El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 22 de febrero de 2016

Amor en conserva



Dirección: David Miller.
Guión: Frank Tashlin y Mac Benoff (Historia: Harpo Marx).
Música: Ann Ronell.
Fotografía: William C. Mellor.
Reparto: Groucho Marx, Chico Marx, Harpo Marx, Ilona Massey, Vera-Ellen, Marion Hutton, Raymond Burr, Eric Blore, Melville Cooper, Marilyn Monroe.

El detective Sam Grunion (Groucho Marx) está tras la pista de un valioso collar de piedras preciosas. Por una extraña casualidad, la joya termina en un teatro de Broadway donde una compañía de actores intenta sacar a delante su espectáculo.

Amor en conserva (1949) fue la última película de los hermanos Marx, que ya habían planeado retirarse con Tienda de locos, en 1941, aunque tuvieron que volver a los platós años después para sanear la maltrecha economía de Chico.

Incluso, Amor en conserva ni siquiera iba a ser un film de los hermanos Marx, sino solamente de Harpo, autor de la idea original en que está basado el guión. Sin embargo, los productores insistieron en que aparecieran Groucho y Chico. Ello explica el gran protagonismo en la película de Harpo, la menor intervención de Chico y la casi testimonial aparición de Groucho, limitándose a ejercer de narrador y a intervenir en un par de secuencias bastante breves.

Y tal vez todo esto explique el porqué la película es la que menos se parece a las comedias clásicas de los Marx, donde los argumentos eran un mero decorado para que los hermanos desarrollaran su peculiar sentido del humor. En esta ocasión, el argumento cobra sin duda un gran protagonismo, siendo el eje por el que transcurre la acción y por donde asoman, con cuentagotas, los chistes y gags de los hermanos Marx. Harpo es el de siempre, con su colección de gestos y sonidos varios además de su eterno abrigo de donde saca cualquier cosa. Sin embargo, Chico y Groucho están menos generosos con sus bromas, condicionados por unas apariciones más casuales. De hecho, en contadas ocasiones vemos a los hermanos juntos, lo que sin duda afecta a la comicidad de la película.

No faltan, de nuevo, los números al piano de Chico y al arpa de Harpo, además de otros con el pretexto de la obra musical que prepara la compañía donde transcurre la acción. Son buenos números, que demuestran una vez más el apego a la música de los Marx y cumplen además un cometido utilitarista: permiten alargar el metraje de la película, que sin ellos tendría una duración bastante limitada.

Sin grandes momentos cómicos, lo más memorable de la película, junto con algunas frases de Groucho, es la escena final de la persecución en los tejados, con momentos divertidos y las acrobacias circenses de Harpo, que habíamos visto ya en algunos films anteriores pero que siguen funcionando muy bien.

Además, Amor en conserva tiene el mérito de que supone la primera aparición de Marilyn Monroe en la gran pantalla, lo que llevaba a Groucho a afirmar que él había sido su verdadero descubridor.

No es, sin duda alguna, el mejor ejemplo del cine de los hermanos Marx, ya entrados en una edad madura y sin la energía de los primeros años. Aún así, forma parte de la historia y siempre es un placer volver a disfrutar, aunque sea en una escala menor, del disparatado humor de unos cómicos irrepetibles.

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