), que tiene una tienda de ropa en el bajo del piso de Brian.

En medio de un cine que se ha decantado abiertamente por la vertiente comercial, es de agradecer que de vez en cuando, sobre todo en películas de corte independiente, modestas, surjan historias que se centran en las personas, intentando mostrar el drama cotidiano, las relaciones básicas, la amistad. Todo ello lo tenemos en Verano en Brooklyn (2016), una película sobre personas normales dirigida a personas normales que aún conserven algo de sensibilidad y empatía.

La historia tiene dos vertientes: el mundo de los mayores y el de los adolescentes. La de los padres de Jake y su relación con Leonor está marcada por el cambio. Leonor tiene alquilado el bajo que pertenecía al padre de Brian, con el que más que una relación profesional les unía una gran amistad. En base a ella, Leonor pagaba un alquiler muy bajo y no hacían falta contratos: la palabra y la confianza eran la base de todo. Pero al morir el padre de Jake, éste y su hermana (Talia Balsam) imponen nuevas normas, como subir el alquiler el triple. Ellos lo justifican porque necesitan el dinero y el local es lo bastante bueno como para efectuar el cambio. Pero Leonor no puede afrontar la subida, es su ruina. 

Estamos ante una situación muy habitual, donde siempre acaba imponiéndose la importancia del dinero sobre las personas. El cambio, tras la muerte del padre de Brian, muestra cómo las nuevas generaciones se mueven con otros valores, más prácticos, pero crueles. 

En contraposición al mundo adulto, Verano en Brooklyn nos muestra la sencillez de las relaciones entre adolescentes. Jake y Tony se hacen amigos nada más verse, de manera natural, sin necesidad de presentaciones ni explicaciones. Uno es retraído, el otro abierto, pero lo importante es que comparten juegos, se ayudan, se entienden por encima de cualquier diferencia. Es la amistad pura. Por desgracia, los conflictos de sus padres acabarán erosionado su amistad, no porque ellos se enfrenten, sino porque los padres los separan. En el fondo, así es la vida: todo cambia rápidamente, y más en la adolescencia. Jake y Tony no se librarán.

Ira Sachs demuestra una gran sensibilidad a la hora de afrontar toda esta temática, que no se limita a las grandes líneas, sino que también se ocupa de los detalles, como la situación de Brian, que no ha logrado triunfar como actor y depende económicamente de su mujer (Jennifer Ehle). Tal vez por ello Brian no es capaz de tomar algunas decisiones y se deja llevar por los deseos de su hermana. En todo caso, la visión del mundo adulto es desconsoladora, con el fracaso y los valores trastocados imponiendo una ley del más fuerte que, en el caso de Brian, parece que solo subraya su debilidad.

Si a nivel argumental Verano en Brooklyn es un film denso y estimulante, el tratamiento del director me pareció excesivamente frío. Imagino que la idea es mantenerse neutral, dejar que la historia transcurra sin su influencia o que esta sea mínima. Pero el problema es que no consigue llegar a transmitir casi ningún sentimiento detrás de sus ideas. Estamos ante un relato casi impersonal y, al tratarse de personas y de problemas vitales, se hace imperativo aportar algo de emoción. En lugar de eso, Sachs se recrea en escenas un tanto intrascendentes, alargadas de manera innecesaria, dejando de lado un enfoque menos distante que hubiera sin duda dado el tono esencial que pedía a gritos el relato.

Ira Sachs es elegante, no cabe duda, y como muestra la escena final, tan hermosa y explícita como fría.