El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 11 de enero de 2014

Río Grande



Dirección: John Ford.
Guión: James K. McGuinness (Historia: James Warner Bellah).
Música: Victor Young.
Fotografía: Bert Glennon (B&N).
Reparto: John Wayne, Maureen O'Hara, Ben Johnson, Claude Jarman Jr., Harry Carey Jr., Chill Wills, J. Carrol Naish, Victor McLaglen, Ken Curtis, Patrick Wayne.

El teniente coronel Kirby York (John Wayne) está al mando de un fuerte fronterizo con México desde donde combate a los apaches. Tras haber suspendido en West Point, su hijo Jeff (Claude Jarman Jr.) se alista en la caballería y es destinado al regimiento de su padre, que no lo ha visto desde hace quince años. Poco después, se presenta en el fuerte la señora York (Maureen O'Hara), que lleva separada de Kirby desde la Guerra Civil, con la intención de llevarse a casa a su hijo Jeff.

Río Grande (1950) cierra la trilogía sobre la caballería iniciada por Ford con Fort Apache (1948) y continuada con La legión invencible (1949). En principio, Ford no tenía previsto seguir con el tema de la caballería, pero el estudio le sugirió rodar esta tercera película dado el éxito de las dos anteriores. Ford aceptó el encargo y firmó, según muchos críticos, uno de los mejores títulos de su carrera.

Siguiendo la línea de La legión invencible, Río Grande tiene la lucha contra los indios como un simple marco en el que desarrollar el verdadero núcleo argumental de la película: las relaciones personales; más concretamente, las relaciones familiares y cómo se ven afectadas por las obligaciones profesionales de un militar. Río Grande analiza el conflicto de intereses entre el oficial Yorke, de la caballería yankee, y su esposa, miembro de una familia acomodada del Sur, durante la Guerra Civil, que lleva a la separación del matrimonio. Quince años después, ambos tienen la ocasión de volver a reunirse gracias a otro conflicto: el hijo de ambos se ha alistado en la caballería contra la voluntad de su madre, mientras que su padre, su superior, ha de anteponer su deber como soldado a su instinto paternal de proteger a su único hijo.

Como vemos, de nuevo el tema familiar y el del honor se dan cita en una cinta de John Ford. La solución a tantos conflictos de intereses no es fácil, pero sólo se puede avanzar, según el director, a través del respeto a las convicciones personales, al sentido del deber y el honor y al triunfo del verdadero amor, capaz de tender puentes entre dos personas tan distintas como el matrimonio York.

Ford decide volver al blanco y negro, que prefería frente al color, y que le permitía unas imágenes mucho más vigorosas donde se refuerzan las luces y las sombras. Ford repite ciertos elementos ya utilizados en Fort Apache, por ejemplo, como es el del adiestramiento de los nuevos reclutas o las baladas nocturnas. Sin embargo, el tono aquí es más triste, más melancólico, y las habitules escenas de humor son más escasas y menos alegres también. Y es que Río Grande es un film cargado de nostalgia, de tristeza, de rupturas familiares que cuesta digerir y cicatrizar. Y aún cuando el final parece ofrecernos un nuevo comienzo para el matrimonio Yorke, ello no logra despejar el tono tristón de la película.

En cuanto al reparto, de nuevo John Ford cuenta con la colaboración de sus habituales secundarios, siempre eficaces, y añade la participación del joven Claude Jarman Jr., quizá el más flojo del reparto. Pero lo compensa con la pareja formada por John Wayne y Maureen O'Hara, una de las más hermosas del cine, y que anticipan la magnífica química que veremos entre ambos actores poco después en El hombre tranquilo (1952). Wayne vuelve a demostrar que, bien dirigido, tenía tablas más que suficientes para traspasar su rol de duro vaquero o soldado. Maureen O'Hara está especialmente hermosa, con un par de escenas memorables en que es imposible no sentirse conmovidos con su interpretación. La escena en que encuentra en un baúl una caja de música y su expresión al oír la melodía es de una belleza estremecedora.

Río Grande vuelve a demostrarnos la facilidad del director para trasmitirnos todo un repertorio de sentimientos y dudas de sus personajes. Y siempre con una economía de medios y una eficacia sorprendentes. Más allá de la imagen del Ford como rey del western, debemos rendirnos al director sensible capaz de mostrar como nadie las honduras y las sombras del alma humana.

Sin ser la película de la trilogía que más me gusta personalmente, como todo film de Ford, Río Grande es una obra densa, compleja y con una riqueza que merece la pena descubrir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario