El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 5 de diciembre de 2022

El irlandés



Dirección: John Michael McDonagh.

Guión: John Michael McDonagh.

Música: Calexico.

Fotografía: Larry Smith.

Reparto: Brendan Gleeson, Don Cheadle, Mark Strong, Liam Cunningham, Fionnula Flanagan, David Wilmot, Katarina Cas, Rory Keenan, Dominique McElligott, Sarah Greene, Pat Shortt, Laurence Kinlan, Owen Sharpe, Gary Lydon, Darren Healy, Míchaél Óg Lane. 

Gerry Boyle (Brendan Gleeson), un sargento de policía irlandés muy peculiar, tendrá que colaborar con el agente del FBI Wendell Everett (Don Cheadle), que se desplaza a Irlanda siguiendo la pista de unos narcotraficantes.

Ópera prima del director donde demuestra su originalidad a la hora de escribir un guión irreverente y ácido. Sin duda, un descubrimiento.

El acierto del guión de El irlandés (2011) es saber dar un toque diferente a un esquema muy visto: dos policías totalmente diferentes obligados a entenderse en medio de una operación de drogas. Quizá el problema sea el desequilibrio en el dibujo de los dos protagonistas; mientras el personaje de Boyle es todo un acierto (policía de pueblo putero, bebedor, racista y de vuelta de todo), su compañero Everett se queda en un mero boceto, sin llegar a cobrar verdadera identidad.

Sin embargo, ello no impide que estemos ante una comedia negra muy interesante, donde algunas secuencias y la mayoría de los diálogos alcanzan cotas muy altas. Lógicamente, es muy complicado mantener ese nivel a lo largo de todo el film y algunos momentos, como la parte de Boyle con su madre enferma, no terminan de cuajar al mismo nivel, lo que provoca que el fluir de la historia tenga ligeros bajones.

Brendan Gleeson, eso sí, borda su papel y compone un personaje extraño, excesivo y con un punto desagradable que, sin embargo, nunca cae en lo vulgar o lo grotesco, a pesar de jugar con ciertos límites que nunca sobrepasa. Tal vez un ejemplo de humor irreverente pero sin perder elegancia y mesura, algo de lo que podría tomar nota Santiago Segura y el cine español en general. Culturas distintas, sin duda, pero el mal gusto no tiene porqué convertirse en norma.

Otra virtud de El irlandés es la magnífica coreografía de secundarios que completan este universo tan peculiar en que nos introduce John M. McDonagh, que no solamente arropan la trama principal, sino que aportan también su dosis de comicidad, incluso cuando algunos de estos personajes tan solo aparecen durante muy breves instantes, lo que habla muy bien de un guión que no ha dejado nada al azar.

Sin duda, una grata sorpresa dentro del cine actual. Le faltan algunos detalles para convertirse en una gran película pero, aún con sus límites, El irlandés es una experiencia muy gratificante.

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