El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 5 de enero de 2014

Juegos secretos



Dirección: Todd Field.
Guión: Todd Field, Tom Perrotta (Novela: Tom Perrotta).
Música: Thomas Newman.
Fotografía: Antonio Calvache.
Reparto: Kate Winslet, Patrick Wilson, Jackie Earle Haley, Jennifer Connelly, Ty Simpkins, Tom Perrotta, Noah Emmerich, Sadie Goldstein, Bruce Kirkpatrick, Phyllis Somerville.

Sarah Pierce (Kate Winslet) vive en un barrio acomodado y tiene una vida también acomodada, cuidando de su hija Lucy (Sadie Goldstein), a la que lleva al parque todos los días. Allí conoce por casualidad a Brad Adamson (Patrick Wilson) que, al no trabajar, se ocupa de cuidar a su hijo pequeño Aaron (Ty Simpkins). Al mismo tiempo, la vida tranquila en el barrio se ve alterada por el regreso a la vecindad de un pedófilo (Jackie Earle Haley) al que acaban de poner en libertad.

Juegos secretos viene a ser, salvando las distancias, como una versión seria y más ambiciosa de Mujeres desesperadas, o al menos a mí me recordó vagamente a esa serie de televisión. Y es que también aquí tenemos la vida en un barrio acomodado donde todo parece ser perfecto: bonitas casas, cuidados parques, gente sonriente de clase acomodada... Sin embargo, bajo esa plácida superficie se agita la verdadera realidad y Todd Field se dedica a desmenuzar las miserias, los miedos, las rutinas y las frustraciones de esos vecinos tan perfectos y tan moralistas para los que el mayor drama de sus existencias parece ser la presencia de un pedófilo entre ellos.

La intención es buena. De nuevo estamos frente a la trastienda del sueño americano y lo que vemos dista mucho del paraíso que pretende ser. El problema es que a Field se le va mano y al final, un film realmente prometedor, termina resultando un pequeño fiasco.

Por un lado, creo que la duración es excesiva para lo que, finalmente, termina siendo la película. Y es que, básicamente, Juegos secretos nos cuenta la historia de una infidelidad, el romance entre Sarah y Brad, y secundariamente la llegada de un pervertido al barrio, lo que desata la obsesión de Larry (Noah Emmerich), un ex policía de turbio pasado, con el pedófilo, al que quiere hacerle la vida imposible como válvula de escape a sus problemas personales. Demasiado metraje para lo que en realidad termina contándonos la película. Y es que el ansia de hacer algo importante lleva al director a rellenar la historia con muchas escenas que no aportan nada al argumento y que alargan el film innecesariamente, con lo que llega un momento en que empieza a resultar aburrido. Y es una pena que Todd Field no fuera más modesto y contenido, porque algunos momentos de la película están muy logrados, con un par escenas de un elevado nivel. Recuerdo especialmente la conversación de la madre del pedófilo (Phyllis Somerville) con su hijo para que se busque novia o el debate del grupo literario sobre "Madame Bovary" y su paralelismo con la aventura que está viviendo Sarah. Son secuencias que demuestran que Field es capaz de ofrecernos momentos de buen cine, pero por desgracia no son la nota predominante. Y es que el comienzo de la película prometía mucho más de lo que finalmente cumple.

Encima, para terminar de estropearlo más, Field decide regalarnos un final absurdo que uno solo termina de explicarse debido a un extraño sentido de la moral que lleva al director a un desenlace en el que parece querer arreglarlo todo precipitadamente: Brad se comporta como un idiota, Sarah es presa del pánico y Larry se redime de sus pecados con un acto que parece un tanto forzado. Sinceramente, creo que este final no termina de encajar con el discurso de la película, con la exaltación del amor, la libertad y el valor para cambiar la rutina que parecía ser el mensaje principal hasta ese instante.

En lo que debemos aplaudir al director es por el excelente reparto de la película. Empezando por Kate Winslet, una actriz maravillosa que está perfecta en su papel, lo que le valió estar nominada al Oscar. También recibió una merecida nominación a mejor secundario Jackie Earle Haley, con un papel complicado pero que resuelve de un modo genial. El resto de actores también cumplen admirablemente, incluso aunque su participación sea muy breve, como es el caso de Jennifer Connelly, perfecta en sus escasas escenas, o Phyllis Somerville, impecable como la madre del pedófilo.

No cabe ninguna duda de que Juegos secretos (2006) es de esas películas ambiciosas, cuidadas y diseñadas para sorprender y ser recordadas. Y sin embargo, como a menudo suele suceder, las intenciones, o las ambiciones iniciales, se quedan a medias, dejándonos el extraño regusto en la boca de ser un film que no alcanza el nivel que hubiéramos deseado.

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