El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 29 de diciembre de 2022

El tiroteo



Dirección: Monte Hellman.

Guión: Adrien Joyce.

Música: Richard Markowitz.

Fotografía: Gregory Sandor.

Reparto: Will Hutchins, Millie Perkins, Jack Nicholson, Warren Oates, Charles Eastman, Guy El Tsosie, Brandon Carroll, B. J. Merholz, Wally Moon, William Mackleprang, James Campbell. 

Una misteriosa mujer (Millie Perkins) le pide dos mineros, Willett Gashade (Warren Oates) y Coley (Will Hutchins), que la ayuden a llegar a su destino cruzando el desierto. Durante el viaje, descubren que persigue a un hombre para matarlo.

El western clásico comenzó a transformarse en algo diferente en la década de los años cincuenta del siglo XX. Y los sesenta representan ya claramente el nuevo estilo del género, menos épico y más proclive a experimentos de todo tipo, cuadrasen o no con la esencia tradicional del cine del Oeste. Y El tiroteo (1966) viene a constituir un buen ejemplo, aunque llevado al extremo, de los experimentos a que fue sometido el western.

Producto de serie B, El tiroteo es un film minimalista: personajes, decorados, diálogos, dirección y argumento están esquematizados hasta las últimas consecuencias. Los protagonistas se reducen básicamente a cuatro, los decorados a un par de tiendas de campaña, un pequeño poblado y el desierto. Los diálogos son escuetos, secos, sorprendentes muchas veces, como si estuvieran cortados con un cuchillo; no tienen una función explicativa, sino más bien decorativa. 

Monte Hellman lleva la austeridad al límite incluso en la dirección, con algunas licencias de estilo, como subir la cámara al caballo, y poco más. Incluso el montaje resulta abrupto, dejando un relato que avanza a golpes para contarnos una persecución por el desierto en la que se nos oculta todo: a quién persigue la mujer y por qué, quién es Billy Spear (Jack Nicholson), el pistolero que se une al grupo, y qué relación le une con la mujer, de la que nunca sabremos ni su nombre. Es ese misterio finalmente el que nos mantiene en vilo, esperando el desenlace para satisfacer nuestra curiosidad. Esta es la gran baza de Hellman. Quizá, de desvelar antes el misterio, descubriríamos la pobreza del mismo o, mejor dicho, su escasa originalidad. Hellman juega el juego de la sorpresa, pero es necesario además un contenido interesante que rellene el espacio que media entre el comienzo de la historia y el final. Y creo es por aquí, por la ausencia de contenido (el argumento se puede resumir en dos líneas), por el carácter repetitivo de las secuencias, la falta de empatía con los protagonistas, el sentirnos perdidos durante todo el metraje, por donde se arruina el proyecto. Y por dejarnos, cuando descubrimos el misterio, con cierta sensación de fastidio, de que para ese final no valía la pena la dura travesía anterior. Incluso la manera de presentar ese final resulta torpe, por precipitada y confusa: ¿quién muere en el tiroteo: el hermano de Willett, también interpretado por Warren Oates, la mujer, Willet y su hermano, solamente Willett?. 

Tampoco el director parece demostrar su talento a la hora de dirigir a los actores. Jack Nicholson es uno de los mejores actores de finales del siglo XX y aquí resulta encorsetado y rígido. Will Hutchins está sobreactuando constantemente, haciendo que su personaje resulte ridículo, mientras que Millie Perkins se mueve como si no tuviera sangre en las venas. Solo Warren Oates resulta más convincente, pero dentro de un tono bastante normalito, acorde con la pobreza de su personaje.

Al final, tenemos la impresión de que estamos ante un ejercicio muy personal por parte del director, centrado en crear un relato que se saliera de los cánones tradicionales, dejando su impronta a base de una puesta en escena centrada sobre todo en la originalidad. Nada que objetar a ello, pero el afán de ser diferente no puede ser excusa para perdonar fallos básicos a la hora de construir a los personajes y el argumento. Y el recurso a la sorpresa, sino está acompañado de nada más, tampoco sirve para elevar el nivel del conjunto.

De manera que El tiroteo se me quedó reducido a muy poca cosa, con un predomino de la monotonía y el desencanto.

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