El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 29 de febrero de 2016

Chinatown



Dirección: Roman Polanski.
Guión: Robert Towne.
Música: Jerry Goldsmith.
Fotografía: John A. Alonzo.
Reparto: Jack Nicholson, Faye Dunaway, John Huston, Perry Lopez, Burt Young, John Hillerman, Darrell Zwerling, Diane Ladd, Roy Jenson, Roman Polanski.

Los Ángeles, 1937. La ciudad está pasando por una gran sequía cuando el detective J.J. Gittes recibe la visita de la esposa del jefe del departamento de aguas, Hollis Mulwray (Darrell Zwerling), que le pide que averigüe si su esposo tiene una aventura, como ella sospecha. Sin embargo, quién lo contrata resulta que no es la verdadera esposa de Mullwray, quién poco después aparece ahogado.

Los grandes directores son aquellos que son capaces de meterse en un género que ya ha dejado obras memorables y crear un clásico como si nada. Lo consiguió Coppola con El Padrino y lo consiguió Polanski con este film negro. Precisamente ese año Polanski chocó con El Padrino II en la lucha por los Oscars, también con once nominaciones. Chinatown ganaría solo al mejor guión original, categoría por cierto donde no competía el film de Coppola.

En la línea de los films protagonizados por los clásicos Sam Spade o Phillip Marlowe, Polanski nos ofrece una película protagonizada por J.J. Gittes, un detective privado a la altura de sus ilustres predecesores. Y como ellos, Gittes es un tipo cínico, duro, pero también sentimental, con un pasado que lo atormenta y del que vamos descubriendo pequeños detalles que nos empujan inevitablemente a un final oscuro donde Gittes vuelve a revivir ese pasado que lo acechaba, de nuevo en Chinatown, de nuevo para su desgracia; como un destino implacable, como una maldición.

Y como en los clásicos del género, Gittes ha de enfrentarse a una trama turbia, partiendo de algo aparentemente tan banal y sencillo como un engaño extramatrimonial. Pero todo se va complicando: primero un asesinato, después una trama inmobiliaria, una estafa millonaria, la ambición desmesurada de un hombre sin escrúpulos, los trapos más sucios de un padre y su hija... un enrevesado laberinto donde Gittes intenta primero averiguar la verdad, por mero amor propio, para intentar luego hacer lo correcto, ayudando a la mujer que lo embaucó, que le mintió y por la que, al final, solo puede sentir lástima cuando descubre el horrible secreto que guardaba.

Polanski no inventa nada, se limita a poner sobre el tapete los elementos clásicos del género, con pequeñas variantes, para desplegar todo su talento a la hora de contar la historia. Y es que además de la intrigante concatenación de acontecimientos, Chinatown es una formidable película de ambiente, con una puesta en escena impecable, unos diálogos poderosos y todo ello subrayado por la maestría de Jerry Goldsmith con una banda sonora perfecta. Y también es un retrato del ser humano, de sus miserias, de sus secretos inconfesables, de su avaricia y también de su nobleza. Un conjunto de personajes que pueblan la historia y que sentimos como reales, complejos, profundos. En gran medida también por las magníficas interpretaciones de Jack Nicholson, Faye Dunaway o el gran John Huston.

Y en todo ello está la mano de Polanski, con unos planos muy buenos y, especialmente, creando un universo denso dentro de una trama que va ganando en intensidad lentamente, hasta un final demoledor que impuso el propio director y que nos deja con un gesto amargo, sacudidos por ese rasgo tan esencial del género negro como es la ineludibilidad de un destino implacable y certero.

Sin duda, un clásico.

domingo, 28 de febrero de 2016

La gran estafa americana



Dirección: David O. Russell.
Guión: Eric singer y David O. Russell.
Música: Danny Elfman.
Fotografía: Linus Sandgren.
Reparto: Christian Bale, Amy Adams, Bradley Cooper, Jennifer Lawrence, Jeremy Renner, Louis C.K., Michel Peña, Jack Huston, Alessandro Nivola, Shea Whigham, Paul Herman, Elisabeth Röhm, Robert De Niro.

Años setenta. Irving Rosenfeld (Christian Bale) es un buscavidas que, entre otros negocios, se dedica a estafar a gente con problemas económicos. Junto a su amiguita Sydney (Amy Adams), tiene montado un tinglado muy productivo. Hasta el día en que son pillados por un agente de FBI (Bradley Cooper) quién, a cambio de perdonarles, les exige que le ayuden a cazar a otros estafadores.

Con una base real, David Russell sirve un film enrevesado, cómico a veces, dramático otras, que desconcierta, entretiene y sorprende casi a partes iguales. La gran estafa americana (2013) llegó a acaparar nada menos que diez nominaciones a los Oscar, si bien se fue de vacío.

La gran estafa americana es, para empezar, un film ambicioso y eso, en Hollywood, se plasma en una factura impecable. Tanto la ambientación, como la fotografía, los decorados y el reparto están a una gran altura. Se huele a dinero y ambición, a proyecto caro por los cuatro costados. Pero, cuidado, eso no siempre ha sido sinónimo de calidad, o de éxito.

En esta ocasión, la película conjuga una puesta en escena impecable con una historia bastante atractiva: la vida de dos estafadores implicados, a la fuerza, en una ambiciosa operación del FBI. Y es esta trama de engaños, mentiras, dobles juegos, seducción, políticos corruptos, la mafia... lo que nos va a mantener pegados a la silla ante lo imprevisible de los acontecimientos, la tensión de muchas escenas y un ritmo preciso que no permite un momento de respiro. Hasta aquí, todo correcto.

El problema viene cuando vamos descubriendo que el guión parece estar escrito por alguien bebido o, cuando menos, por una mente juguetona que no sabemos hasta qué punto se toma en serio su trabajo. Y es que la película, por momentos, se vuelve alocada, cómica, surrealista... y el dramatismo y la tensión dejan paso, sin solución de continuidad, a escenas extrañas en las que no sabemos si debemos reírnos o no. Puede que este tratamiento resulte muy original, incluso a algunos le parecerá fascinante; a mí, personalmente, me descoló, rompió un poco el climax de la película; de manera que dejas de tomarla en serio. Incluso los personajes se vuelven de pronto extraños, con comportamientos que desconciertan, llegando incluso a resultar un tanto incoherentes. Como digo, cada espectador verá estos giros de una manera diferente, yo hubiera preferido que la historia siguiera cauces mas ortodoxos, lo que hubiera mantenido mejor la intriga y la tensión.

Además, al entrar en ese terreno de desconcierto, también la historia se resiente y algunas secuencias parecen un tanto forzadas, otras precipitadas y un tanto confusas, de manera que podemos perder el hilo de los acontecimientos. De hecho, el desenlace me pareció un poco increíble y poco convincente. Pero el caso es que incluso ese detalle, tras tantas sacudidas, llegó a parecerme casi intrascendente, lo que quiere decir que se había producido, en algún momento, por mi parte, una desconexión con la historia, tras haber perdido parte de la emoción al convertirse en una pequeña locura disparatada donde todo podría suceder, con o sin motivo.

En cuanto al reparto, me pareció lo mejor con diferencia de la de película. Y entre unos trabajos bastante meritorios, me quedo sin duda con la magnífica interpretación de Jennifer Lawrence, una actriz que no deja de sorprenderme por su descomunal talento. Verla actuar, aún en las escenas más disparatadas, es realmente un placer.

Al final, uno llega a entender que La gran estafa americana se hubiera quedado a las puertas del éxito en los Oscars: es un film ambicioso, tiene calidad, tiene una historia interesante, un buen reparto... pero le pierde la falta de sencillez, de simplicidad y de coherencia.

miércoles, 24 de febrero de 2016

Survivor



Dirección: James McTeigue.
Guión: Philip Shelby.
Música: Ilan Eshkeri.
Fotografía: Danny Ruhlmann.
Reparto: Mila Jovovich, Pierce Brosnan, Dylan McDermott, Angela Basset, Robert Forster, James D'Arcy, Antonia Thomas, Sean Teale, Roger Rees.

