El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 15 de julio de 2010

El Dorado



Dirección: Howard Hawks.
Guión: Leigh Brackett (Novela: Harry Brown).
Música: Nelson Riddle.
Fotografía: Harold Rosson.
Reparto: John Wayne, Robert Mitchum, James Caan, Charlene Holt, Paul Fix, John Gabriel, Arthur Hunnicutt, R. G. Armstrong, Michele Carey, Ed Asner.

Howard Hawks ya había contado esta historia años antes en Río Bravo (1959). Sin embargo, el tema debió de gustarle lo suficiente como para volver al mismo con El dorado (1966) y con Río Lobo (1970), si bien con algunas variaciones, aunque la esencia de la intriga es básicamente la misma: una lucha desigual entre un sheriff y un poderoso ranchero que recluta a un grupo de matones para imponer su voluntad.

Cole Thornton (John Wayne), un afamado pistolero, es contratado por un ganadero, Bart Jason, para que le ayude en su lucha con una familia rival. Al llegar a El Dorado, el sheriff Jean Paul Harrah (Robert Mitchum) le informa de las verdaderas intenciones de Jason, por lo que Cole decide rechazar el empleo. Meses más tarde, Jason se hace con los servicios de otro matón que pretende aprovecharse del alcoholismo en que cayó el sheriff Jean Paul en beneficio de su jefe.

El Dorado es la penúltima película de Hawks y aunque veíamos que repetía la estructura de Río Bravo, no por ello es un film sin interés. Es más, el argumento abarca más que en la anterior, con una historia que ya no se ciñe por entero a un pueblo y desarrolla más a los personajes. Eso sí, Hawks mantiene un tono ligero, casi de comedia por momentos, que resulta muy acertado y que, sin restar intensidad al drama, aligera la historia, tal y como había hecho también en Rio Bravo.

La base de la historia es de nuevo la amistad y la lucha contra la injusticia. El Dorado es, en esencia, un western clásico, una vuelta atrás a las raíces del género, superando o pasando por alto las complicaciones argumentales de los films del oeste de los cincuenta o sesenta. El Dorado es una historia sencilla, de buenos y malos, de valores por los que vale la pena luchar y morir, de heroísmos y sacrificios. Intenta transmitir una filosofía de la vida basada en la rectitud y la lealtad y para ello Hawks no se complica la vida y nos sirve un film ameno, con las justas dosis de acción, humor, amistad y romance. La manera de narrar la historia es eficaz y directa y ahí reside uno de los mayores valores de la cinta.

El otro, sin duda, reside en la pareja de actores: John Wayne y Robert Mitchum, sobre todo este último, son el alma de la película, sin olvidarnos de James Caan o Arthur Hunnicutt; si bien es inevitable comparar el trabajo de este actor con el similar de Walter Brennan en Río Bravo y constatar que Hunnicutt carece del carisma de Brennan.

Así pues, El Dorado no es un film que nos aporte nada nuevo u original en el western, pero sí que es una historia con fuerza y buen ritmo y que mantiene el interés sin desfallecer en ningún momento. Una película para disfrutar de un buen rato de cine bien hecho, sin más.

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