El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 2 de julio de 2018

El ilusionista



Dirección: Neil Burger.
Guión: Neil Burger (Historia: Steven Millhauser).
Música: Philip Glass.
Fotografía: Dick Pope.
Reparto: Edward Norton, Paul Giamatti, Jessica Biel, Rufus Sewell, Eddie Marsan, Jake Wood, Tom Fisher.

Viena, 1900. En un teatro de la ciudad hace sus trucos de magia Eisenheim (Edward Norton), un prodigioso ilusionista que tiene fascinado a su público. Tanto es así que el propio príncipe heredero (Rufus Sewell) decide acudir personalmente a una de sus funciones.

A veces una idea sencilla, bien arropada, se puede convertir en un bonito espectáculo. Y creo que así podríamos resumir El ilusionista (2006), cuya trama es sencilla, pero su puesta en escena es magnífica.

Para empezar, habría que destacar la inteligente dirección de Neil Burger, que compone una especie de sinfonía pausada, repleta de pequeños momentos de una plasticidad asombrosa y que, con un ritmo tranquilo, se recrea en las miradas, los gestos y sabe sacar petróleo hasta de los silencios. Es una dirección básicamente elegante y muy, muy solvente.

Cuenta además con la inestimable ayuda de una fotografía delicada, cálida y hasta suntuosa por momentos (fue nominada al Oscar), unos decorados asombrosamente convincentes y una banda sonora espectacular, que nos envuelve en un ambiente casi mágico.

Todo ello, sin embargo, se podría quedar en algo vacío sin una interesante historia que arropar. Y es precisamente en la historia donde está el punto fuerte de El ilusionista. Y también sus defectos, que los tiene.

Lo interesante del guión es que en seguida te atrapa con el misterio que rodea la figura de Eisenheim, un ilusionista hermético y que parece tener ciertas dotes sobrenaturales. Este es el elemento clave de la película: atraparte casi desde el primer minuto con un halo de intriga y misterio que te obliga a querer saber más. Y si encima se le añade una bonita historia de amor entre dos jóvenes separados por su estatus social, pero irremediablemente enamorados, que se reencuentran tras una separación obligada, tenemos el segundo elemento apasionante: el verdadero amor puesto a prueba por la sociedad, el paso del tiempo y el destino.

El tercer pilar de la historia será la trama política, con un príncipe déspota y ambicioso que no repara en nada ni en nadie para lograr sus deseos, que no son otros que deponer a su padre.

Y Neil Burger consigue aunar todos estos elementos de un modo bastante coherente, desarrollando la intriga de manera muy inteligente y sorprendiéndonos con un final que, a pesar de sus inverosimilitudes, está expuesto con buen criterio, de manera muy visual y convincente, y donde, a pesar de todo, no nos sentimos engañados, sino fascinados por un último truco de magia tan gratificante como ingenioso.

Pero también es verdad que El ilusionista cojea un poco en cada uno de sus componentes, que de haber tenido más profundidad nos hubieran regalado un film mucho más poderoso.

Por ejemplo, en los trucos de Eisenheim quizá se abuse demasiado de los efectos especiales, quedando como ilusiones totalmente imposibles. Tal vez hubiera sido mejor recurrir a trucos menos perfectos, o al menos a la hora de ponerlos en imágenes. Por otro lado, no se trata de un film exclusivamente sobre magia, sino que ésta justifica su presencia en función de toda la historia, con lo que esta visión de los trucos puede tener cierta justificación para explicar la fascinación del público y hasta del príncipe con el trabajo de Eisenheim.

Por otra parte, la historia de amor de Sophie (Jessica Biel) y Eisenheim habría requerido de más minutos y algo más de romanticismo para ser una parte más sustancial de la historia. El tratamiento que le da el director es, para mi gusto, demasiado somero y perdemos así un punto de la historia que habría aportado mucha más emoción y profundidad al relato.

Y algo parecido se puede decir de la trama política, quizá lo menos importante de todo, pero cuyo tratamiento tampoco me pareció muy consistente.

Quizá el problema de Burger fue querer abarcar todos esos elementos en poco tiempo, o quizá no supo ahondar mejor en los personajes, que tienen su peso, es cierto, pero se quedan en un dibujo un tanto superficial, sin llegar a tener la entidad que me hubiera gustado y que habría convertido a El ilusionista en algo más que un deslumbrante espectáculo.

En cuanto al reparto, soy un admirador de Edward Norton desde hace años. Me parece un actor colosal, con una presencia que acapara la atención poderosamente a pesar, o gracias, a una manera de trabajar sencilla pero totalmente convincente. Paul Giamatti es otro ejemplo de actor completamente natural que con casi nada consigue siempre trabajos muy buenos. Y hasta Rufus Sewell, el menos conocido de los tres, da vida a un príncipe absolutamente convincente. De Jessica Biel solamente reseñar que su aportación es demasiado limitada, desaprovechando el guión, como decía antes, las posibilidades de su bonita historia de amor.

Sin duda, una buena película, perfecta en el plano técnico y con la suficiente intriga y emoción para asegurarnos unos momentos de buen cine.

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