Kate Abbott (Mila Jovovich) acaba de llegar a la embajada de los Estados Unidos en Londres como jefa de seguridad. Un día, al estudiar una petición de un médico rumano de un visado para viajar a los Estados Unidos, empieza a tener sospechas de que puede tratarse de un terrorista. Poco después, escapa milagrosamente con vida de un atentado. Perseguida por un asesino implacable conocido como El relojero (Pierce Brosnan), también deberá huir de sus propios superiores, que dudan de su lealtad.

Survivor (2015) es un thriller que intenta explotar el peligro de un atentado terrorista en los Estados Unidos al hilo del ataque a las Torres Gemelas. El problema es que tenemos la sensación de que nadie se tomó del todo en serio este proyecto.

El comienzo de la película es interesante y despierta nuestra curiosidad por conocer más de la historia. El problema llega cuando eso sucede y comprobamos que el argumento y la película en sí son de una simplicidad absoluta.

Por un lado, la intriga es bastante pobre, con la típica historia de unos terroristas sanguinarios que planean un atentado multitudinario. Pero ni los malos están bien dibujados, limitándose el guión a meras pinceladas muy esquemáticas para definirlos, tanto a ellos como a sus motivaciones; ni su amenaza llega a asustar a nadie realmente, pues el desarrollo de la historia es tan previsible que anticipamos sin mucho esfuerzo los acontecimientos.

Solo el personaje interpretado por Pierce Bronan tiene un poco más de interés, si bien tampoco escapa a una simplicidad absoluta. Y es que unos de los problemas del guión es que ninguno de los personajes de la película tiene realmente entidad, son solo estereotipos sin casi nada detrás, incluyendo a Kate, de la que apenas sabemos nada y lo poco que iremos conociendo no son más que brochazos burdos dibujados de pasada.

Pero además, la película está llena de momentos extraños, increíbles algunos, ridículos otros, y la impresión de que nadie se esforzó realmente en hacer las cosas bien. Se suceden las secuencias sin emoción, algunos personajes resultan un tanto ridículos, se pasa por encima de los momentos clave con una falta total de tensión dramática, las actuaciones tampoco resultan muy brillantes, salvo la de Pierce Brosnan,... es como si nadie se hubiera tomado la película muy en serio.

La impresión final es que los creadores de esta historia se limitaron a reunir un buen puñado de elementos comunes a este tipo de películas y montaron un film sin imaginación alguna, que solo buscaba embaucarnos con un reparto interesante y una historia que en principio tiene siempre un público más o menos fiel. Pero por el camino se les olvidó que cualquier película debe tener alma, nervio, inteligencia. Sin esos elementos tenemos un film como éste, desangelado, esquemático a más no poder y muy, muy pobre.

martes, 23 de febrero de 2016

Una noche en Casablanca




Dirección: Archie L. Mayo.
Guión: Joseph Fields y Roland Kibbee.
Música: Werner Janssen.
Fotografía: James Van Trees.
Reparto: Groucho Marx, Chico Marx, Harpo Marx, Charles Drake, Lois Collier, Sig Ruman, Lisette Verea, Lewis Russell, Dan Seymour, Frederick Giermann, Harro Mellor.

Tras el asesinato de tres gerentes del Hotel Casablanca en solo tres meses. Detrás de estas muertes está el criminal nazi Heinrich Stubel (Sig Ruman), que desea ser nombrado gerente para apoderarse de un tesoro que los nazis ocultaron el el hotel. Sin embargo, el gobernador (Lewis Russell) decide nombrar como nuevo gerente al señor Kornblow (Groucho Marx), que dirige un modesto hotel en el desierto.

Tras varios años alejados de la gran pantalla, pues en realidad los hermanos habían decidido retirarse tras rodar Tienda de locos (1941), las grandes deudas de Chico les llevaron a rodar Una noche en Casablanca (1946), que será la última gran película suya, pues aunque volvieron a aparecer los tres hermanos en Amor en conserva (1949), ésta tiene un planteamiento diferente, siendo más un film de Harpo con apariciones puntuales de Groucho y Chico.

Planteada al principio por la Metro como una parodia del clásico de la Warner Casablanca (Michael Curtiz, 1942), a la que recuerdan la ubicación y algunos detalles del argumento, la película sin duda está a la altura de los mejores trabajos de los Hermanos Marx, a pesar de que ya tenían cierta edad, lo que hizo que sufrieran un poco en alguna secuencia que les exigía cierto esfuerzo físico.

Una noche en Casablanca posee un argumento bastante sólido, con una interesante intriga y unos personajes, los nazis, con bastante entidad con los que enfrentarse los alocados Marx. Con esta buena base, los Marx tienen vía libre para desatar su humor surrealista y sus conocidos gags visuales.

De nuevo es Groucho el dueño de las frases más memorables, siempre haciendo de alocado Don Juan o comportándose como un incompetente gerente de hotel. Harpo sigue siendo fiel a su personaje y es quizá Chico el que en esta ocasión tiene un protagonismo menor, siendo su papel mucho menos importante que el de sus dos hermanos.

Pero además, la película está llena de muy buenas secuencias, como la de Groucho y su ligue Beatrice (Lisette Vera) cambiando de habitación, el duelo a espada de Harpo o la alocada persecución del avión en el que intentan huir los nazis; pero, sobre todo, la genial secuencia en la que Stubel intenta hacer el equipaje y es saboteado por Groucho, Chico y Harpo, un prodigio de imaginación y comicidad al estilo del mejor cine mudo.

Sin duda, una gran película en la que los Marx demostraban que su humor seguía estando al día y que aún eran capaces de seguir rompiendo esquemas con su peculiar sentido del humor. Imprescindible para cualquier amante de estos cómicos inimitables.

lunes, 22 de febrero de 2016

Amor en conserva



Dirección: David Miller.
Guión: Frank Tashlin y Mac Benoff (Historia: Harpo Marx).
Música: Ann Ronell.
Fotografía: William C. Mellor.
Reparto: Groucho Marx, Chico Marx, Harpo Marx, Ilona Massey, Vera-Ellen, Marion Hutton, Raymond Burr, Eric Blore, Melville Cooper, Marilyn Monroe.

El detective Sam Grunion (Groucho Marx) está tras la pista de un valioso collar de piedras preciosas. Por una extraña casualidad, la joya termina en un teatro de Broadway donde una compañía de actores intenta sacar a delante su espectáculo.

Amor en conserva (1949) fue la última película de los hermanos Marx, que ya habían planeado retirarse con Tienda de locos, en 1941, aunque tuvieron que volver a los platós años después para sanear la maltrecha economía de Chico.

Incluso, Amor en conserva ni siquiera iba a ser un film de los hermanos Marx, sino solamente de Harpo, autor de la idea original en que está basado el guión. Sin embargo, los productores insistieron en que aparecieran Groucho y Chico. Ello explica el gran protagonismo en la película de Harpo, la menor intervención de Chico y la casi testimonial aparición de Groucho, limitándose a ejercer de narrador y a intervenir en un par de secuencias bastante breves.

Y tal vez todo esto explique el porqué la película es la que menos se parece a las comedias clásicas de los Marx, donde los argumentos eran un mero decorado para que los hermanos desarrollaran su peculiar sentido del humor. En esta ocasión, el argumento cobra sin duda un gran protagonismo, siendo el eje por el que transcurre la acción y por donde asoman, con cuentagotas, los chistes y gags de los hermanos Marx. Harpo es el de siempre, con su colección de gestos y sonidos varios además de su eterno abrigo de donde saca cualquier cosa. Sin embargo, Chico y Groucho están menos generosos con sus bromas, condicionados por unas apariciones más casuales. De hecho, en contadas ocasiones vemos a los hermanos juntos, lo que sin duda afecta a la comicidad de la película.

No faltan, de nuevo, los números al piano de Chico y al arpa de Harpo, además de otros con el pretexto de la obra musical que prepara la compañía donde transcurre la acción. Son buenos números, que demuestran una vez más el apego a la música de los Marx y cumplen además un cometido utilitarista: permiten alargar el metraje de la película, que sin ellos tendría una duración bastante limitada.

Sin grandes momentos cómicos, lo más memorable de la película, junto con algunas frases de Groucho, es la escena final de la persecución en los tejados, con momentos divertidos y las acrobacias circenses de Harpo, que habíamos visto ya en algunos films anteriores pero que siguen funcionando muy bien.

