El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 1 de septiembre de 2022

Corazones indomables



Dirección: John Ford.

Guión: Lamar Trotti y Sonya Levien (Novela: Walter D. Edmonds).

Música: Alfred Newman.

Fotografía: Bert Glennon y Ray Renahan.

Reparto: Claudette Colbert, Henry Fonda, Edna May Oliver, Eddie Collins, John Carradine, Dorris Bowdon, Jessie Ralph, Arthur Shields, Robert Lowery, Roger Imhof, Francis Ford, Ward Bond, Russell Simpson, Arthur Shields.

Lana Borst (Claudette Colbert), una joven de familia adinerada, se casa con Gil Martin (Henry Fonda), un granjero, y se instalan en el valle de Mohawk, donde Gil tiene una pequeña cabaña. Para Lana, el cambio será difícil y las cosas se complicarán más con el estallido de la guerra contra los ingleses.

Corazones indomables (1939) es el primer largometraje de John Ford en color y además el que se ubica en un período de tiempo más antiguo en toda su obra, en torno a finales del siglo XVIII. Anécdotas aparte, estamos ante un film menor en su filmografía, pero donde se reúnen ya los elementos característicos de su trabajo.

La película es un abierto canto a la colonización y el nacimiento de Norteamérica, describiendo las enormes dificultades de los pioneros, tanto a nivel material como en sus trabajos de acondicionamiento de las tierras y en la lucha contra los indios.

Ford, como es habitual en este tipo de dramas, sabe conjugar perfectamente los momentos épicos con otros más domésticos y sus típicas pinceladas de humor para aligerar la carga dramática. Están los personajes típicos que poblarán su larga obra, especialmente esa mujer fuerte, luchadora, capaz de soportar cualquier adversidad y en la que reside la base del avance de la civilización y el apoyo moral y afectivo de los hombres. En esta ocasión, ese papel está encarnado por la abnegada Lana y también por la viuda McKlennan (Edna May Oliver), personaje que conjuga un coraje superior al de muchos hombres y que aporta también notas de humor y de emoción como solo Ford sabía insuflar a algunos de sus personajes más representativos.

Sin ser una mala película, ya que dudo que Ford tenga alguna que se pueda calificar así, el problema principal de Corazones indomables es el ritmo un tanto lento. Algunas escenas da la sensación de que se alargan en exceso, lo que viene a significar que hay un problema de equilibrio interno. Ello lastra el desarrollo general y, a pesar de algunos momentos muy interesantes, el resultado final es una cinta que no transcurre con la agilidad necesaria.

Algunos críticos también ponen en duda la elección de Claudette Colbert, una actriz sofisticada en un papel un tanto inapropiado para ella. En mi opinión, su trabajo es acertado y no creo que resida en ella el principal problema de la película, sino en el ritmo de la misma. Henry Fonda es una elección perfecta, lo mismo que algunos de los secundarios fijos del director, como Ward Bond, John Carradine, Russell Simpson o Arthur Shields, todos ellos siempre una garantía de saber hacer.

Otro elemento a resaltar es la dureza de algunas de las escenas de lucha, especialmente la de los hombres gravemente heridos tras la batalla y el ataque al fuerte que podrían interpretarse sin duda como una manera de posicionarse del director contra las guerras y las tremendas desgracias que acarrean, como la pérdida del hijo de Lana o la ruina material, con casas quemadas y cosechas perdidas. 

Una obra menor en la filmografía de John Ford, lo que significa que estamos ante una gran película que, sin embargo, no alcanza la fluidez de otros trabajos del director. A pesar de lo cuál, es más que recomendable.

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