El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 20 de mayo de 2024

El largo y cálido verano



Dirección: Martin Ritt.

Guión: Irving Ravetch y Harriet Frank, Jr. (Relatos: William Faulkner). 

Música: Alex North.

Fotografía: Joseph LaShelle.

Reparto: Paul Newman, Joanne Woodward, Anthony Franciosa, Orson Welles, Lee Remick, Angela Lansbury, Richard Anderson, Sarah Marshall, Mabel Albertson, J. Pat O'Malley, William Walker.

Ben Quick (Paul Newman) es expulsado del pueblo donde vivía acusado de incendiario. El azar quiere que llegue a un pequeño pueblo dominado por el viejo Will Varner (Orson Welles), con quien no tardará en hacer negocios. 

A partir de varios relatos de William Faulkner, ambientados en ese peculiar y genuino Sur de los Estados Unidos, Martin Ritt nos brinda un drama de corte clásico donde sin duda lo que más destaca es el enfrentamiento entre los personajes de Paul Newman y Joanne Woodward que, junto con el interpretado por Orson Welles, son el alma de la historia.

A través del relato de la lucha por prosperar de un vividor descarado y sin escrúpulos, Ben Quick, se va mostrando la sociedad sureña, con sus ritos, sus costumbres ancestrales y, sobre todo, la rigidez de sus normas, donde la clase social impone unas restricciones y unas obligaciones que pueden llegar a ser asfixiantes, como demuestra Clara Varner, obligada a tener que despreciar a todo hombre que no pertenezca a su clase social.

Pero por encima de la visión de una comunidad atada a su historia, El largo y cálido verano (1958) es un retrato de los tres protagonistas. Primero, Ben: un vagabundo, sin hogar ni familia, perseguido por la etiqueta de incendiario y al que la vida le ha obligado a aferrarse a cualquier oportunidad que se le presente. Es un tipo descarado, arrogante y duro por fuera y ello no le acarrea las simpatías de los demás. Algo parecido a Will Varner, un hombre luchador, hecho a sí mismo, tremendamente autoritario y déspota con sus hijos, Clara y Jody (Anthony Franciosa), al que ha anulado por completo. Clara, sin embargo, es testaruda y tiene una voluntad de hierro, lo que provoca constantes enfrentamientos con su padre. El punto débil de Clara es que cree haberse enamorado de un vecino (Richard Anderson) del que espera que le pida la mano sin darse cuenta de que no es correspondida.

De la interacción de los tres protagonistas, sin duda la parte más interesante es la relación entre Clara y Ben. Atraídos mutuamente desde que se conocieron, ella recela de un desconocido que además es un don nadie grosero y arrogante, pero eso es precisamente lo que la atrae de él. Su lucha por no enamorarse de Ben, con las escenas y los diálogos más interesantes de la cinta, es realmente la parte más interesante del relato, con esa tensión sexual entre Joanne Woodward y Paul Newman que resulta absolutamente palpable. De hecho, ambos se enamoraron durante el rodaje y antes de estrenarse la cinta ella ya esperaba un hijo de Paul.

En cambio, el personaje de Orson Welles resulta hoy en día menos convincente, marcado por unos rasgos demasiado teatrales aunque sin duda es su hijo Jody donde la artificialidad y los tópicos parecen más evidentes, convirtiendo al personaje en el menos creíble de todos. Y es que la película no puede evitar los excesos propios de su origen literario, con esa tendencia al melodrama y la exageración de ciertos escritores norteamericanos de mediados del siglo XX.

Sin embargo, a pesar de los defectos o de esos detalles menos convincentes, El largo y cálido verano posee cierto empaque innegable, fruto también, como los excesos, de su origen literario: la historia ofrece mucho más recorrido que los hechos narrados y detrás de cada personaje y de cada frase se vislumbra un pozo mucho más profundo, con detalles, insinuaciones y destellos de un análisis certero de la naturaleza humana, sus anhelos, sus miedos, sus odios, sus miserias y sus grandezas. Un cine que es ya difícil de repetirse porque la industria se mueve por otros derroteros y el esfuerzo y la inteligencia de los guionistas clásicos parece haberse esfumado.

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