Además, Amor en conserva tiene el mérito de que supone la primera aparición de Marilyn Monroe en la gran pantalla, lo que llevaba a Groucho a afirmar que él había sido su verdadero descubridor.

No es, sin duda alguna, el mejor ejemplo del cine de los hermanos Marx, ya entrados en una edad madura y sin la energía de los primeros años. Aún así, forma parte de la historia y siempre es un placer volver a disfrutar, aunque sea en una escala menor, del disparatado humor de unos cómicos irrepetibles.

domingo, 21 de febrero de 2016

La cosecha de hielo



Dirección: Harold Ramis.
Guión: Robert Benton y Richard Russo (Novela: Scott Phillips).
Música: David Kitay.
Fotografía: Alar Kivilo.
Reparto: John Cusack, Billy Bob Thornton, Connie Nielsen, Randy Quaid, Oliver Platt, Mike Starr, Lara Phillips, Brad Smith, Ned Bellamy, Bill Noble.

La víspera de Navidad, en Wichita, Charlie Arglist (John Cusack), abogado de la mafia, y su cómplice Vic Cavanaugh (Billy Bob Thornton) le roban más de dos millones de dólares al jefe de Charlie, Bill Guerrard (Randy Quaid), el capo de la mafia de Kansas City. El plan es hacer como si no pasara nada hasta la noche, en que huirán con el botín.

Película de cine negro, La cosecha de hielo (2005) funciona razonablemente bien, y eso es lo malo: con los mimbres iniciales tengo la impresión que se hubiera podido hacer un mejor cesto.

La historia cuenta con todos los elementos clásicos del cine negro: una historia con perdedores, esencialmente Charlie, un tipo un tanto indeciso y bastante perdido; un suculento botín; mafiosos estafados en busca de venganza y una atractiva mujer fatal (Connie Nielsen) al acecho. Nada más sencillo, en teoría, que manejar todos estos ingredientes con inteligencia y ya tenemos una buena película.

Pero no, parece que los guionistas decidieron irse por las ramas, jugar al despiste y enredar más de lo debido. El resultado: la historia no engancha, no como debiera. Y el motivo es que al argumento le falta intriga, no consigue explotar convenientemente los elementos de la trama para engancharnos a los avatares del protagonista. En lugar de urdir una trama donde prime la tensión, el guión juega un tanto al despiste, deja la intriga sin concretar y solo se adentra de lleno en ella cuando toca afrontar el desenlace. Pasamos gran parte del film esperando a ver cómo se concretan las cosas, intentando adivinar de qué van los personajes, sin saber si Charlie corre peligro realmente, si Vic es de fiar o no. Incluso Renata (Connie Nielsen) no se muestra en realidad como la mujer fatal que es hasta los últimos instantes de la película, desperdiciándose así gran parte de su potencial como personaje. Para colmo, el guión se saca de la manga un intermedio en el que Charlie ayuda a su amigo Pete (Oliver Platt), borracho como una cuba, a volver a casa. Y no es que este desvío no aporte escenas interesantes a la película, pero vuelve a añadir más confusión a la historia y, sobre todo, no ayuda a desarrollar la intriga, más bien todo lo contrario. Me dio incluso la impresión de que los guionistas, para darle algo más de cuerda a un argumento muy conciso, desarrollaban esta sub-trama para alargar la duración de la cinta.

Eso sí, el guión se decanta por trufar la película de humor negro y algunos detalles truculentos, unos recursos que personalmente agradezco, pues creo que aportan bastante a la película, si bien al final tenía la sensación de que se estaba copiando sin disimulo el estilo de las películas de los hermanos Coen, con un resultado un tanto inferior.

En cambio, lo que me pareció todo un acierto es el reparto. John Cusack me parece un actor excepcional y de nuevo hace un trabajo brillante. También me gusta mucho Billy Bob Thornton, si bien en este caso su papel es menor. Oliver Platt y Randy Quaid son dos secundarios de lujo y Connie Nielsen está hermosísima y tremendamente seductora. En definitiva, lo mejor de la película es sin duda el reparto.

Lástima, por tanto, que el guión no se centrase más en la trama, explotando mejor el peligro, la intriga y la tensión de la historia, dejando solo para el final la definición de todos los elementos insinuados antes. Si incluso con estos defectos enunciados la película resulta interesante, imagino lo que sería afinando mejor el argumento y sacando todo el potencial a la historia y a los protagonistas.

viernes, 19 de febrero de 2016

El último desafío



Dirección: Kim Jee-Woon.
Guión: Jeffrey Nachmanoff y Andrew Knauer.
Música: Mowg.
Fotografía: Ji-yong Kim.
Reparto: Arnold Schwarzenegger, Forest Whitaker, Eduardo Noriega, Johnny Knoxville, Luis Guzman, Peter Stormare, Jaimie Alexander, Rodrigo Santoro, Génesis Rodriguez, Zach Gilford, Harry Dean Stanton.

Ray Owens (Arnold Schwarzenegger), tras trabajar en la unidad de narcóticos de la Policía de Los Ángeles, se ha refugiado en Sommerton, una pequeña población cerca de la frontera de México, donde ejerce como shérif. Sin embargo, su tranquilidad se verá completamente perturbada cuando un peligroso narcotraficante intente huir a México pasando por Sommerton.

Tras una etapa centrado más en la política que en su profesión, Schwarzenegger volvió al cine con Los mercenarios 2 (Simon West, 2012). Con El último desafío (2013) confirmaba que su regreso era real.

La película le permitía seguir interpretando esos papeles de tipo duro marca de la casa, con el buen criterio por parte de los guionistas de presentar a un héroe entrado en años y que sabe aprovechar esa circunstancia para hacer un par de bromas con el tema de la edad. Pero, aún así, él es el héroe indiscutible: un shérif con un pasado glorioso que aún conserva gran parte de su valor, inteligencia e integridad. Atributos que tendrá que desempolvar y sacar a relucir cuando su vida tranquila, en uno de esos pueblos donde nunca pasa nada, se vea alterada por la presencia de una banda de narcotraficantes. Con la precaria colaboración de unos ayudantes poco preparados, Owens se verá enfrentado a una situación límite.

El argumento de El último desafío no ofrece demasiadas novedades: un capo de la droga escapa cuando el FBI lo traslada e intentará llegar a México pasando por una pequeña población olvidada. Mientras el FBI se lanza en su persecución, sin éxito, el shérif de esa localidad ha de hacer frente a su banda, que le prepara el camino, y esperar que llegue para intentar detenerlo. La película está enfocada 100% al entretenimiento puro y duro a base de persecuciones, peleas, muertes y heroicidades varias. El guión está salpicado además de las típicas bromas que aportan algo de humor a la acción, nada que no se haya explotado ya hasta la saciedad. Como se ve, nada nuevo bajo el sol.

En el fondo, la película no deja de ser un western que a veces nos puede recordar a Río Bravo (Howard Hawks, 1959), especialmente en el tramo final, con la calle del pueblo vacía y polvorienta y los dos bandos enfrentados en una lucha desigual. Y es que el género del western, a pesar de languidecer desde hace tiempo, ha creado una iconografía y un estilo del que beben sin sonrojo gran parte de los films de acción actuales.

Visto todo lo anterior, ¿merece la pena ver El último desafío? Pues a los seguidores de Schwarzenegger y a los amantes de este tipo de películas, seguro que no les defraudará. Para empezar, las escenas de acción son espectaculares; algunas muy brillantes, otras no pueden escapar a esa tendencia a la fantasmada tan en boga actualmente, pero aún así funcionan y cumplen su cometido de mantener nuestra atención y sacarnos algún gesto entre sorpresa e incredulidad. Los personajes no son nada del otro mundo, es cierto, siendo éste quizá el punto en que más flojea la historia. Y aún así, hay algunos momentos conmovedores y en general los malos funcionan bien en su rol y a los buenos les acabas cogiendo algo de cariño.

Lo que no me gustó demasiado es un par de secuencias en que el director cae en las típicas fantasmadas chulescas que me parecen adornos innecesarios, que se hacen más para la galería que como aporte necesario e inteligente a la trama. Es más, en este punto el director desaprovecha el potencial dramático de algunos momentos al introducir estas notas entre humorísticas y macarras.

