El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 24 de diciembre de 2022

Los implacables



Dirección: Raoul Walsh.

Guión: Sydney Boehm y Frank Nugent (Novela: Clay Fisher).

Música: Victor Young.

Fotografía: Leo Tover.

Reparto: Clark Gable, Jane Russell, Robert Ryan, Cameron Mitchell, Juan garcía, Harry Shannon, Emile Meyer, Stevan Darrell.

Los hermanos Ben (Clarke Gable) y Clint Allison (Cameron Mitchell), tras finalizar la Guerra de secesión, se marchan a Montana en busca de una nueva vida.

Western clásico, con todos los tópicos reconocibles del género, Los implacables (1955) es un sólido film con grandes luces y alguna que otra sombra.

La película empieza con fuerza: los hermanos Allison encuentran un hombre ahorcado en un árbol y Ben sentencia: "Al fin nos acercamos a la civilización." Es una muestra de lo que nos espera, un film repleto de unos diálogos brillantes, muy por encima de lo que viene siendo habitual en la mayoría de los westerns, salvo los de John Ford. Esta calidad y profundidad de los diálogos es el rasgo que más me impresionó de la película, pues con ellos se da forma a unos personajes que dejan de ser, bajo su apariencia típica, los protagonistas habituales del género y adquieren una dimensión más honda, lo que nos permite comprender sus deseos, sus frustraciones y el conflicto que preside la relación de Ben con Nella (Jane Russell) y que da forma a un intenso, apasionado y enconado romance que deja de lado los estereotipos, en especial el de la mujer sumisa, para crear una historia de amor profunda y auténtica. Las ambiciones de Nella chocan con las modestas aspiraciones de Ben, aunque el amor acabará triunfando, como era de esperar, superando cualquier obstáculo. Y atención al detalle de la manta de Nella, que cobrará un simbólico protagonismo, ejemplificando la meticulosidad y el cuidado con que fue elaborado el guión.

Este cuidado también se advierte en el largo pasaje del traslado del rebaño de Texas a Montana. No se trata solamente de ambientar el viaje, sino que el guión busca fidelidad y realismo, de manera que en muchos momentos sentimos que estamos presenciando algo que muy bien podría haber sucedido tal cual.

Pero también es verdad que no todo en Los implacables tiene el mismo nivel. El arreglo al que llega el señor Stark (Robert Ryan) con los hermanos Allison cuando lo atracan parece un tanto improbable y muy forzado. Y al igual que el film es denso en cuanto al retrato de los protagonistas, también es verdad que en la parte central, la que se ocupa del viaje con el ganado, el ritmo decae con fuerza en muchos momentos, tal vez por un exceso de detalles en la narración del mismo. Hubiera sido de agradecer una mayor simplificación de esta parte, lo que hubiera concentrado la acción y los momentos álgidos evitando ciertos tiempos muertos que acaban por penalizar el conjunto.

En cambio, el reparto me apreció otro acierto, especialmente al contar con Clark Gable, un tipo con un carisma fuera de toda duda y que encarna con maestría a Ben, empujado a la delincuencia por las circunstancias pero de corazón noble y espíritu justo; un vaquero que solo aspira a superar el trance de la guerra y llevar una vida tranquila y familiar. Jane Russell, por su parte, aporta fuerza y autenticidad a Nella, que deja de ser un personaje débil y sometido a los hombres para convertirse en una mujer con carácter y determinación, si bien el final feliz, donde cede a los sueños de Ben, parece contradecir en parte algunas de sus convicciones. Robert Ryan, siempre elegante, y Cameron Mitchell, algo sobre actuado, competan el elenco.

Raoul Walsh, a pesar de los altibajos en el ritmo, demuestra su oficio a la hora de filmar Los implacables, destacando algunas escenas de acción muy bien rodadas y el esmero en el cuidado de todos los detalles. 

Sin ser un western sobresaliente, Los implacables rebosa sentido y profundidad, especialmente a la hora de construir a los personajes principales, convirtiéndose en un film con muchas más virtudes que defectos.

Para terminar, una frase más, de labios del señor Stark refiriéndose a Ben, al final de la película, y que pone un broche de oro a la estimable calidad de los diálogos.

"Es el único hombre que he respetado en mi vida. Es lo que todo niño sueña que va a ser cuando crezca y lo que todo viejo siente no haber sido." 

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