El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 23 de febrero de 2016

Una noche en Casablanca




Dirección: Archie L. Mayo.
Guión: Joseph Fields y Roland Kibbee.
Música: Werner Janssen.
Fotografía: James Van Trees.
Reparto: Groucho Marx, Chico Marx, Harpo Marx, Charles Drake, Lois Collier, Sig Ruman, Lisette Verea, Lewis Russell, Dan Seymour, Frederick Giermann, Harro Mellor.

Tras el asesinato de tres gerentes del Hotel Casablanca en solo tres meses. Detrás de estas muertes está el criminal nazi Heinrich Stubel (Sig Ruman), que desea ser nombrado gerente para apoderarse de un tesoro que los nazis ocultaron el el hotel. Sin embargo, el gobernador (Lewis Russell) decide nombrar como nuevo gerente al señor Kornblow (Groucho Marx), que dirige un modesto hotel en el desierto.

Tras varios años alejados de la gran pantalla, pues en realidad los hermanos habían decidido retirarse tras rodar Tienda de locos (1941), las grandes deudas de Chico les llevaron a rodar Una noche en Casablanca (1946), que será la última gran película suya, pues aunque volvieron a aparecer los tres hermanos en Amor en conserva (1949), ésta tiene un planteamiento diferente, siendo más un film de Harpo con apariciones puntuales de Groucho y Chico.

Planteada al principio por la Metro como una parodia del clásico de la Warner Casablanca (Michael Curtiz, 1942), a la que recuerdan la ubicación y algunos detalles del argumento, la película sin duda está a la altura de los mejores trabajos de los Hermanos Marx, a pesar de que ya tenían cierta edad, lo que hizo que sufrieran un poco en alguna secuencia que les exigía cierto esfuerzo físico.

Una noche en Casablanca posee un argumento bastante sólido, con una interesante intriga y unos personajes, los nazis, con bastante entidad con los que enfrentarse los alocados Marx. Con esta buena base, los Marx tienen vía libre para desatar su humor surrealista y sus conocidos gags visuales.

De nuevo es Groucho el dueño de las frases más memorables, siempre haciendo de alocado Don Juan o comportándose como un incompetente gerente de hotel. Harpo sigue siendo fiel a su personaje y es quizá Chico el que en esta ocasión tiene un protagonismo menor, siendo su papel mucho menos importante que el de sus dos hermanos.

Pero además, la película está llena de muy buenas secuencias, como la de Groucho y su ligue Beatrice (Lisette Vera) cambiando de habitación, el duelo a espada de Harpo o la alocada persecución del avión en el que intentan huir los nazis; pero, sobre todo, la genial secuencia en la que Stubel intenta hacer el equipaje y es saboteado por Groucho, Chico y Harpo, un prodigio de imaginación y comicidad al estilo del mejor cine mudo.

Sin duda, una gran película en la que los Marx demostraban que su humor seguía estando al día y que aún eran capaces de seguir rompiendo esquemas con su peculiar sentido del humor. Imprescindible para cualquier amante de estos cómicos inimitables.

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