El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 28 de febrero de 2016

La gran estafa americana



Dirección: David O. Russell.
Guión: Eric singer y David O. Russell.
Música: Danny Elfman.
Fotografía: Linus Sandgren.
Reparto: Christian Bale, Amy Adams, Bradley Cooper, Jennifer Lawrence, Jeremy Renner, Louis C.K., Michel Peña, Jack Huston, Alessandro Nivola, Shea Whigham, Paul Herman, Elisabeth Röhm, Robert De Niro.

Años setenta. Irving Rosenfeld (Christian Bale) es un buscavidas que, entre otros negocios, se dedica a estafar a gente con problemas económicos. Junto a su amiguita Sydney (Amy Adams), tiene montado un tinglado muy productivo. Hasta el día en que son pillados por un agente de FBI (Bradley Cooper) quién, a cambio de perdonarles, les exige que le ayuden a cazar a otros estafadores.

Con una base real, David Russell sirve un film enrevesado, cómico a veces, dramático otras, que desconcierta, entretiene y sorprende casi a partes iguales. La gran estafa americana (2013) llegó a acaparar nada menos que diez nominaciones a los Oscar, si bien se fue de vacío.

La gran estafa americana es, para empezar, un film ambicioso y eso, en Hollywood, se plasma en una factura impecable. Tanto la ambientación, como la fotografía, los decorados y el reparto están a una gran altura. Se huele a dinero y ambición, a proyecto caro por los cuatro costados. Pero, cuidado, eso no siempre ha sido sinónimo de calidad, o de éxito.

En esta ocasión, la película conjuga una puesta en escena impecable con una historia bastante atractiva: la vida de dos estafadores implicados, a la fuerza, en una ambiciosa operación del FBI. Y es esta trama de engaños, mentiras, dobles juegos, seducción, políticos corruptos, la mafia... lo que nos va a mantener pegados a la silla ante lo imprevisible de los acontecimientos, la tensión de muchas escenas y un ritmo preciso que no permite un momento de respiro. Hasta aquí, todo correcto.

El problema viene cuando vamos descubriendo que el guión parece estar escrito por alguien bebido o, cuando menos, por una mente juguetona que no sabemos hasta qué punto se toma en serio su trabajo. Y es que la película, por momentos, se vuelve alocada, cómica, surrealista... y el dramatismo y la tensión dejan paso, sin solución de continuidad, a escenas extrañas en las que no sabemos si debemos reírnos o no. Puede que este tratamiento resulte muy original, incluso a algunos le parecerá fascinante; a mí, personalmente, me descoló, rompió un poco el climax de la película; de manera que dejas de tomarla en serio. Incluso los personajes se vuelven de pronto extraños, con comportamientos que desconciertan, llegando incluso a resultar un tanto incoherentes. Como digo, cada espectador verá estos giros de una manera diferente, yo hubiera preferido que la historia siguiera cauces mas ortodoxos, lo que hubiera mantenido mejor la intriga y la tensión.

Además, al entrar en ese terreno de desconcierto, también la historia se resiente y algunas secuencias parecen un tanto forzadas, otras precipitadas y un tanto confusas, de manera que podemos perder el hilo de los acontecimientos. De hecho, el desenlace me pareció un poco increíble y poco convincente. Pero el caso es que incluso ese detalle, tras tantas sacudidas, llegó a parecerme casi intrascendente, lo que quiere decir que se había producido, en algún momento, por mi parte, una desconexión con la historia, tras haber perdido parte de la emoción al convertirse en una pequeña locura disparatada donde todo podría suceder, con o sin motivo.

En cuanto al reparto, me pareció lo mejor con diferencia de la de película. Y entre unos trabajos bastante meritorios, me quedo sin duda con la magnífica interpretación de Jennifer Lawrence, una actriz que no deja de sorprenderme por su descomunal talento. Verla actuar, aún en las escenas más disparatadas, es realmente un placer.

Al final, uno llega a entender que La gran estafa americana se hubiera quedado a las puertas del éxito en los Oscars: es un film ambicioso, tiene calidad, tiene una historia interesante, un buen reparto... pero le pierde la falta de sencillez, de simplicidad y de coherencia.

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