Dirección: Alan J. Pakula.
Guión: Alan J. Pakula (Novela: John Grisham).
Música: James Horner.
Fotografía: Stephen Goldblatt.
Reparto: Julia Roberts, Denzel Washington, Sam Shepard, Tony Goldwyn, John Heard, James B. Sikking, John Lithgow, Robert Culp, Hume Cronyn, William Atherton, Stanley Tucci.
Las novelas de John Grisham se han convertido en un filón para Hollywood; hasta diez películas se han realizado basadas en alguno de sus numerosos best-sellers, como La tapadera (Sydney Pollack, 1993), El cliente (Joel Schumacher, 1994), El jurado (Gary Fleder, 2003) o esta que nos ocupa ahora, El informe pelícano (1993). Y el resultado son películas muy entretenidas y de gran aceptación por parte del público, asentadas en unas tramas inteligentes y muy bien planificadas.
Dos jueces del Tribunal Supremo de los Estados Unidos son asesinados con pocas horas de diferencia. Una joven estudiante de derecho, Darby Shaw (Julia Roberts), tras investigar por su cuenta el caso, escribe un informe donde expone una teoría que explicaría ambos crímenes. Su novio, un prestigioso abogado (Sam Shepard), le pasa el informe a un colega que trabaja para el FBI y al poco tiempo es asesinado también al estallar una bomba en su coche. Darby se salva milagrosamente, pero sus problemas no habrán hecho más que empezar.
Es verdad que la historia, a primera vista, resulta un poco enrevesada. Es necesario ver El informe pelícano una segunda vez para ir atando pequeños cabos que se han quedado sueltos. Pero si pasamos por alto que en un film de estas características no siempre los hechos quedan del todo diáfanos, convendremos que El informe pelícano es un film con una capacidad prodigiosa para mantenernos sin parpadear frente a la pantalla. Al menos durante la primera parte de la película, más o menos la primera mitad del metraje. Porque Pakula sabe presentarnos la intriga con mano firme y no nos da respiro, con una serie de escenas, de crímenes y de personajes que se van sucediendo a un ritmo intenso y sin descanso. Luego, en la última parte de la película, la intensidad decae un poco, lo que se explica en parte por la dificultad de mantener la tensión del principio una vez que se terminan las sorpresas y la historia se acerca al desenlace, y en parte porque los 141 minutos de duración de la historia se podrían haber acortado un poco sin perjudicar el resultado. Sea como fuere, la sólida trama que está en la base de la película, así como la solvencia y elegancia del director, nos ofrecen como resultado una película cautivadora e inquietante.
También ayuda mucho a meternos en harina y vivir con intensidad el drama de la estudiante de derecho el magnífico reparto de la película. Julia Roberts me ha convencido en todo momento, lo mismo que Denzel Washington, un actor eficaz y creíble al 100%. Pero además, el grupo de secundarios es excelente, y eso ayuda una barbaridad a la historia. Quizá sea Sam Shepard, el novio de Julia Roberts, el secundario que menos me gusta, pero el resto (Robert Culp, perfecto en la piel de un presidente poco capacitado; Tony Goldwyn, como su retorcido asesor; James B. Sikking, como director del FBI; John Lithgow, en la piel de director del periódico o el inquietante Stanley Tucci, como frío e implacable asesino) me parecen realmente formidables.
Otro aspecto que me gustaría destacar es la enorme fuerza visual de alguna de las escenas. Tal vez por ello sea una de las películas de las que recuerdo con facilidad gran cantidad de secuencias aunque hayan pasado años desde la última vez que la había visto. Mérito sin duda del director, capaz de crear tensión incluso con los silencios y que nos brinda unas soberbias escenas de asesinatos a base de ocultar el detalle concreto de la muerte, al estilo de la época clásica, dejándonos reservada a los espectadores la macabra tarea de imaginar la escena.
En resumen, una buena película de intriga, bien contada, creíble y fascinante por momentos que nos vuelve a recordar la importancia de tener una buena historia en la base. Con esa premisa y algo de talento, el resto es ya mucho más sencillo.
Dos jueces del Tribunal Supremo de los Estados Unidos son asesinados con pocas horas de diferencia. Una joven estudiante de derecho, Darby Shaw (Julia Roberts), tras investigar por su cuenta el caso, escribe un informe donde expone una teoría que explicaría ambos crímenes. Su novio, un prestigioso abogado (Sam Shepard), le pasa el informe a un colega que trabaja para el FBI y al poco tiempo es asesinado también al estallar una bomba en su coche. Darby se salva milagrosamente, pero sus problemas no habrán hecho más que empezar.
Es verdad que la historia, a primera vista, resulta un poco enrevesada. Es necesario ver El informe pelícano una segunda vez para ir atando pequeños cabos que se han quedado sueltos. Pero si pasamos por alto que en un film de estas características no siempre los hechos quedan del todo diáfanos, convendremos que El informe pelícano es un film con una capacidad prodigiosa para mantenernos sin parpadear frente a la pantalla. Al menos durante la primera parte de la película, más o menos la primera mitad del metraje. Porque Pakula sabe presentarnos la intriga con mano firme y no nos da respiro, con una serie de escenas, de crímenes y de personajes que se van sucediendo a un ritmo intenso y sin descanso. Luego, en la última parte de la película, la intensidad decae un poco, lo que se explica en parte por la dificultad de mantener la tensión del principio una vez que se terminan las sorpresas y la historia se acerca al desenlace, y en parte porque los 141 minutos de duración de la historia se podrían haber acortado un poco sin perjudicar el resultado. Sea como fuere, la sólida trama que está en la base de la película, así como la solvencia y elegancia del director, nos ofrecen como resultado una película cautivadora e inquietante.
También ayuda mucho a meternos en harina y vivir con intensidad el drama de la estudiante de derecho el magnífico reparto de la película. Julia Roberts me ha convencido en todo momento, lo mismo que Denzel Washington, un actor eficaz y creíble al 100%. Pero además, el grupo de secundarios es excelente, y eso ayuda una barbaridad a la historia. Quizá sea Sam Shepard, el novio de Julia Roberts, el secundario que menos me gusta, pero el resto (Robert Culp, perfecto en la piel de un presidente poco capacitado; Tony Goldwyn, como su retorcido asesor; James B. Sikking, como director del FBI; John Lithgow, en la piel de director del periódico o el inquietante Stanley Tucci, como frío e implacable asesino) me parecen realmente formidables.
Otro aspecto que me gustaría destacar es la enorme fuerza visual de alguna de las escenas. Tal vez por ello sea una de las películas de las que recuerdo con facilidad gran cantidad de secuencias aunque hayan pasado años desde la última vez que la había visto. Mérito sin duda del director, capaz de crear tensión incluso con los silencios y que nos brinda unas soberbias escenas de asesinatos a base de ocultar el detalle concreto de la muerte, al estilo de la época clásica, dejándonos reservada a los espectadores la macabra tarea de imaginar la escena.
En resumen, una buena película de intriga, bien contada, creíble y fascinante por momentos que nos vuelve a recordar la importancia de tener una buena historia en la base. Con esa premisa y algo de talento, el resto es ya mucho más sencillo.
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