El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 9 de mayo de 2024

El tesoro de la montaña



Dirección: Jason R. Goode.

Guión: Andre Harden.

Música: Alain Mayrand.

Fotografía: Jan Kiesser.

Reparto: Jamie Bamber, Marie Avgeropoulos, Aleks Paunovic, Stefanie von Pfetten, Colin Cunningham, Gina Chiarelli, John Hainsworth. 

Will (Jamie Bamber) y Dawn (Stefanie von Pfetten) están pasando por serias dificultades económicas cuando en cuentan por casualidad las coordenadas de lo que podría ser el escondite del botín de un robo cometido veinte años atrás. Junto a Cheryl (Marie Avgeropoulos) y Lee (Aleks Paunovic), a los que acaban de conocer, emprenden su búsqueda.

El tesoro de la montaña (2015) es un thriller con un toque novedoso y el atractivo de una propuesta canadiense que parece salirse de los caminos tan vistos en las producciones norteamericanas, aportando sobre todo un final inesperado que nos dejará una sensación de sorpresa por su originalidad pero, sobre todo, por no querer ceñirse a lo que podríamos esperar, que es el arreglo final satisfactorio para los protagonistas. En esta ocasión, el guión de Andre Harden juega la baza de la sorpresa y resulta mucho más potente y consecuente con lo visto, siendo sin duda el mejor elemento a destacar de esta cinta.

Porque en el resto, la verdad es que El tesoro de la montaña, a pesar de empezar de manera interesante, termina por caer en la repetición de la misma situación: los cuatro protagonistas adentrándose en un paraje inhóspito en busca del dinero que los sacará de la miseria y les permitirá empezar de nuevo. Con unos diálogos poco inspirados, la película entra en una dinámica un tanto soporífera que se extiende demasiados minutos, llegando a lograr que casi perdamos el interés por los problemas de los personajes.

Solamente se intenta aderezar algo la historia con la aparición del dueño de una cabaña aislada (Colin Cunningham) donde se refugian los cuatro aventureros, pero es poca cosa para cambiar un rumbo un tanto monótono que enseguida se retoma con la continuación de la búsqueda del tesoro.

Lo que sí que queda claro es hasta dónde es capaz de llegar una persona cuando le puede la avaricia, nublándole el juicio hasta el extremo de despreciar los obstáculos, por serios que sean, como les pasa a los protagonistas. Solamente Will conservará algo de sentido común, frente a la locura de sus compañeros.

Sin embargo, este mensaje pierde fuerza al no estar acompañado de un desarrollo más potente. Falta una mejor definición de los personajes, especialmente Lee, que no termina de definirse con claridad. Falta también un mayor dramatismo, pues ni los diálogos ni las situaciones terminan por acompañar convenientemente a la idea inicial, dejando un desarrollo demasiado simple y con escaso nervio que solo se salva por el novedoso final.

El resultado es un film que sentimos desaprovechado y que no acaba de funcionar como debería. Se parece más a un telefilm rutinario que a un thriller elaborado y complejo. Pasable.

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