El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 5 de diciembre de 2010

El hombre leopardo


En una pequeña localidad de Nuevo México y como estrategia publicitaria ideada por Jerry Manning (Dennis O'Keefe), la cantante Kiki Walker (Jean Brooks) aparece acompañada de una pantera negra. Desgraciadamente, asustada, la pantera escapa y esa noche mata a una chica del pueblo. Es el comienzo de una serie de asesinatos atribuidos al felino.

El hombre leopardo (Jacques Tourneur, 1943) tiene, de partida, un par de lastres insalvables. Por un lado, es una especie de continuación de La mujer pantera (1942) del propio director, pero carece ya de la originalidad e intensidad de esa película. Por otro lado, se trata de un film de serie B y este detalle pesa demasiado en esta ocasión.

Uno de los fallos de la película, según el propio Touneur, era que se quedaba a medio camino entre el film de terror y el de misterio. Otro defecto que le veía el director era su narración poco uniforme. Y es verdad que a la historia le falta algo de fuerza, de unidad, un hilo conductor que condense el peligro y nos vaya llevando "in crescendo" hacia el desenlace. También es verdad que el género ha evolucionado muchísimo y es evidente que lo que en los años cuarenta del siglo pasado podía asustar al público de la época resulta casi cómico hoy en día. Y, sin embargo, son algunas de las escenas previas a los asesinatos las que están entre lo mejor de la película con diferencia. El juego de luces y sombras, la tensión creada a base de primeros planos, el ambiente misterioso e inquietante, el uso acertado de los efectos de sonido, ... logran dibujar una atmósfera subyugante durante unos breves momentos. Y, por supuesto, el omitir los detalles escabrosos, dejando que sea nuestra imaginación la que complete las escenas, es otro de los aciertos de la película.  En especial, el ataque a Teresa resulta particularmente escalofriante, por el clima conseguido y la indiferencia de la madre.

Pero son pequeños momentos puntuales que no disimulan una narración que no termina de engancharnos y donde falta nervio y tensión. Da la impresión que el guión se quedó a medias, que faltó tiempo para poder pulirlo y crear una historia que funcionase correctamente. Incluso el desenlace, clave en este tipo de películas, se nos presenta de manera un tanto precipitada y no termina de funcionar tampoco. No es que no resulte creíble, pero nos quedamos con la sensación de que habría necesitado un tratamiento mayor, además de que nada anteriormente nos había ido preparando para el mismo, con lo que se pierde de nuevo una buena ocasión de haber creado tensión y emoción que nos mantuviera en vilo hasta el final. De nuevo tenemos la sensación de un film hecho demasiado de prisa.

Tampoco el reparto ayuda mucho a elevar el nivel de la historia. Se trata de actores de segunda fila que cumplen honestamente su cometido sin más. Como curiosidad, señalar que Margo, que hace el papel de la bailarina Clo-Clo, era la sobrina de Xabier Cugat.

A pesar de todo, la película mantiene ese tono un tanto ingenuo y ese aire artesanal de la serie B en la que reside ciertamente su encanto. No podemos ver la obra de otra manera en nuestro en días. Hoy, ya no es verdaderamente un film de terror, sino más bien una historia curiosa, sin demasiados medios ni pretensiones pero con un encanto especial.

No hay comentarios:

Publicar un comentario