El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 8 de diciembre de 2022

Criaturas feroces



Dirección: Robert Young y Fred Schepisi. 

Guión: John Cleese, Iain Johnstone y William Goldman.

Música: Jerry Goldsmith.

Fotografía: Adrian Biddle e Ian Baker. 

Reparto: John Cleese, Jamie Lee Curtis, Kevin Kline, Michael Palin, Ronnie Corbett, Carey Lowell, Robert Lindsay, Bille Brown, Derek Griffiths, Cynthia Cleese, Richard Ridings, Maria Aitken.

Un magnate de las finanzas (Kevin Kline) compra un paquete de empresas entre las que se encuentra un zoo. Al frente coloca a Rollo Lee (John Cleese) con la misión de incrementar un 20% sus beneficios.

Gran parte del equipo de Criaturas feroces (1997), entre ellos muchos de los componentes de los míticos Monty Python, había sido responsable de la magnífica Un pez llamado Wanda (Charles Crichton, 1988), sin embargo, esta vez la magia de la antecesora no aparece.

Es evidente que era muy difícil repetir el éxito de Un pez llamado Wanda, una de las mejores comedias de finales del siglo XX gracias a un guión impecable que es precisamente por donde más cojea Criaturas feroces, pues éste carece de chispa y se limita a desarrollar un humor un tanto burdo que no proporciona ningún momento memorable.

Para empezar, los personajes carecen de verdadera entidad, limitándose a brochazos superficiales de manera que no resultan realmente ni entrañables ni cercanos, con lo que la comedia queda reducida a lo básico, pero sin alcanzar la emotividad que tenía en Un pez llamado Wanda cuya clave, además de un guión muy inteligente, era la profundidad de los protagonistas, que nos conmovían y nos divertían por igual.

Una buena comedia no puede ser solamente una sucesión de bromas, pero si además éstas no resultan especialmente inspiradas, el resultado es un montaje simpático pero plano. Y eso que el arranque del film no estaba tan mal, si bien se adivinaba cierta inclinación por un humor poco refinado. Lamentablemente, con el desarrollo de la historia se va ahondando en ese estilo basado en la brocha gorda y las situaciones cómicas comienzan a caer en el exceso sin demasiada gracia.

Además, la sombra de Un pez llamado Wanda parece pesar demasiado en el guión y se vuelve a repetir el romance fracasado entre Kevin Kline y Jamie Lee Curtis que termina enamorándose de John Cleese. Evidentemente, quienes no hayan disfrutado de Un pez llamado Wanda escapan de estas similitudes, pero encuentro que la influencia del film de Charles Crichton se hace evidente, lo que no beneficia a la película.

Criaturas feroces termina siendo un agradable pasatiempo sin demasiada inspiración y la demostración de que un buen guión tiene que ser siempre la base de una buena película.

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