El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 8 de julio de 2010

Vestida para matar



Dirección: Roy William Neill.
Guión: Leonard Lee (Historia: Arthur Conan Doyle).
Música: Milton Rosen.
Fotografía: Maury Gertsman (B&W).
Reparto: Basil Rathbone, Nigel Bruce, Patricia Morison, Edmund Breon, Frederic Worlock, Harry Cording, Mary Gordon, Ian Wolfe.

Hay que advertir, antes de nada, que est film, Vestida para matar (1946), nada tiene que ver con la película del mismo título de Brian DePalma. Estamos, en el caso que nos ocupa, en la última película de la serie que desde 1939 y hasta 1946 se realizó con Basil Rathbone en la piel de Sherlock Holmes y Nigel Bruce como el doctor Watson.

La intriga, en este caso, viene servida por tres caja de música idénticas y sin valor aparente pero que encierran, en sus melodías, un código secreto que es la clave para encontrar unas planchas robadas para fabricar billetes de cinco libras.

No debemos hacernos demasiadas ilusiones: Vestida para matar es un film de serie B, sin pretensiones y un tanto achacoso por el paso del tiempo. Sin embargo, conserva ese saber hacer, sin alardes, pero con sentido común y respeto a la figura del detective, que la convierte en un pasatiempo amable y hasta con cierto encanto, que sabremos disfrutar si somos capaces de contentarnos con una historia sencilla narrada con corrección. Tampoco los actores son primeras figuras y la puesta en escena es austera. Pero todo ello es en realidad lo que le da al film un cierto encanto.

La intriga, bien llevada pero muy bastante elemental, no ofrece demasiadas sopresas. Sabemos de antemano que Sherlock Holmes resolverá el caso, por muy difícil que parezca. Por lo tanto, no es aquí donde la película va a sorprendernos, pero sí en el respeto hacia la figura de Holmes y de su amigo Watson, ajustados a lo que se espera de ellos e incluso, y para mí es un acierto, cayendo Holmes en una normalidad casi absoluta; lejos pues de otras versiones en que se cargan un tanto las tintas para mi gusto.

Así pues, estamos ante un mero film para pasar el rato, amable, discreto y sin complicaciones, pero con el encanto de esas cosas modestas hechas casi artesanalmente que destilan honradez y sentido común.

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