El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Dumbo


Las cigüeñas llegan a un circo repartiendo bebés. La señora Dumbo, una elefanta, recibe orgullosa a su pequeño, pero resulta que este tiene unas orejas enormes, lo que lo convierte en el hazmerreir del resto de elefantas. La señora Dumbo no está dispuesta a que se rían de su hijo y lo defenderá enérgicamente, lo que provocará que la encierren. Dumbo, abatido, encontrará ayuda en un pequeño ratón, Timothy, que luchará para convertir a Dumbo en una estrella del circo.

Cuarto largometraje de la factoría Disney, Dumbo (Ben Sharpsteen, 1941) es un film modesto, si lo comparamos con Fantasía (1940), que no dio los beneficios esperados a la compañía. Así, el presupuesto y el metraje de Dumbo son bastantes pequeños (900.000 dólares y 62 minutos frente a los más de dos millones de dólares y 125 minutos de Fantasía). El resultado, sin embargo, es una obra de animación poderosa y entrañable.

En esta ocasión, el estudio dejó de lado cuentos clásicos y se metió en materia con una historia no muy conocida y donde las princesas dejan paso a animales. La historia recuerda un poco a la de Pinocho (1940), aunque en este caso se dulcificó bastante más la parte sombría del argumento.Técnicamente, la película es perfecta, con unos animalitos ciertamente conseguidos, especialmente la figura de Dumbo, enternecedor a más no poder. Además, la historia contó con una banda sonora sobresaliente. Por si esto no fuera suficiente, la película cuenta con una escena sorprendente: la de la borrachera del elefantito y las alucinaciones que padece. Un momento extraño, colorido y rebosante de imaginación.

Pero donde la película realmente alcanza el máximo nivel es en la historia en sí, en esa moraleja de superación de las limitaciones para hacer de ellas algo positivo, que nos diferencia y nos individualiza. Al tratarse de un cuento para niños, el final feliz se adivina desde el comienzo, pero el mérito de la historia es que está tan bien contada, contiene momentos tan entrañables e intensos, que incluso para los adultos resulta difícil no sufrir con las desgracias del pobre Dumbo. Si eso nos pasa a los adultos, imaginemos lo que será para un niño.

Por cierto, creo que se suele exagerar un tanto a cerca de las posibles repercusiones negativas de algunas películas infantiles. En este caso, se critica la dureza de la historia y su posible efecto en los niños. Pienso que estos son más fuertes de lo que creemos y, a pesar de vivir intensamente este tipo de películas, saben diferenciar la realidad de la ficción. Mi hija, a los tres años, se enganchó a esta película e imagino que la recompensa del final era lo suficientemente poderosa para contrarrestar las anteriores penas del elefante.

Aún a día de hoy, pocos films de dibujos animados pueden competir en frescura, intensidad y belleza con Dumbo.

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