Dirección: Tom Holland.
Guión: Kevin Falls y Tom Engelman.
Música: Frédéric Talgorn.
Fotografía: Steve Yaconelli.
Reparto: Timothy Hutton, Lara Flynn Boyle, Dwight Schultz, Oliver Platt, Steven Weber, Colleen Flynn, Faye Dunaway, Scott Coffey, Dakin Matthews, Maura Tierney.
El secretario de Peter Derns (Timothy Hutton), ejecutivo en una firma de productos alimenticios, coje una baja por paternidad. Una empresa de trabajo temporal envía a Kris Bolin (Lara Flynn Boyle) para cubrir la baja, demostrando enseguida una eficacia absoluta en su trabajo.
La suplente (1993) viene marcada por la moda o, tal vez, debería decir por la ambición de apuntarse al caballo ganador de Instinto básico (Paul Verhoeven, 1992). El éxito de esta película pareció animar a todo Hollywood a explotar el filón, surgiendo títulos como La mano que mece la cuna (Curtis Hanson, 1992) o Mujer blanca soltera (Barbet Schroeder, 1992). Todas con el mismo patrón de una mujer atractiva completamente chiflada o muy cerca a estarlo.
El problema de estas propuestas es que se mueven a base de clichés y son productos de consumo fácil que, una vez terminado, uno se queda con la sensación de que ha perdido el tiempo miserablemente.
La suplente parece arrancar con cierta interés, que dura hasta que nos damos cuenta de que el argumento encierra la fórmula de mujer ambiciosa, malvada y cruel que va a hacer todo lo posible para salirse con la suya. La locura de Kris está un poco disimulada la principio, pero no dura demasiado la ilusión y pronto desemboca en un ejercicio absurdo de mujer manipuladora, inteligente y muy ardiente sexualmente que nos remite a toda una suerte de escenas repetitivas que ya no sorprenden a nadie. De nuevo, todo el mundo parece ciego ante los manejos de la secretaria pirada, salvo el pobre de su jefe, una víctima más que intentará desenmascararla a costa de su propia salud mental.
Como es de esperar, los personajes resultan muy planos, sin entidad real, dibujados a base de pequeños detalles muy vistos que no disimulan un guión de lo más básico que no se toma el tiempo de ahondar para nada en la historia. Lo único que importa es la intriga, que en realidad tampoco es tal, ya que las cartas están desde el principio sobre la mesa. Así, más que intriga deberíamos hablar de curiosidad por ver cómo se resuelve el asunto. Aunque llega un momento en que comprendemos que es tan malo el argumento que ni siquiera un desenlace inteligente puede solventar nada. Aún así, yo abrigaba la idea de un giro inesperado en el que Kris no fuera más que una víctima. Quizá habría aportado un cierto toque novedoso a un argumento demasiado previsible, si bien el desastre no tenía solución. De todos modos, me preparaba para la decepción final, tal vez con la muerte dramática y resolutiva de la malvada. Y he aquí que finalmente el desenlace, cuando parecía que nada podía estropear más a un film totalmente decepcionante, va y añade un broche terrorífico a este ejercicio de banalidad. Es tan malo el final que parece una broma.
La única manera de intentar salvar de algún modo La suplente es tomando el final del modo más abierto posible: tal vez Kris en realidad no es la culpable, tal vez todas las pistas solo están ahí para despistarnos. ¿Y si el verdadero culpable es quién más se beneficia con lo sucedido? Podría valer como explicación y salvaría algo del desastre a la historia. Sin embargo, todo el desarrollo, la superficialidad de los personajes y sus relaciones y la falta de originalidad son un lastre que ni la más buenas de nuestras intenciones puede solucionar.
El reparto tampoco logra salvar nada de nada. Timothy Hutton carece de carisma y se mueve entra la frialdad y algunos arrebatos de ira un tanto excesivos y teatrales. Lara Flynn Boyle aporta su atractivo a un papel sin relieve y Faye Dunaway, la actriz con más renombre del reparto, terminó premiada con el Razzie a la peor interpretación. No creo que sea un premio merecido, aunque la película sí que hace méritos para ello.
La suplente vuelve a demostrar esa mala costumbre de Hollywood de primar la rentabilidad del cine, enfocado casi exclusivamente desde un punto de vista empresarial, y dejando más que de lado la vertiente artística. El resultado son productos de tan escasa calidad como esta cinta, realizados con la mente puesta en la recaudación e ideados de manera rutinaria, sin esfuerzo, a base de clichés y sin alma.
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