El reparto me pareció muy acertado, sobre todo del lado de los villanos, con un Eduardo Noriega convincente y un magnifico Peter Stormare, siempre acertado. Y naturalmente, Arnold, con suficiente presencia aún como imponer su figura pétrea y hacer un shérif más que convincente y contundente.

Kim Jee-Woon demuestra mano firme en la dirección, en especial con unas escenas de persecuciones, muy logradas y espectaculares. Y en un producto de esta clase es lo que se necesita y hasta lo que pide el cuerpo. Sin necesidad de recurrir a cámaras temblorosas o montajes eléctricos, sabe como crear imágenes impactantes y tiroteos espectaculares.

En definitiva, una película que no pretende más que hacernos pasar un rato entretenido a base de los elementos típicos del cine de acción. Sin llegar a cotas de excelencia, el una película que cumple con lo que se espera de ella.


miércoles, 17 de febrero de 2016

Asesino implacable



Dirección: Mike Hodges.
Guión: Mike Hodges (Novela: Ted Lewis).
Música: Roy Budd.
Fotografía: Wolfgang Suschitzky.
Reparto: Michael Caine, Ian Hendry, Britt Ekland, John Osborne, Tony Beckley, George Sewell, Geraldine Moffat, Dorothy White, Rosemarie Dunham.

Jack Carter (Michael Caine) es un asesino a sueldo de la mafia londinense. Un día recibe la noticia de que su hermano ha muerto en accidente, pero él no lo cree y decide viajar a su Newcastle natal para averiguar la verdad.

Interesante debut como director de Mike Hodges con un título que es un clásico del cine negro británico.

Asesino implacable (1971) destaca, en primer lugar, por la composición que hace Michael Caine de su personaje, Jack Carter, un asesino elegante, impasible y frío como el hielo. Durante casi toda la película, Carter parece no perturbarse por nada. Solamente el cadáver de su hermano y su joven sobrina parecen ablandar un poco su coraza. Pero es solamente algo pasajero y muy breve. De nuevo, Carter recuperará su flema británica y seguirá implacable la búsqueda del asesino de su hermano. Y todo con el aplomo y el carisma de Michael Caine, atractivo y peligroso a partes iguales.

Más tarde, cuando Carter ve la película pornográfica en la que aparece su sobrina, dejará aflorar de golpe todo el dolor encerrado desencadenando la violencia de su venganza.

Lo segundo que debemos destacar es el tono realista de la película. Hodges desnuda la trama de cualquier adorno y nos ofrece un film muy próximo a la estética de un documental. Conocemos las zonas más pobres y feas de Newcastle, sus clases bajas, la miseria de los barrios obreros y una ausencia total de alegría o de esperanza. Es un realismo directo como escenario donde se mueven los mafiosos de turno, entre la podredumbre de los bajos fondos y un lujo algo vulgar y chabacano.

Y el tercer elemento que debemos remarcar es cómo el director no tiene ninguna prisa a la hora de contar esta historia de venganza. En el cine actual, todo sería mucho más directo y violento. En esta ocasión, Mike Hodges se toma su tiempo, con una primera parte muy extensa en la que vamos conociendo a Carter y su entorno, la mafia local, los ambientes, los barrios periféricos de Newcastle. No hay prisa, todo ha de llegar ha su debido momento. Es una manera de entender el género completamente opuesta a la moda actual, más cercana a una estética de video-clip y donde se prima más lo aparatoso y la violencia sin control. Cuestión de estética.

Asesino implacable es un thriller sin concesiones, rodado con mano firme. Hodges se muestra tremendamente seguro en un debut muy logrado, apoyándose en un guión de su propia autoría y que, si bien es verdad que en algunos pasajes puede parecer algo confuso, resulta muy sólido, con diálogos logrados y una historia muy bien contada, de modo que ni la falta de concesiones comerciales ni la larga duración de la cinta se perciben como obstáculos. Sin duda, un film interesante.

En el año 2000, Stephen T. Kay realizó Get Carter (Asesino implacable), un remake de esta película protagonizado por Sylvester Stallone.

martes, 16 de febrero de 2016

El último de la lista



Dirección: John Huston.
Guión: Anthony Veiller (Novela: Philip MacDonald).
Música: Jerry Goldsmith.
Fotografía: Joseph MacDonald.
Reparto: George C. Scott, Kirk Douglas, Jacques Roux, Dana Wynter, Clive Brook, Gladys Cooper, Herbert Marshall, Marcel Dalio, Tony Curtis, Burt Lancaster, Robert Mitchum, Frank Sinatra, John Merivale.

Adrian Messenger (John Merivale), un conocido escritor, le entrega una lista con nombres y direcciones de personas a su amigo Anthony Gethryn (George C. Scott), un agente secreto retirado, pidiéndole que investigue solamente si aún viven en las direcciones de la lista. Messenger no le quiere comentar nada más de momento, pero poco después muere al estallar el avión en el que volaba a causa de una bomba.

Dentro de la variada filmografía de John Huston, El último de la lista (1963) es un título sin duda singular que nos habla del peculiar sentido del humor del director y su manera de concebir su trabajo. En el mismo cartel de la película, Huston propone a los espectadores un juego: descubrir a las cinco estrellas de Hollywood, amigos suyos, que se esconderían detrás de complejos maquillajes en apariciones fugaces, salvo Kirk Douglas, el único que nos devela su identidad al comienzo de la historia y al que seguimos bastante bien la pista en sus posteriores disfraces. Y como no era nada sencillo el reto, al final de la película cada uno de los actores se descubre: Tony Curtis como el organista, Burt Lancaster como la defensora de los zorros, Robert Mitchum era Slattery y Frank Sinatra el gitano.

Más allá de esta broma, El último de la lista se presenta como una film de intriga un poco al estilo de Sherlock Holmes. De hecho, Gethryn siempre va a estar acompañado en sus investigaciones de su amigo Raoul Le Borg (Jacques Roux), una especie de doctor Watson.

Contando la película con una intriga interesante (el protagonista debe descubrir quién y porqué esta matando a diversas personas sin un vínculo aparente) el problema principal es que carece de mucha emoción. Quizá porque la historia es fácilmente predecible; o incluso porque algunas de las deducciones de Gethryn parecen cogidas con alfileres, lo que revela evidentes carencias del guión en este apartado; pero yo lo achaco más bien a un tono pausado, un ritmo muy británico, donde no hay grandes peleas ni peligros inminentes. Todo se resuelve de un modo muy "limpio", elegante. De ahí que la sensación de tensión, de peligro, brilla por su ausencia, incluso en los momentos más inquietantes. Y de aquí se deriva el otro pero que se puede poner a la película: se hace un poco larga de más, precisamente porque su alto metraje no se ve compensado con una emoción que haga que la historia fluya con más agilidad.

Del reparto, sin desmerecer a nadie, me quedo con Kirk Douglas, en especial cuando aparece sin ningún disfraz. El carisma de este actor me parece inmenso y él solo llena la pantalla y le da un plus a las escenas en las que aparece.

El último de la lista quedará para la posteridad como una curiosidad más en la filmografía de Huston. No es de sus películas más logradas, pero aún así resulta interesante.

lunes, 15 de febrero de 2016

Mentiras arriesgadas



Dirección: James Cameron.
Guión: James Cameron (Guión original: Claude Zidi, Simon Michael y Didier Kaminka).
Música: Brad Fiedel.
Fotografía: Russell Carpenter.
Reparto: Arnold Schwarzenegger, Jamie Lee Curtis, Tom Arnold, Bill Paxton, Tia Carrere, Art Malik, Eliza Dushku, Grant Heslov, Charlton Heston, Marshall Manesh, James Allen.

Harry Tasker (Arnold Schwarzenegger) es un agente especial de un departamento del gobierno. Sin embargo, por motivos de seguridad, oculta a todo el mundo su verdadera profesión, incluida Helen (Jamie Lee Curtis), su mujer.

Antes de hacerse mundialmente famoso con Titanic (1997), James Cameron filmó, entre otras, esta divertida parodia de los films de espionaje que funciona a las mil maravillas.

Mentiras arriesgadas (1994) es una adaptación del film francés Dos espías en mi cama (Claude Zidi, 1991), realizando el propio director el guión de esta versión.

