El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 16 de febrero de 2016

El último de la lista



Dirección: John Huston.
Guión: Anthony Veiller (Novela: Philip MacDonald).
Música: Jerry Goldsmith.
Fotografía: Joseph MacDonald.
Reparto: George C. Scott, Kirk Douglas, Jacques Roux, Dana Wynter, Clive Brook, Gladys Cooper, Herbert Marshall, Marcel Dalio, Tony Curtis, Burt Lancaster, Robert Mitchum, Frank Sinatra, John Merivale.

Adrian Messenger (John Merivale), un conocido escritor, le entrega una lista con nombres y direcciones de personas a su amigo Anthony Gethryn (George C. Scott), un agente secreto retirado, pidiéndole que investigue solamente si aún viven en las direcciones de la lista. Messenger no le quiere comentar nada más de momento, pero poco después muere al estallar el avión en el que volaba a causa de una bomba.

Dentro de la variada filmografía de John Huston, El último de la lista (1963) es un título sin duda singular que nos habla del peculiar sentido del humor del director y su manera de concebir su trabajo. En el mismo cartel de la película, Huston propone a los espectadores un juego: descubrir a las cinco estrellas de Hollywood, amigos suyos, que se esconderían detrás de complejos maquillajes en apariciones fugaces, salvo Kirk Douglas, el único que nos devela su identidad al comienzo de la historia y al que seguimos bastante bien la pista en sus posteriores disfraces. Y como no era nada sencillo el reto, al final de la película cada uno de los actores se descubre: Tony Curtis como el organista, Burt Lancaster como la defensora de los zorros, Robert Mitchum era Slattery y Frank Sinatra el gitano.

Más allá de esta broma, El último de la lista se presenta como una film de intriga un poco al estilo de Sherlock Holmes. De hecho, Gethryn siempre va a estar acompañado en sus investigaciones de su amigo Raoul Le Borg (Jacques Roux), una especie de doctor Watson.

Contando la película con una intriga interesante (el protagonista debe descubrir quién y porqué esta matando a diversas personas sin un vínculo aparente) el problema principal es que carece de mucha emoción. Quizá porque la historia es fácilmente predecible; o incluso porque algunas de las deducciones de Gethryn parecen cogidas con alfileres, lo que revela evidentes carencias del guión en este apartado; pero yo lo achaco más bien a un tono pausado, un ritmo muy británico, donde no hay grandes peleas ni peligros inminentes. Todo se resuelve de un modo muy "limpio", elegante. De ahí que la sensación de tensión, de peligro, brilla por su ausencia, incluso en los momentos más inquietantes. Y de aquí se deriva el otro pero que se puede poner a la película: se hace un poco larga de más, precisamente porque su alto metraje no se ve compensado con una emoción que haga que la historia fluya con más agilidad.

Del reparto, sin desmerecer a nadie, me quedo con Kirk Douglas, en especial cuando aparece sin ningún disfraz. El carisma de este actor me parece inmenso y él solo llena la pantalla y le da un plus a las escenas en las que aparece.

El último de la lista quedará para la posteridad como una curiosidad más en la filmografía de Huston. No es de sus películas más logradas, pero aún así resulta interesante.

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