El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 28 de mayo de 2024

Jinetes de la justicia



Dirección: Anders Thomas Jensen.

Guión: Anders Thomas Jensen.

Música: Jeppe Kaas.

Fotografía: Kasper Andersen.

Reparto: Mads Mikkelsen, Nikolaj Lie Kaas, Andrea Heick Gadeberg, Lars Brygmann, Nicolas Bro, Gustav Lindh, Roland Möller, Albert Rudbeck Lindhardt, Anne Birgitte Lind, Omar Shargawi.

Emma Hansen (Anne Birgitte Lind) muere en un accidente de tren. Pero Otto (Nicolaj Lie Kaas), otro pasajero que sobrevive al accidente, cree poder demostrar que el accidente en realidad ha sido provocado.

Hay otro cine más allá del actual estereotipado de Hollywood, donde las películas más taquilleras se suceden como si fuesen fruto de una producción en cadena. Por suerte, a este lado del Atlántico aún se encuentran a veces pequeñas obras de arte en un cine menos conocido, menos publicitado y menos premiado, pero con la autenticidad de las cosas bien pensadas. Es el caso de Jinetes de la justicia (2020), un film danés original y sorprendente. 

La base de la historia es la venganza, ante lo cuál sería perdonable pensar que estamos ante un nuevo film de violencia al uso y argumento raquítico. Nada más lejos de la verdad, porque precisamente lo fuerte de Jinetes de la justicia es su sólido guión que ofrece un relato tan humano, sensible y certero de sus personajes que el tema principal pasa a un segundo plano, funcionando casi como una excusa para adentrarnos en la realidad de unos personajes muy peculiares o, como en el caso de Marcus (Mads Mikkelsen), una persona incapaz de digerir el dolor de la muerte de su esposa, aunque él cree que lo ha asimilado correctamente.

Todo gira en torno a la casualidad, a las probabilidades, al azar. Así, una serie de sucesos fortuitos acaba llevando a la venganza de Marcus, un militar que encuentra en la violencia la única salida a su dolor. Una venganza desencadenada por Otto y sus dos amigos, Lennart (Lars Brygmann) y Emmenthaler (Nicolas Bro), tres inadaptados, tres genios incapaces de relacionarse con normalidad con los demás, traumatizados por su pasado o por su aspecto, que convencen a Marcus de que la muerte de su esposa fue provocada, no accidental, como sostiene la policía. 

Pero como decía, al final ello es solo la excusa para mostrarnos a unos personajes un tanto patéticos, pero entrañables. Son los típicos perdedores, gente que no encaja y que terminan juntándose porque solo tipos como ellos pueden entenderse, tolerarse y quererse. 

Porque Jinetes de la justicia es una película sobre el amor, la soledad, la necesidad de ayudar al prójimo para ayudarse también a uno mismo. Sobre la tolerancia, los miedos, la necesidad de tener el valor a mirarse al espejo, sobre la manera de afrontar el dolor. Es una película que nos habla de consuelo, de ternura y de perdón. Pero en el fondo, es una historia sobre la vida, que nunca es predecible, que no sucede como queremos, sino que se muestra caprichosa o cruel, pero también es capaz de ofrecernos momentos buenos, personas bondadosas, sentimientos puros.

Al final, lo que queda, por encima de la venganza, es esa reflexión sobre la vida y la muerte. Como intentamos consolarnos como podemos, como superamos una pérdida o no. Lo interesante, el acierto de Jensen, es que logra trasmitir el mensaje con inteligencia, sin grandes momentos, sin abusar para nada de la emotividad. Todo resulta ligero, como si pasara de puntillas sobre los grandes termas. En realidad, no lo hace. Los afronta con mano izquierda, con un humor muy preciso, nada evidente, pero presente siempre, y con inteligencia, mucha inteligencia. Jensen demuestra un talento especial para no caer en lo banal ni lo obvio y afrontar todo ese repertorio de temas tan profundos y serios con una delicadeza y una precisión admirables. No sentimos que nos esté adoctrinando, no es un film moralizador, aunque sus enseñanzas son evidentes. En la sutileza del relato, tan certero que hasta nos olvidamos con frecuencia que no es más que una película, reside su eficacia y su belleza.

Sin duda, toda una sorpresa. Una de esas películas que nos reconcilian con el cine profundo, con mensaje y, a la vez, entretenido, divertido, ligero pero riguroso.  

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