La película es una comedia que sabe mezclar con gran acierto la temática de los films de espías (el comienzo de la historia, con Harry vestido de etiqueta, recuerda inevitablemente a la figura de James Bond), los problemas conyugales, los films de acción estilo Rambo (hay una divertida alusión a Stallone en boca de Helen) y la comedia disparatada. Muchos elementos dispares pero que Cameron sabe conjugar con acierto, de manera que asistimos a una divertida película llena de escenas espectaculares, muchos disparos, unos malos terribles y, por encima de todo, muchísimo humor, tanto visual como el que brota de unos diálogos cargados de dinamita, oportunos y a veces ingeniosos.

Pero no todo es perfecto en esta película. Quizá el punto que menos me agradó es cierta mojigatería que está muy presente en todo lo relacionado con el matrimonio de Harry y Helen. Él sospecha que ella le es infiel y aunque ella coquetea con un vendedor de coches más bien patético, ciertos prejuicios morales hacen que en realidad nunca llegue a engañar físicamente a Harry. De la misma manera, Helen no puede convertirse en una asesina, ni siquiera matando "a los malos", como le confiesa su marido cuando le desvela su verdadera profesión (otra muestra de esa endeble moralidad), por lo que la matanza de terroristas no la comete ella directamente, sino su metralleta cayendo escaleras abajo. La presencia de estos códigos morales tan americanos es un lastre en este tipo de films, donde debería reinar la transgresión, el atrevimiento. Pero para ello hemos de ir a otros países a propuestas independientes. El cine oficial norteamericano sigue aferrado a unos códigos muy restrictivos e incomprensible a veces.

También hay que reconocer que el argumento es del todo increíble, lo mismo que algunas secuencias, es especial la del avión al final de la cinta, donde se roza lo milagroso. Sin embargo, en defensa del director, hay que reconocer que éste no pretende ser un film creíble, sino una alocada comedia con todas las licencias que se puedan abordar para el fin último: la diversión del público. Y este propósito está más que logrado, a pesar de una duración bastante considerable, pero que el dinamismo de la historia y el derroche de disparos, persecuciones y peligros hacen que se nos pase la película a toda velocidad.

Schwarzenegger, parodiándose a sí mismo, demuestra que, sin ser un actor muy dotado, logra resultar atractivo y convincente también dentro de la comedia, aunque sea adoptando un papel que ha repetido muchas veces. Jamie Lee Curtis, por su parte, está estupenda; como actriz cómica ya nos había encantado en Un pez llamado Wanda (Charles Crichton, 1988) y vuelve a demostrar su peculiar talento para la comedia, además de sus dotes como bailarina sexi. Me parece un caso evidente de actriz desaprovechada.

En resumen, Mentiras arriesgadas cuenta con todos los elementos para hacernos pasar un rato muy entretenido. No es una obra de arte, pero sí que funciona perfectamente como comedia y como film de acción, siempre primando la diversión, pero sin descuidar ni el guión ni el ritmo ni la puesta en escena. Muy recomendable.

domingo, 14 de febrero de 2016

Kick-Ass: Listo para machacar



Dirección: Matthew Vaughn.
Guión: Jane Goldman y Matthew Vaughn (Cómic: Mark Millar).
Música: Ilan Eshkeri, Henry Jackman, John Murphy y Marius De Vries.
Fotografía: Ben Davis.
Reparto: Aaron Taylor-Johnson, Nicolas Cage, Chloë Grace Moretz, Christopher Mint-Plasse, Garrett M. Brown, Evan Peters, Deborah Twiss, Clark Duke, Lyndsy Fonseca, Mark Strong, Elizabeth McGovern, Adrian Martinez.

Dave (Aaron Taylor-Johnson) es un adolescente bastante normalito, no es demasiado popular, no tiene mucho éxito con las mujeres y cuenta con muy pocos amigos. Eso sí, es un apasionado de los cómics. Llevado por esa pasión, un día compra un traje de super-héroe por internet y decide salir a la calle a hacer el bien.

Kick-Ass: Licencia para machacar (2010) es una adaptación al cine del cómic de Millar y dibujos de Romita que apareció en el 2008 y llegó hasta el 2010. Sin embargo, no se puede hablar a secas de adaptación, puesto que antes de que el cómic al completo viera la luz, Millar ya estaba trabajando con el director en la preparación de su versión cinematográfica. Tal vez por ello funcione tan bien como película, sin poder negar su origen en el mundo del papel.

He de reconocer que estoy un poco cansado de esta moda, que ya dura demasiado, de adaptar guiones de cómic al cine. Parece que Hollywood ha encontrado un filón en el mundo de los super-héroes y aunque es cierto que los resultados son muchas veces brillantes, uno empieza a aburrirse de ver siempre el mismo tipo de historias.

Sin embargo, en el caso que nos ocupa, he de reconocer que he pasado un rato muy entretenido con una historia con toques un tanto surrealistas, cargada de humor negro, de moralidad algo dudosa, violenta y que no te da ningún respiro. Eso sí, hemos de ver la película como lo que es: una historia que procede del mundo del cómic. No esperemos pues un argumento demasiado complejo, ni una trama complicada ni tampoco unos personajes demasiado elaborados. Todo es sencillo, directo, al servicio de la acción pura y dura, del espectáculo.

Lo bueno es que Matthew Vaughn ha logrado captar el espíritu del cómic y adaptarlo al ritmo y las necesidades del cine, de manera que, sin perder la esencia del dibujo, la película no es una mera adaptación a otro medio de unos personajes de papel, sino que tiene el ritmo y la dimensión propia de una obra original, de un largometraje de aventuras.

No podemos dejar de señalar el estupendo trabajo de los actores, en especial de la sorprendente Chloë  Grace Moretz, con una actuación sorprendente que destaca por encima del resto poderosamente.

Kick-Ass: Licencia para machacar es una película entretenida, un film de aventuras bastante trepidante y muy original, que nos deja un tanto descolorados (en especial con el papel de Chloë) y que cumple con solvencia con su cometido. No es un film sobresaliente, pero entretiene, sobre todo a los fans de los cómics.

Para no desmerecer en nada a tantos films de corte similar, la película ya dio lugar a una secuela, como parecía anunciar el final de esta entrega.

sábado, 13 de febrero de 2016

La casa al final de la calle



Dirección: Mark Tonderai.
Guión: David Loucka y Jonathan Mostow.
Música: Theo Green.
Fotografía: Miroslaw Baszak.
Reparto: Jennifer Lawrence, Elisabeth Shue, Max Thieriot, Nolan Gerard Funk, Gil Bellows, Krista Bridges, Allie MacDonald, James Thomas, Jonathan Malen, Jon McLaren, Joy Tanner.

Elissa Cassidy (Jennifer Lawrence) y su madre (Elisabeth Shue) dejan Chicago y se mudan a una pequeña localidad buscando cambiar de vida. Alquilan una hermosa casa en medio del bosque a muy buen precio, y es que cerca de ella está una casa donde cuatro años atrás se cometieron unos terribles asesinatos, lo que ha devaluado los precios en la zona.

Cuando terminas de ver La casa la final de la calle (2012) hay unas cuantas preguntas que luchan en tu cabeza por encontrar una respuesta. Una de ellas es cómo Jennifer Lawrence se prestó ha hacer esta película; el porqué es un contrato que había firmado la actriz antes de convertirse en toda una estrella. Y por "culpa" de ella es que me encontré tragándome esta película tan poco estimulante.

Otra de mis dudas era: ¿cómo es posible a estas alturas seguir haciendo películas tan poco originales como ésta, repitiendo tópicos en un guión plano y rutinario? A esta pregunta sí que no tengo respuesta.

Y es que el argumento de La casa al final de la calle está tan manoseado, se ha visto ya tantas veces que uno ha de frotarse los ojos para convencerse de que lo que está viendo es real. ¿Un asesino psicópata bajo una apariencia de corderillo?, ¿un joven traumatizado por una infancia difícil, con unos padres terribles? Empezando por Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960), cuyo plano final copia descaradamente Mark Tonderai, estas tramas han aparecido en infinidad de films de terror, por lo que el argumento de La casa al final de la calle nos sorprende por su absoluta falta de originalidad y su nula intención de disimular tal detalle.

