El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 1 de julio de 2018

Hostage



Dirección: Florent-Emilio Siri.
Guión: Doug Richardson (Novela: Robert Cris).
Música: Alexandre Desplat.
Fotografía: Giovanni Fiore Coltellacci.
Reparto: Bruce Willis, Kevin Pollak, Jimmy Bennett, Michelle Horn, Ben Foster, Jonathan Tucker, Marshall Allman, Serena Scott Thomas.

Tras una operación con rehenes fallida, el negociador Jeff Talley (Bruce Willis) decide abandonar su trabajo en Los Ángeles y mudarse a una pequeña población para ejercer de shérif local.

Si no cuento mal, esta es la tercera película que recuerdo de Bruce Willis que comienza con su personaje atormentado por un fallo, eso sí, no atribuible del todo a él, que le lleva a cambiar de puesto de trabajo. Sin embargo, en su nuevo destino los viejos fantasmas acudirán a acecharlo. Puede que me olvide de alguna más, pero Persecución mortal (Rowdy Herrington, 1993) y Mercury Rising (Harold Becker, 1998) tenían un inicio similar a Hostage (2005). O los guionistas de Hollywood tienen poca inventiva o Bruce Willis parece propiciar este tipo de argumentos. Es el problema de encasillar a un actor en un género concreto, que al final lo convierte casi en una caricatura de sí mismo y, salvo contadas excepciones, parece estar haciendo siempre el mismo papel.

Es por eso que Hostage, de entrada, no resulta demasiado prometedora. Sin mucho esfuerzo podemos  intuir que el personaje de Willis se verá confrontado a peligros increíbles que solventará, no sin esfuerzo, con su arrojo habitual.

Sin embargo, hay un elemento que llama la atención en Hostage y que nos anima, a pesar de lo predecible del argumento, a darle una oportunidad: en lugar de contentarse Doug Richardson con un argumento sencillo, lo complica con una segunda trama donde el padre de familia cuya casa es asaltada no es precisamente un mirlo blanco. Sin que este giro vaya a modificar significativamente el desenlace esperado, al menos sí que enriquece la trama, añadiendo un elemento más de tensión al colocar al protagonista entre la espada y la pared, con su propia familia amenazada de muerte.

Salvando esto, la película después transcurre dentro de los cauces esperados: momentos de tensión, complicaciones entre diferentes cuerpos policiales, drama personal del protagonista... y acción, claro, resuelta con la rutinaria espectacularidad de Hollywood, eficaz y aparatosa.

Eso sí, los personajes, como suele ser habitual en estos casos, se quedan reducidos a bastante poco, con el típico problema familiar, algunos remordimientos, un villano majareta... todo bastante común y donde se constata que el guión no pretende ahondar en la naturaleza humana, sino simplemente crear unos prototipos en torno a los cuales desarrollar la historia. Todo muy claro, muy escueto, sin complicaciones, en beneficio de la acción y del lucimiento, en este caso, de Bruce Willis.

Y la verdad es el Willis está bastante convincente. Es cierto que su papel es más de lo mismo, con sus típicas expresiones y un registro muy concreto. Pero también hay que decir que este actor se mueve en estos papeles como pez en el agua, aguantando él solo el peso de la película de manera perfecta.

Como suele ser habitual también en películas que solo potencian la acción, el desenlace no deja de resultar un tanto forzado, no siempre cumpliendo las expectativas y tirando por el camino más fácil, con lo que, además de resultar muy previsible, nos deja una impresión un tanto decepcionante.

Florent-Emilio Siri hace un trabajo sin complicaciones, centrándose en la acción y sin aportar tampoco nada especial. Es una de esas direcciones al servicio del espectáculo, pero sin demasiada imaginación. Sabe mantener el ritmo, es verdad, a pesar de ser una película bastante larga.

Cine pues para pasar el rato sin devanarnos los sesos. A los incondicionales de Bruce Willis seguro que les gustará.

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