El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 14 de diciembre de 2010

El informe pelícano



Dirección: Alan J. Pakula.
Guión: Alan J. Pakula (Novela: John Grisham).
Música: James Horner.
Fotografía: Stephen Goldblatt.
Reparto: Julia Roberts, Denzel Washington, Sam Shepard, Tony Goldwyn, John Heard, James B. Sikking, John Lithgow, Robert Culp, Hume Cronyn, William Atherton, Stanley Tucci.

Las novelas de John Grisham se han convertido en un filón para Hollywood; hasta diez películas se han realizado basadas en alguno de sus numerosos best-sellers, como La tapadera (Sydney Pollack, 1993), El cliente (Joel Schumacher, 1994), El jurado (Gary Fleder, 2003) o esta que nos ocupa ahora, El informe pelícano (1993). Y el resultado son películas muy entretenidas y de gran aceptación por parte del público, asentadas en unas tramas inteligentes y muy bien planificadas.

Dos jueces del Tribunal Supremo de los Estados Unidos son asesinados con pocas horas de diferencia. Una joven estudiante de derecho, Darby Shaw (Julia Roberts), tras investigar por su cuenta el caso, escribe un informe donde expone una teoría que explicaría ambos crímenes. Su novio, un prestigioso abogado (Sam Shepard), le pasa el informe a un colega que trabaja para el FBI y al poco tiempo es asesinado también al estallar una bomba en su coche. Darby se salva milagrosamente, pero sus problemas no habrán hecho más que empezar.

Es verdad que la historia, a primera vista, resulta un poco enrevesada. Es necesario ver El informe pelícano una segunda vez para ir atando pequeños cabos que se han quedado sueltos. Pero si pasamos por alto que en un film de estas características no siempre los hechos quedan del todo diáfanos, convendremos que El informe pelícano es un film con una capacidad prodigiosa para mantenernos sin parpadear frente a la pantalla. Al menos durante la primera parte de la película, más o menos la primera mitad del metraje. Porque Pakula sabe presentarnos la intriga con mano firme y no nos da respiro, con una serie de escenas, de crímenes y de personajes que se van sucediendo a un ritmo intenso y sin descanso. Luego, en la última parte de la película, la intensidad decae un poco, lo que se explica en parte por la dificultad de mantener la tensión del principio una vez que se terminan las sorpresas y la historia se acerca al desenlace, y en parte porque los 141 minutos de duración de la historia se podrían haber acortado un poco sin perjudicar el resultado. Sea como fuere, la sólida trama que está en la base de la película, así como la solvencia y elegancia del director, nos ofrecen como resultado una película cautivadora e inquietante.

También ayuda mucho a meternos en harina y vivir con intensidad el drama de la estudiante de derecho el magnífico reparto de la película. Julia Roberts me ha convencido en todo momento, lo mismo que Denzel Washington, un actor eficaz y creíble al 100%. Pero además, el grupo de secundarios es excelente, y eso ayuda una barbaridad a la historia. Quizá sea Sam Shepard, el novio de Julia Roberts, el secundario que menos me gusta, pero el resto (Robert Culp, perfecto en la piel de un presidente poco capacitado; Tony Goldwyn, como su retorcido asesor; James B. Sikking, como director del FBI; John Lithgow, en la piel de director del periódico o el inquietante Stanley Tucci, como frío e implacable asesino) me parecen realmente formidables.

Otro aspecto que me gustaría destacar es la enorme fuerza visual de alguna de las escenas. Tal vez por ello sea una de las películas de las que recuerdo con facilidad gran cantidad de secuencias aunque hayan pasado años desde la última vez que la había visto. Mérito sin duda del director, capaz de crear tensión incluso con los silencios y que nos brinda unas soberbias escenas de asesinatos a base de ocultar el detalle concreto de la muerte, al estilo de la época clásica, dejándonos reservada a los espectadores la macabra tarea de imaginar la escena.

En resumen, una buena película de intriga, bien contada, creíble y fascinante por momentos que nos vuelve a recordar la importancia de tener una buena historia en la base. Con esa premisa y algo de talento, el resto es ya mucho más sencillo.

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