Además, los personajes son del todo planos, la intriga es mínima (aún así, es lo único que puede justificar que no apaguemos el televisor, esperando algo sorprendente en el desenlace, lo que nunca sucede), la tensión inexistente, el miedo no aparece por ningún lado, las sorpresas... pues tampoco, porque estamos ya tan escaldados con las mentiras de los guionistas, con sus engaños convertidos ya en parte indispensable de la historia, que uno se espera ya cualquier truco, por lo que cuando éstos llegan, inevitablemente, no podemos dejar de sonreír para nuestros adentros, entre la auto satisfacción y la resignación. Y es que tratándose de un guión tan vulgar, los trucos no podían sino seguir esa misma tónica.

Pero ya no es solamente eso, sino que incluso el desenlace, el supuesto momento álgido de la película, cuando más tensión deberíamos pasar, cuando tendríamos que asistir a las escenas más intensas, es sin lugar a dudas lo peor de toda la cinta: no solo por previsible, sino por la torpeza con la  que está filmado, lo estúpido del comportamiento final de Elissa y la vulgaridad manifiesta en la que está planificado y desarrollado, pareciendo casi un insulto a nuestra paciencia.

Lo único realmente salvarle de todo este despropósito es la presencia de Jennifer Lawrence, y no por aparecer realmente hermosa, que lo está, sino porque consigue dar credibilidad y solvencia a su personaje en medio de tanta tontería y tanta banalidad. El talento de esta actriz es manifiesto y es lo único salvable de esta película.

viernes, 12 de febrero de 2016

El caso Slevin



Dirección: Paul McGuigan.
Guión: Jason Smilovic.
Música: Joshua Ralph.
Fotografía: Peter Sova.
Reparto: Josh Hartnett, Bruce Willis, Lucy Liu, Morgan Freeman, Ben Kingsley, Stanley Tucci, Mykelti Williamson, Danny Aiello, Robert Forster, Corey Stoll.

A Slevin (Josh Hartnett) las desgracias no le vienen nunca solas: el mismo día que pierde su trabajo, su casa es declarada ruinosa y descubre además a su novia acostándose con otro. Harto, decide irse a Nueva York, a casa de un amigo. Pero nada más llegar, le roban la cartera y unos mafiosos lo confunden con su amigo, que al parecer les debía mucho dinero.

El caso Slevin (2006) es una de esas películas un tanto complicadas de analizar. Por un lado, uno es consciente que ha pasado un rato entretenido y eso es en sí positivo. Pero por otra parte, también soy consciente de que el argumento es tramposo a más no poder y que, bajo esa brillante apariencia, la película tiene un muy limitado contenido.

El film de McGuigan es, sobre todo, un pulido y cuidado ejercicio de estilo, con una eficaz puesta en escena, recurriendo a chillones decorados que le dan a la película un aire extraño, antiguo y algo hortera. El director parece disfrutar con la búsqueda de ángulos curiosos; la profusión de diálogos, a veces ingeniosos, otras tan solo pedantes; también contamos con una cuidada fotografía y una banda sonora muy acertada.

Y además, la película es confusa al comienzo, deliberadamente, lo que contribuye a que nos mantengamos atentos, para no perder detalle y para ver cómo podemos ir hilvanando una serie de secuencias en principio sin conexión evidente pero que sabemos que, como un puzzle, terminarán encajando.

El guión, además, tiene un tono de humor que resulta muy interesante, al menos al principio, porque más tarde, lamentablemente, se pierde.

Y como guinda del pastel, El caso Slevin cuenta con un reparto espectacular donde destacan Morgan Freeman, Bruce Willis, Stanley Tucci y Ben Kingsley. Pero además, Josh Hartnett nos sorprende con un trabajo impecable. Y para completar el elenco, la hermosa Lucy Liu con un papel lleno de energía.

En definitiva, la película cuenta con un puñado de buenos argumentos para triunfar. Pero..., lamentablemente no lo hace. Y la culpa es de una incomprensible torpeza argumental, un guión falso a más no poder, inverosímil y hasta ridículo, en especial hacia el final, que nos deja boquiabiertos de estupor. ¿Por qué no han sabido hacer algo menos rebuscado, menos circense?

Ya teníamos alguna que otra sospecha sobre la talla real de la historia por pequeños detalles iniciales, como una la confusión de personalidades, entre Slevin y su amigo, que parecía no importar a nadie y la extraña sospecha de que debajo de la brillante superficie puede que no hubiera gran cosa. Incluso algunos diálogos resultaban un tanto absurdos. Pero la intriga conseguía mantenernos en vilo.

Sin embargo, es cuando toca poner las cartas boca arriba, al final, cuando se descubre el enorme engaño, la artificiosidad de la historia, lo rocambolesco de algunos momentos, que además eran del todo evitables. La conclusión que uno saca es que el guionista es un bromista consumado o un aficionado a los números de magia. Todo con tal de salirse con la suya, de rizar el rizo sin sonrojo. Una pena, porque la película podía haber sacado nota. Lo que queda en evidencia es que parece que hoy en día prima la vía fácil y que no hay talento suficiente para crear entramados mínimamente inteligentes.

Así pues, sensación agridulce. Un film que entretiene, es cierto, pero que decepciona enormemente con un final que parece casi una broma.

miércoles, 10 de febrero de 2016

Tienda de locos




Dirección: Charles Riesner.
Guión: Sid Kuller, Hal Filmberg y Ray Golden.
Música: Sid Kuller, Ray Golden, Hal Borne, Milton Drake y Artie Shaw.
Fotografía: Charles Lawton.
Reparto: Groucho Marx, Chico Marx, Harpo Marx, Tony Martin, Virginia Grey, Margaret Dumont, Douglass Dumbrille, Virginia O'Brien, Henry Armetta.

Tommy Rogers (Tony Martin), un conocido cantante, acaba de heredar la mirad de los Almacenes Phelps, pensando vender su parte para costear una reforma de un conservatorio de música. Temiendo que su vida corra peligro, la otra heredera de los almacenes, Martha Phelps (Margaret Dumont), decide contratar a un detective privado que lo proteja.

Tienda de locos (1941) iba a ser la última película de los Hermanos Marx en el cine. De hecho, ellos mismos así lo anunciaron antes del rodaje de la película. Los Marx ya tenían cierta edad y económicamente no necesitaban seguir haciendo películas, algo de lo que parecían ya cansados. Solamente la penosa situación económica de Chico hizo que decidieran rodar dos películas más, Una noche en Casablanca (Archie Mayo, 1946) y Amor en conserva (David Miller, 1949), con la presencia de Marilyn Monroe, lo que llevaba a Groucho a afirmar que ellos eran sus verdaderos descubridores.

Tienda de locos pertenece a la etapa de los Marx en la Metro. Como es sabido, bajo esta productora sus películas se domesticaron bastante, con unos guiones más estructurados y donde a sus locuras siempre les acompañaba ya una historia romántica. Para muchos, todo ello amordazó un poco su humor más salvaje e irreverente de la etapa de sus primeros films con la Paramount.

Y la verdad es que el guión de Tienda de locos no es muy diferente de otros anteriores, con los Hermanos Marx intentando ayudar a una pareja de enamorados en apuros, en este caso el heredero de unos grandes almacenes y su novia Joan (Virginia Grey), una empleada de los mismos. Este escueto argumento es el pretexto para que se desplieguen todas las locuras y bromas de los Marx, amén de una espectacular secuencia de persecuciones en los almacenes que es la culminación de todas las bromas desatadas por los cómicos.

Sin ser una de las más memorables películas de los Marx, Tienda de locos tiene algunas secuencias dignas de ser recordadas, como aquella en el despacho del detective Wolf J. Flywheel (Groucho) o la mencionada de la persecución final, además de algunas geniales frases del siempre sorprendente Groucho (Solo lo barato no sale caro). Y tampoco debemos olvidar el conocido coqueteo de Groucho con la maravillosa Margaret Dumont.

También es cierto que en este caso los números musicales son más numerosos y extensos que en otras películas, algo que no me encanta precisamente, además de ser donde más se nota el envejecimiento de la película. Sin duda, eran un elemento que servía para alargar la cinta, además de sacar partido a la presencia de Tony Martin, famoso cantante norteamericano.

