Dirección: Robert Young y Fred Schepisi.
Guión: John Cleese, Iain Johnstone y William Goldman.
Música: Jerry Goldsmith.
Fotografía: Adrian Biddle e Ian Baker.
Reparto: John Cleese, Jamie Lee Curtis, Kevin Kline, Michael Palin, Ronnie Corbett, Carey Lowell, Robert Lindsay, Bille Brown, Derek Griffiths, Cynthia Cleese, Richard Ridings, Maria Aitken.
Un magnate de las finanzas (Kevin Kline) compra un paquete de empresas entre las que se encuentra un zoo. Al frente coloca a Rollo Lee (John Cleese) con la misión de incrementar un 20% sus beneficios.
Gran parte del equipo de Criaturas feroces (1997), entre ellos muchos de los componentes de los míticos Monty Python, había sido responsable de la magnífica Un pez llamado Wanda (Charles Crichton, 1988), sin embargo, esta vez la magia de la antecesora no aparece.
Es evidente que era muy difícil repetir el éxito de Un pez llamado Wanda, una de las mejores comedias de finales del siglo XX gracias a un guión impecable que es precisamente por donde más cojea Criaturas feroces, pues éste carece de chispa y se limita a desarrollar un humor un tanto burdo que no proporciona ningún momento memorable.
Para empezar, los personajes carecen de verdadera entidad, limitándose a brochazos superficiales de manera que no resultan realmente ni entrañables ni cercanos, con lo que la comedia queda reducida a lo básico, pero sin alcanzar la emotividad que tenía en Un pez llamado Wanda cuya clave, además de un guión muy inteligente, era la profundidad de los protagonistas, que nos conmovían y nos divertían por igual.
Una buena comedia no puede ser solamente una sucesión de bromas, pero si además éstas no resultan especialmente inspiradas, el resultado es un montaje simpático pero plano. Y eso que el arranque del film no estaba tan mal, si bien se adivinaba cierta inclinación por un humor poco refinado. Lamentablemente, con el desarrollo de la historia se va ahondando en ese estilo basado en la brocha gorda y las situaciones cómicas comienzan a caer en el exceso sin demasiada gracia.
Además, la sombra de Un pez llamado Wanda parece pesar demasiado en el guión y se vuelve a repetir el romance fracasado entre Kevin Kline y Jamie Lee Curtis que termina enamorándose de John Cleese. Evidentemente, quienes no hayan disfrutado de Un pez llamado Wanda escapan de estas similitudes, pero encuentro que la influencia del film de Charles Crichton se hace evidente, lo que no beneficia a la película.
Criaturas feroces termina siendo un agradable pasatiempo sin demasiada inspiración y la demostración de que un buen guión tiene que ser siempre la base de una buena película.
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