Dirección: Jean Delannoy.
Guión: Michel Audiard, Jean Delannoy y Rodolphe-Maurice Arlaud (Novela: George Simenon).
Música: Paul Misraki.
Fotografía: Louis Page (B&W).
Reparto: Jean Gabin, Annie Girardot, Olivier Hussenot, Jean Desailly, Gérard Sety, André Valmy, Lino Ventura, Lucienne Bogaert, Paulette Dubost, Jeanne Boitel.
Un asesino en serie ha matado ya a cuatro mujeres en el barrio parisino del Marais. La policía no tiene ninguna pista y el comisario Maigret (Jean Gabin) intenta tenderle una trampa al culpable.
Un detective peculiar el comisario Maigret. No es un tipo carismático, ni atractivo, ni joven. Parece cualquier cosa menos un policía. Y además se muestra cansado, envejecido, pensando en la jubilación. Con estos datos entendemos que El comisario Maigret (1958) nos presenta una historia diferente a la de otros detectives famosos, como por ejemplo Sherlock Holmes o Sam Spade. Georges Simenon, el padre del protagonista, creó un policía muy normal y la historia que nos ocupa también posee un toque de normalidad casi rutinaria, en la que reside sin duda el encanto y la personalidad de la película.
A pesar de abordar los crímenes de un asesino en serie, el tratamiento se aleja de un enfoque truculento, limitando los momentos más escabrosos a lo mínimo indispensable. Jean Delannoy despoja al film de todo lo artificial para mostrarnos un trabajo de la policía meticuloso, concienzudo, centrado en detalles, en la vigilancia paciente, la espera y algunos viejos trucos de la profesión.
Al comienzo, es verdad, Delannoy sabe jugar con las luces y sombras, las calles desiertas, los callejones, y en ello se muestra muy eficaz, apoyándose en la fotografía en blanco y negro y los primeros planos, como los guantes del asesino, para meternos de lleno en la frialdad del asesino y la indefensión de sus víctimas.
A partir de ahí, la película se centra en las pesquisas del comisario, cómo tiende una trampa y después, a base de intuición y experiencia, va cerrando el círculo en torno al asesino. Y es aquí cuando más brilla El comisario Maigret, donde se diferencia claramente de otros tipos de relatos similares con un desarrollo de la investigación basado en la lógica, los interrogatorios, los detalles. Esta parte de la cinta es realmente brillante, sin concesiones al efectismo, centrándose en lo importante. Prueba del buen pulso del director y la solidez del guión es que, a pesar de ser un film sin acción, basado en los diálogos, con escasez de escenarios y protagonistas, en ningún momento se vuelve repetitivo o cansino y Jean Delannoy mantiene el pulso de manera constante hasta el brillante desenlace, que de nuevo sorprende por su aparente sencillez, casi su normalidad dentro de lo turbio de la historia.
Historia que nos desvela la atormentada y deformada personalidad de Marcel Maurin (Jean Desailly), un hombre marcado por una madre dominante y castradora, que lo ha vuelto impotente e inestable, un niño aún a pesar de su edad, que odia a las mujeres porque no sabe tratarlas ni complacerlas y que ha caído además en manos de una esposa (Annie Girardot) que prolonga la misma dominación que había sufrido en la infancia.
Lo curioso es que ni Marcel ni su esposa, su madre presenta un perfil más duro, nos resultan repulsivos, a pesar de los crímenes. Es más, resultan patéticos y hasta dignos de lástima, atrapados en su enfermedad, pues la esposa de Marcel tampoco es una mujer normal. Es un detalle muy importante, pues demuestra que el enfoque no recurre al típico maniqueísmo de este tipo de historias, sino que busca algo más, algo más cercano a la realidad, donde el criminal también es, a su manera, una víctima, de su educación y de su debilidad, un enfermo incapaz de controlar sus miedos y sus fobias.
Es verdad que el film podría haber ahondado algo más en la personalidad del asesino, su esposa y su madre. En especial la esposa queda algo borrosa.
Dentro del reparto, sin duda hay que destacar a Jean Gabin, un modelo de naturalidad, casi la antítesis del actor típico del cine norteamericano. Con una apariencia sin demasiado glamour, Gabin demuestra la fuerza de su espontaneidad, haciendo totalmente creíble a su personaje, sin tics, sin adornos. Annie Girardot, por su parte, tiene una personalidad rotunda, que demuestra con una sola mirada. Jean Desailly tiene un papel complicado, entre momentos de normalidad y sus arrebatos infantiles o de crueldad y en todo momento resulta absolutamente convincente, sin excesos.
El comisario Maigret viene a representar una característica del cine europeo que lo desmarca del de Hollywood; un cine con un enfoque más realista, cotidiano, donde no prima tanto el glamour o la efectividad como un tratamiento más natural, centrado menos en la acción que en el retrato de los personajes. Un enfoque más cercano a la crónica periodística donde lo importante es el realismo, la aproximación lo más ajustada posible a la vida cotidiana, en este caso la de labor policial.
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