Sin embargo, lo que es evidente es que, a pesar del tiempo transcurrido, aún hoy en día el humor surrealista y disparatado de los Marx sigue resultando fresco, sorprendente y maravilloso. Un humor personal e irrepetible que nadie ha sido capaz de imitar.

martes, 9 de febrero de 2016

Ejecutiva en apuros



Dirección: Jonas Elmer.
Guión: C. Jay Cox y Ken Rance.
Música: John Swihart.
Fotografía: Chris Seager.
Reparto: Renée Zellweger, Harry Connick Jr., Siobhan Fallon, J.K. Simmons, Mike O'Brien, Frances Conroy, Ferron Guerreiro.

Lucy Hill (Renée Zellweger) es una ambiciosa ejecutiva de una importante compañía con sede en Miami. Un día su jefe le encarga trasladarse a Minnesota con el fin de llevar a cabo la reestructuración de una de sus fábricas, despidiendo a la mitad de la plantilla.

Ejecutiva en apuros recuerda, salvando las distancias, a Bienvenidos al norte (Dany Boon, 2008), en el sentido de que en ambos casos se plantea un choque de culturas y mentalidades. En esta ocasión es una ejecutiva urbanita y sofisticada la que debe cambiar el sol y las ventajas de la vida en una gran ciudad por el frío, la nieve y la vida rural de un pequeño pueblo de Minnesota.

Así, parte de la trama consistirá en el choque inicial de ambas culturas para, progresivamente, asistir a la transformación de Lucy, seducida por la amabilidad y la simplicidad de la vida en el norte.

La otra historia de Ejecutiva en apuros se centra en el romance entre Lucy y Ted (Harry Connick Jr.), también con un comienzo desastroso que el roce y la atracción mutua irán suavizando.

El principal inconveniente de Ejecutiva en apuros (2009) es que, como se puede comprobar, nada resulta demasiado original en esta historia; por lo que es fácilmente previsible el desarrollo y desenlace de la misma. Ya que no hay sorpresas en el guión, queda ver cómo se desenvuelve en cuanto a comicidad. Y en este punto, la película tampoco destaca especialmente. No hay situaciones muy cómicas y las pocas que se dan tampoco se aprovechan demasiado bien. Planteada esencialmente para el lucimiento de Renée Zellweger, parte de la gracia intenta obtenerse al poner a su personaje en situaciones un tanto apuradas, bien por no vestir apropiadamente con la realidad del norte, bien explotando su torpeza y altanería iniciales. La segunda baza de la historia está en explotar las peculiaridades de los habitantes de New Ulm, pero tampoco aquí destaca la originalidad ni la gracia del guión, de manera que son raras las ocasiones que tenemos de sacar a pasear una sonrisa.

Quizá lo mejor que podemos decir de la película es que, a pesar de su previsibilidad y poca gracia, resulta que al final entretiene. Tal vez porque no pretende forzar ninguna situación, no cae en el humor chabacano y los protagonistas resultan bastante simpáticos. El caso es que se ve con cierto agrado y la historia pasa con bastante agilidad.

Donde quizá pueda resultar del todo inverosímil es en cuanto al mensaje positivo que quiere trasmitir en el plano laboral. Por desgracia, cuando una compañía decide optimizar costes no suele andarse con rodeos y mucho menos repara en cuestiones sentimentales. La actitud emprendedora de Lucy intentando salvar la fábrica y con ello al pueblo de New Ulm queda muy bien en una comedia optimista, pero no es muy creíble.

En todo caso, la película no tuvo muy buena acogida, ni por el público ni por la crítica, quedando como una de tantas comedias bienintencionadas que pululan pos ahí.

Winter's Bone



Dirección: Debra Granik.
Guión: Debra Granik, Anne Rosellini (Novela: Daniel Woodrell).
Música: Dickon Hinchliffe.
Fotografía: Michael McDonough.
Reparto: Jennifer Lawrence, Isaiah Stone, Ashlee Thompson, Valerie Richards, Shelley Waggener, Garret Dillahunt, John Hawkes, Kevin Breznahan.

Ree Dolly (Jennifer Lawrence) es una joven de diecisiete años que tiene que cuidar de su madre enferma y sus dos hermanos pequeños. Cuando su padre, tras salir de la cárcel, desaparece sin dejar rastro, Ree y su familia ven peligrar su casa, pues su padre la había puesto como garantía de su libertad condicional. Para Ree es vital encontrarlo.

Winter's Bone (2010) fue una grata sorpresa en su momento, un film independiente que logró infinidad de premios y nada menos que cuatro nominaciones los Oscar.

Debra Granik nos sirve un thriller rocoso, duro, seco, sin concesiones. Una intriga despojada de todo adorno que nos ofrece un retrato casi documental de la vida en una zona rural de Missouri; una América profunda, violenta y hermética. En un decorado de chabolas y basura, el relato de la búsqueda de Ree para no perder su casa, está contado con frialdad y precisión, desalojado de cualquier concesión. Granik nos introduce en un mundo de seres marginales que viven al margen de todo, consumiendo alcohol, cultivando droga e imponiendo una ley del silencio estricta, que no distingue adultos de jóvenes, extraños de familiares.

En Winter's Bone se masca la tensión, la desconfianza, el miedo, la violencia siempre al acecho, las miserias y la vida como algo injusto, duro y sin vuelta de hoja. Y es en esta descripción de esa América profunda donde destaca especialmente el relato de Granik, imponiéndose a la intriga, siempre presente como hilo conductor imprescindible. Como decía más arriba, la película se parece más a una especie de film documental que a una obra de ficción. Es imposible pensar que esos personajes y esas vidas no sean tan reales como parecen.

Y Granik no necesita recurrir tampoco a una violencia física detallada, carnal, sangrante. La violencia  flota en el ambiente, está en cada mirada, en la vida marginal de esas gentes, en su renuncia a cualquier esperanza, a rendirse a las drogas. Admirablemente, la directora evita mostrar directamente los momentos, escasos, de violencia física, demostrando que no hace falta volverse visceral para impresionar, para asustar, para conmover. La secuencia en la barca, evitando los morboso, nos pone igualmente los pelos de punta. Para llegar a ello hace falta talento y es evidente que lo hay, por parte de Granik y de Jennifer Lawrence.

Gran parte del mérito de tal verosimilitud está sin duda en un reparto realmente excelente donde absolutamente todos actores están perfectos. Lógicamente, Jennifer Lawrence destaca especialmente, al recaer en ella el principal peso de la historia. Jennifer consigue estar realmente conmovedora gracias a una fuerza expresiva admirable, transmitiendo infinidad de sentimientos con un leve gesto o una mirada. Pero no es la única, cualquiera de sus compañeros de reparto consigue convencernos de que son realmente toscos y feroces habitantes de las montañas de Missouri.

Winter's Bone es un magnífico ejemplo de un cine directo, sin aspavientos, que no necesita artificios ni grandes medios para emocionarnos, para engancharnos con un relato directo, seco y tremendamente sincero. Sin duda una sorpresa muy, muy grata.

sábado, 6 de febrero de 2016

Mad Max: Salvajes de autopista



Dirección: George Miller.
Guión: James McCausland y George Miller.
Música: Brian May.
Fotografía: Dean Semler.
Reparto: Mel Gibson, Joanne Samuel, Steve Bisley, Hugh Keays-Byrne, Roger Ward, Tim Burns, Geoff Parry, Sheila Florence.

Estamos en un futuro no muy lejano. La civilización ha retrocedido a niveles casi de mera supervivencia. Max Rockatansky (Mel Gibson) forma parte de la patrulla de policía que vigila las autopistas, donde las bandas de delincuentes campan a sus anchas.

Mad Max: Salvajes de autopista (1979) tuvo dos efectos inmediatos: poner el cine australiano en el plano mundial y convertir a un actor desconocido en toda una revelación, suponiendo el salto a la fama de un jovencito Mel Gibson.

Lo primero que llama la atención de esta película es su argumento, muy esquemático y un tanto surrealista. La trama no destaca por su originalidad precisamente: un policía de carreteras, en un futuro imaginario, ve como una banda de motoristas mata a su compañero y más tarde a su hijo pequeño, dejando a su mujer herida de gravedad, lo que le lleva a buscar venganza dando caza a los delincuentes. Muy poca cosa, como se ve, pero además el guión también es tremendamente parco en explicaciones; en el desarrollo de los personajes, reducidos a la mínima expresión; en los diálogos, que son los puramente imprescindibles. La violencia y cierto culto al mundo del motor son los ejes fundamentales de la cinta.

