El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 12 de enero de 2014

Identidad



Dirección: James Mangold.
Guión: Michael Cooney (Historia: Michael Cooney).
Música: Alan Silvestri.
Fotografía: Phedon Papamichael.
Reparto: John Cusack, Ray Liotta, Amanda Peet, Alfred Molina, Jake Busey, Clea DuVall, Rebecca De Mornay, John C. McGinley, John Hawkes, William Lee Scott, Pruitt Taylor Vince.

Durante una intensa tormenta en Nevada, diversas personas acaban buscando refugio en un viejo motel de carretera. Al poco de llegar, los huéspedes empiezan a morir de modo violento, uno tras otro.

Las historias de asesinatos, donde el espectador no conoce la identidad del asesino y ha de jugar a policías y ladrones desde la butaca, siempre han funcionado bien. Y sino que se lo pregunten a Agatha Christie, por ejemplo, en cuya novela "Diez negritos" (1939) parece inspirarse Michael Cooney. Pero Identidad (2003) también bebe de otra poderosa fuente: la película Psicosis (1960), de Alfred Hitchcock, de donde recupera el motel como escenario y el desdoblamiento de personalidad como eje de los crímenes.

Partiendo pues de la base de que este tipo de propuestas tienen un público bastante fiel y suelen funcionar en taquilla, la clave está en analizar si lo que James Mangold nos ofrece es lo suficientemente bueno como para que merezca la pena ver la película para aquellos que no son especialmente fans de estas películas. Y es que en este tipo de films lo que suele suceder con demasiada frecuencia es que el espectador termina de ver la película con la sensación de que le han estafado, por culpa de unos guiones habitualmente mal trabajados y tremendamende tramposos.

Identidad no está libre de las trampas habituales del género y, sin embargo, cuando terminas de ver la película no te sientes especialmente frustrado. Veamos por qué.

Para empezar, la película cuenta con una buena introducción que nos va presentando a los personajes de un modo bastante original y lleno de tensión, de manera que ya desde el comienzo estamos metidos de lleno en la película, casi sin saber cómo. A este buen arranque le sucede la parte central de la película, donde comienzan a tener lugar los asesinatos en el motel. Y de nuevo James Mangold demuestra que sabe lo que se trae entre manos y no permite un momento de respiro. Las acciones se suceden con un ritmo preciso, la tensión es constante y no hay apenas tiempos muertos. Además, Mangold evita el recurso fácil de los sustos constantes sin que llegue a suceder nada, algo que desde mi punto de vista suele ser el recurso de los malos guiones para estirar una historia que no da más de sí. Son, sin duda, los mejores momentos de la película: reina el miedo entre los huéspedes del motel y ese miedo se contagia bastante bien al espectador. La atmósfera es sombría, acentuada por una lluvia constante que preludia más y más asesinatos; el destartalado hotel juega un papel siniestro perfectamente explotado por el director. Todo en estos minutos funciona de maravilla y, además, con la deferencia de Mangold de no ensañarse con los detalles truculentos más de lo mínimo necesario para un film de estas características.

Pero cuando aparece la segunda trama, la del juez que ha de determinar la salud mental de un asesino múltiple, ya adivinamos sin mucha complicación que lo bueno se acaba. Aún sospechando desde el principio que el argumento iba a jugarnos una mala pasada, durante una hora el director había logrado que nos olvidáramos de ese detalle y disfrutáramos de un buen thriller inquietante. Pero al acercarse el momento de poner las cartas boca arriba, ya empezamos a intuir la trampa. Y al final, todo se reduce a una lucha interna de una mente enferma. Aún así, la explicación no es del todo mala. Es cierto que el argumento podía haber jugado con nosotros como le diera la gana, que es lo que suelen hacer los films del género rematadamente malos; en su lugar, la historia toma la forma de un psicópata en lucha contra sus múltiples personalidades. No es muy verosímil y encuentro el recurso tramposo y un tanto facilón. Pero dentro de lo que cabe, al haber vivido antes un buen rato de tensión, intriga y miedo, nos es más fácil asimilar el inevitable truquillo final. Encajamos las piezas, entendemos lo sucedido en el motel y aceptamos que los grandes guiones se cuentan con los dedos de la mano.

El reparto de Identidad también ayuda en la sensación final de cierto gusto por lo visto. Y es que los actores elegidos están todos francamente bien; en especial John Cusack, que vuelve a dejar claro su talento y cómo con casi nada es capaz de componer un personaje completo y creíble. Ray Liotta no es santo de mi devoción, pero en este caso me parece que su trabajo es igualmente irreprochable. Y de Amanda Peet ¿qué puedo decir?, además de aportar su hermosa presencia, está más que convincente como asustada prostituta. Incluso el pequeño Bret Loehr está realmente bien.

Así que podemos afirmar que Identidad, sin librarse de los defectos de este tipo de propuestas, tiene al menos un nivel bastante aceptable que termina por imponerse a las trampas del guión, con lo que cumple con cierta honestidad con lo que se proponen este tipo de películas: hacernos pasar un buen mal rato.

1 comentario:

  1. Tal y como dices Identidad es aceptable dentro de este género tramposo. Yo, personalmente, soy del grupo del "me siento estafado" cuando veo una peli de esta temática. Me he tragado tantas...hay una del De Niro, otra del Scorsese, una del Bale, otra del Fincher y muchas más que no desvelaré el título para no "spoilear" a lo bestia y chafar el final a por quién se pase por aquí. Tengo la sensación de que tal como acaban este tipo de pelis pueden hacer lo que quieran con el desarrollo de la película. Esa es mi humilde opinión ;), lo que sí que está claro es que unas tienen más gracia que otras y "Identidad" la tiene. Un saludo!!

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