El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 17 de diciembre de 2022

El cuarto protocolo



Dirección: John Mackenzie.

Guión: Frederick Forsyth, George Axelrod y Richard Burridge (Novela: Frederick Forsyth).

Música: Lalo Schifrin.

Fotografía: Phil Meheux.

Reparto: Michael Caine, Pierce Brosnan, Ned Beatty, Joanna Cassidy, Julian Glover, Michael Gough, Ray McAnally, Ian Richardson, Anton Rodgers, Caroline Blakiston. 

Un general soviético pone en marcha un plan para destruir la OTAN haciendo estallar una bomba atómica en Inglaterra y que parezca que los Estados Unidos son los culpables.

No he leído la novela homónima en que se basa El cuarto protocolo (1987) pero es evidente que se trata de una obra densa con una trama compleja, por lo que no parece sencilla su adaptación al cine, pues entre nombres extranjeros y giros en el desarrollo uno puede perderse fácilmente. Sin embargo, el guión adaptado, en el colaboró el propio Frederick Forsyth, logra sortear más o menos hábilmente ese escollo; es cierto que algunos nombres a veces se me escapaban, pero el hilo principal queda bastante claro en todo momento, lo que es fundamental para que podamos seguir la intriga sin lagunas importantes.

Sin embargo, en lo que se queda algo coja la película es a la hora de transmitir emoción al espectador. La intriga es muy interesante y está planteada con visos de verosimilitud, a pesar de lo rebuscada que resulta. Pero el enfoque es un tanto frío. Sinceramente, seguí la historia con interés y curiosidad, esperando el desenlace con expectación, lo que es ya muy importante, pero en ningún momento sentí realmente emoción o sensación de peligro; los protagonistas, tanto el bueno como el malo, me resultaban en cierta medida indiferentes y ese es un gran problema, pues resulta imprescindible que nos identifiquemos con el héroe y temamos al villano para lograr que vivamos con intensidad la trama.

Tal vez, el hecho de abordar un argumento complejo motivase que el director se centrase más en los acontecimientos, pero resulta evidente que descuidó la parte más emotiva de la historia. También es verdad que en general el planteamiento se enfoca más hacia las sorpresas, lo que tampoco ayuda a favorecer la complicidad del espectador. Decía Hitchcock que él prefería crear tensión haciendo que el espectador se anticipase a los acontecimientos, de manera que participaba de la tensión en todo momento, en lugar de provocarle sorpresas que durasen solo un segundo. Esto se comprueba perfectamente en El cuarto protocolo, donde algunas muertes nos cogen por sorpresa pero, más allá del impacto del instante, se pierde todo el proceso de ser partícipes de lo que va a suceder, con la tensión correspondiente.

También la falta de empatía con los protagonistas viene motivada por que no se profundiza demasiado en sus personalidades. Valeri Petrofsky (Pierce Brosnan) es presentado casi como un autómata, lo que añade fuerza a su personaje, pero le quita toda profundidad. Brosnan, que venía de la comedia con la serie Remington Steele, demuestra su capacidad para interpretar un papel completamente opuesto y su trabajo es absolutamente convincente. Por su parte, John Preston (Michael Caine) está algo mejor dibujado, pero tampoco me sentí realmente vinculado con sus problemas ni sentí miedo por su suerte. El trabajo de Caine, por descontado, también resulta muy logrado.

Por tanto, si el argumento es intrigante y los actores cumplen con solvencia, achaco el resultado al trabajo de John Mackenzie, que no ha sabido insuflarle emoción a la atractiva intriga. Además, en las escasas escenas de acción, Mackenzie tampoco se muestra muy acertado y las resuelve con confusión y poca brillantez. Tal vez, en manos de otro director el resultado hubiera sido menos frío.

El desenlace también podría haberse resuelto algo mejor; en esencia, el final me ha gustado, a pesar de jugar de nuevo con la sorpresa, pero resultando convincente y ciertamente original. Lo único es que se resuelve de manera un tanto precipitada y con el futuro de Preston en el aire, aunque la última secuencia parece contradecir esa sensación, dejándome con la duda de cuál será realmente su futuro. Incluso podría pensarse, en base al último plano, que se impone un final feliz de manera forzada.

A pesar de todo, en comparación con la serie de James Bond, por ejemplo, estamos ante un film de espionaje con un guión coherente e ingenioso, capaz de mantener la intriga sin desfallecimientos por lo que es un film muy recomendable para los amantes de este tipo de propuestas. Queda la impresión, sin embargo, de que podría haberse resuelto todo mucho mejor con más medios y otro director.

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