Lo de surrealista tiene que ver con un dibujo de los personajes que tiene mucho de cómico y disparatado, de manera que por momentos parece que Miller se burla de sus propios personajes. Uno dudaría si tomárselos en serio sino fuera por la cruda violencia que reina en la película. En todo caso, este toque extraño, entre divertido y de auto-parodia, es quizá lo más destacable de una película muy poco original en cuanto a trama y desarrollo.

En muchos aspectos, lo escueto del argumento y los diálogos, así como una trama cercana al cine del oeste, nos llevan a comparar Mad Max con los espagueti western.

Lo que es evidente, vista hoy en día, es que la película no ha envedijo demasiado bien. Y gran parte de la culpa reside sin duda en el escaso presupuesto con el que contaba George Miller, limitando mucho la disponibilidad de medios. También la dirección es un tanto errática por momentos, con transiciones que nos remiten al cine mudo, del que Miller se declaraba admirador; quedando quizá como mejor ejemplo de esta impericia, o quizá un montaje no muy bueno, el extraño y abrupto final.

En cuanto al reparto, no podemos destacar a nadie en particular. Lo que es evidente es que no se trataba de grandes actores, incluido un poco expresivo Mel Gibson, al que su agraciado físico le sirvió para dar el salto a la fama, que no sus dotes como actor.

Lo que está claro es que la película causó un gran impacto en su estreno, logrando unas recaudaciones millonarias que abrirían la puerta a dos secuelas inmediatas: Mad Max 2: El guerrero de la carretera (George Miller, 1981) y Mad Max 3: Más allá de la cúpula del trueno (George Miller y George Ogilvie, 1985). Finalmente, en 2015 llegó Mad Max: Furia en la carretera (George Miller).

Hoy en día, esta primera entrega de la saga está considerada por muchos como un título de culto. Algunos éxitos son difíciles de explicar y no parecen ajustarse a una lógica más o menos consistente, sino que apelan a algunos resortes que se activan ante argumentos que aúnan simplicidad y violencia a partes iguales. Quizá tenga que ver con nuestro pasado más remoto. En todo caso, contra toda lógica, Mad Max : Salvajes de autopista se ha ganado un puesto en la historia del cine.

jueves, 4 de febrero de 2016

Llamada a un reportero



Dirección: Phillip Borsos.
Guión: Leon Piedmont (Novela: John Katzenbach).
Música: Lalo Schifrin.
Fotografía: Frank Tidy.
Reparto: Kurt Russell, Mariel Hemingway, Andy García, Joe Pantoliano, Richard Jordan, Richard Masur, Richard Bradford.

Malcolm Anderson (Kurt Russell) es un periodista de sucesos de un periódico de Miami cansado ya de hacer siempre el mismo trabajo, por lo que ha decidido cambiar de ciudad y de periódico. Sin embargo, cuando ya ha tomado la decisión, un psicópata que acaba de matar a una joven, contacta con él para que informe sobre sus futuros asesinatos.

Llamada a un reportero (1985) es un thriller realmente pobre al que el paso del tiempo le hizo un flaco favor. Pero, sinceramente, incluso visto en su día se trata de una película totalmente prescindible. Se acerca más a un vulgar film de serie B que a otra cosa.

El principal problema de la película es que el guión es malo de solemnidad. Para empezar, el argumento no se molesta en absoluto en adentrarse en la personalidad de los protagonistas. La relación de Malcolm con su novia (Mariel Hemingway) está tratada con una simplicidad absoluta, de manera que el distanciamiento entre ambos por culpa de la implicación de Malcolm con el psicópata está planteada tan burdamente que ni es creíble ni entendible. Tampoco en la figura del asesino se profundiza lo más mínimo: ni sabemos por qué mata ni de donde provienen sus traumas. Incluso las tensiones del periodista y los policías encargados del caso resultan, de tan esquemáticas y burdas, del todo artificiales.

Para el guionista, todo eso está de más. Lo único que parece preocuparle a Leon Piedmont es jugar al típico juego de engaños, amagos de amenazas e insinuaciones; pero tan forzadas, tan cogidas con alfileres, tan poco imaginativas que nunca llegan de verdad a sorprendernos. Sabemos de antemano que esa sombra, que esa música misteriosa no esconden más que un truco, que además repite varias veces como única manera de intentar crear algo de emoción a una historia tan predecible y tan vulgarmente presentada que no hace más que languidecer miserablemente.

Pero si la intriga es poco menos que nula, el colmo de los despropósitos llega con un desenlace, que acumula tópicos y torpezas a partes iguales: la escena en los pantanos es patética, no solo por lo mal que está filmada, sino que resulta hasta chapucera. Y el engaño se descubre desde el primer momento.   Por si ello no fuera suficiente, la última secuencia, en casa de Anderson, es el triste broche final a una acumulación de mediocridad que tiene su máxima expresión aquí, con unos diálogos estúpidos y una lucha burda rematada tan torpemente que resulta sonrojante. Desde luego, Phillip Borsos demuestra con esta película su mínimo talento como director. Si el guión es bastante pobre, su trabajo tras la cámara termina de arruinar las pocas posibilidades de la película.

En medio de este desaguisado, el reparto tampoco está para sacar pecho. Kurt Russell hace lo que puede, pero dentro de este engendro no es que salga muy bien parado. Mariel Hemingway nunca destacó como actriz y aquí confirma su poca expresividad. Andy García, en unos de sus primeros papeles, cumple con cierta solvencia y Richard Jordan da vida con cierta aparatosidad al demente de turno.

Un film malo de solemnidad. No se salva nada en absoluto.


lunes, 1 de febrero de 2016

Killers



Dirección: Robert Luketic.
Guión: Bob DeRosa, Ted Griffin.
Música: Rolfe Kent.
Fotografía: Russell Carpenter.
Reparto: Ashton Kutcher, Katherine Heigl, Tom Selleck, Catherine O'Hara, Alex Borstein, Katheryn Winnick, Larry Joe Campbell, Casey Wilson, Martin Mull, Usher Raymond, Kevin Sussman.

Spencer (Ashton Kutcher), agente secreto, está de misión en Niza cuando conoce a Jen (Katherine Heigl) y se enamora de ella. Eso hace que tome la decisión de dejar su profesión para llevar una vida convencional al lado de Jen. Sin embargo, tres años después, su pasado vuelve a visitarlo.

No siempre es fácil aunar una película de asesinos con el humor. En general, me parecen dos tramas que no casan demasiado bien; hay algo de incongruente entre el tono ligero, la carcajada y un asesinato. Sin embargo, tenemos el ejemplo de Mentiras arriesgadas (James Cameron, 1994), que demostró que tal combinación es posible. Para ello, es fundamental contar con un guión sólido e inteligente que sepa aunar ambos elementos enfrentados. Y lamentablemente, el guión de Killers (2010) es todo menos inteligente. Y por ahí es básicamente por donde hace aguas la película.

Uno de los fallos más graves es que los gags de Killers son absolutamente penosos. No ha habido ni una sola secuencia, ni un solo segundo que me halla provocado ni una leve sonrisa. No es que se trate de humor malo, es que no hay humor.

Y ya no solo eso, es que la historia resulta estúpida la mires por donde la mires: un cúmulo de lugares comunes, una esposa histérica que no para de gritar; unos vecinos absurdos, caricaturescos; una trama sin inteligencia ni originalidad, rematada por un desenlace que es un insulto al sentido común... Que gente normal y corriente se convierta en despiadados asesinos no es mínimamente creíble, además de resultar moralmente repugnante. No hay nada, absolutamente nada en esta película que merezca la pena.

Incluso la pareja protagonista, de indudable atractivo, no termina de funcionar. No hay química entre Kutcher, productor de la cinta para su personal lucimiento, y Heigl, como matrimonio no son creíbles en absoluto. Y no es que no lo intenten. Incluso ella logra algún momento de inspiración, pero imagino que es difícil convencer con una historia tan rematadamente mala.

Y esta película no merece ya ni una sola línea más. Escapen de este bodrio y no pierdan ni su tiempo ni su dinero con subproductos tan lamentables como este.