Dirección: Alan Crosland.
Guión: Alfred A. Cohn.
Música: Louis Silvers.
Fotografía: Hal Mohr (B&W).
Reparto: Al Jolson, May McAvoy, Warner Oland, Eugenie Besserer, Otto Lederer, Bobby Gordon.
Jakie Rabinowitz (Bobby Gordon), a sus trece años, sueña con dedicarse al mundo del espectáculo. Pero su padre (Warner Oland), Cantor en la sinagoga, rechaza radicalmente esa posibilidad. Ante sus castigos físicos, Jakie abandona su hogar.
El cantor de jazz (1927) tiene un sitio reservado en la historia del cine como la película que impulsó definitivamente el desarrollo del cine sonoro, marcando así el inicio del ocaso del cine mudo. Algunas reseñas la definen como la primera película sonora de la historia, lo cual no es cierto. Simplemente, se trata de un film mudo con sonido en unas cuantas canciones, utilizando el sistema Vitaphone, de la Warner, que sincronizaba sonido e imagen, que se estrenó en 1926 en Don Juan, también dirigida por Alan Crosland. Así, de los ochenta y ocho minutos de metraje, solo unos doce están sonorizados.
Si dejamos a un lado el factor histórico, El canto de jazz no es un film especialmente notable. El argumento, por ejemplo, es demasiado elemental y tiene un enfoque donde prima lo melodramático, pero a un nivel bastante básico. Hay que entender que era lo habitual en la época, pero aún así, otras películas del mismo período ya lograban mejores tratamientos, mucho menos simplistas y teatrales.
Tampoco las canciones me parecieron especialmente brillantes y aquí otra vez vemos esa tendencia al exceso, con letras sentimentales que buscan conmover al espectador sin disimulo.
Todo ello nos lleva a constatar que se trata de un film que ha envejecido muy mal. En parte es comprensible pero, si pienso en obras incluso anteriores que aún hoy en día nos siguen entusiasmando, he de reconocer que El cantor de jazz es un film mediocre, incluso para su época.
Tampoco encuentro demasiado carismático a su protagonista. Supongo que tiene que ver también con las modas, pues sus movimientos al interpretar los números musicales resultan un tanto curiosos en la actualidad. Tiene muy buena voz, es cierto, pero aquí también el paso del tiempo resulta implacable. Por cierto, el argumento de El cantor de jazz guarda ciertas similitudes con la vida del protagonista, Al Jolson en la edad adulta de Jakie.
En cuanto al argumento, vemos reflejada de manera clara la crisis generacional: el padre, apegado a las tradiciones, además con el agravante de ser un judío ortodoxo, no comprende ni admite las aspiraciones de su hijo, que vive conforme a la evolución de la sociedad y el progreso y no se siente atraído por continuar la tradición familiar. De nuevo, las modas del momento llevan el conflicto a extremos melodramáticos un tanto simples, pero hemos de entender que se trata de un film mudo, con su peculiar manera de entender la interpretación; nada debía quedar en tinieblas para que el público no pudiera sentirse perdido en la acción. Los gestos grandilocuentes y los primeros planos expresivos confirman de nuevo que aún no estamos en el cine sonoro, sino en un experimento que daba los primeros pasos hacia él.
Aún así, el argumento resulta demasiado simple en la actualidad y su tendencia a los excesos, al melodrama, lo vuelven demasiado cercano a los folletones menos inspirados.
El canto de jazz tuvo un éxito arrollador en su momento e inició la explosión de una serie de films que lo imitaban, buscando ampararse en la moda que había generado y esperando recaudaciones importantes. La consecuencia fue una proliferación de films musicales de escasa entidad que, desprovistos de la novedad de esta cinta, han quedado en el olvido. El cine además, perdió entonces gran parte delos avances que había logrado con el período mudo, dando un paso atrás en cuanto a puesta en escena, que volvía a una especie de teatro filmado con la cámara estática. Pero pronto se recuperaría de esta etapa y se acabaría desarrollando un cine sonoro de calidad tras estos dubitativos primeros pasos.
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